Por una crónica comunal II

Eso es lo que se inten­tó hac­er en Venezuela: el Esta­do daba respues­ta a un dere­cho, y en ese dar respues­ta a un dere­cho con­vo­ca­ba a la población a orga­ni­zarse. No es que el Esta­do decía: voy a hac­er una políti­ca para que aho­ra te llegue el agua a tu bar­rio, qué­date qui­eto en tu casa, que voy a venir a cen­sar. No, con­vo­ca­ba a la población a orga­ni­zarse, a dis­eñar un mapa de su comu­nidad para saber dónde falta­ba agua, arma­ban las mesas téc­ni­cas de agua. Entonces en la respues­ta al dere­cho había en simultá­neo una orga­ni­zación comu­ni­taria. Eso te daba una for­ma conc­re­ta donde se expresa­ba la democ­ra­cia par­tic­i­pa­ti­va. Eso es algo que se puede repen­sar según cada país. No sola­mente el Esta­do otor­ga las respues­tas, sino que además con­vo­ca a la población. Y eso te sirve en tér­mi­nos estratégi­cos cuan­do quedás por fuera del gob­ier­no, así tenés espa­cios de repliegue, tenés espa­cios donde podés recon­stru­ir. En cada país es difer­ente, en Venezuela fue este for­ma­to de comuna.

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Por una crónica comunal I

Hubo un parte aguas des­de el prin­ci­pio con Chávez, gran parte del mun­do académi­co e int­elec­tu­al le dio la espal­da al pro­ce­so chav­ista, muchas veces des­de una posi­ción mar­cada­mente de clase, que era a su vez la expli­cación de su propia posi­ción políti­ca. Pero a su vez el chav­is­mo incor­poró a una can­ti­dad de com­pañeras y com­pañeros que venían des­de antes, de difer­entes resisten­cias de los seten­tas, ochen­tas y noven­tas. El chav­is­mo es una creación propia, mil­lones de per­sonas que nun­ca habían par­tic­i­pa­do en políti­ca y que de repente forma­ban parte de un pro­ce­so con una poten­cia extra­or­di­nar­ia. Entonces ahí vas a ten­er un gigan­tesco momen­to de creación, lo vas a ver en ensayos políti­cos, en libros de poesía, en las edi­to­ri­ales que te comenta­ba, que pub­li­can y pub­li­can y pub­li­can, con may­or o menor cal­i­dad, pero era la democ­ra­ti­zación. Así como se democ­ra­ti­za el con­sumo o la vivien­da, se democ­ra­ti­za la pro­duc­ción artís­ti­ca. La alta cul­tura deja de ser una cuestión inal­can­z­able, que solo puede hac­er una per­sona que tienen un deter­mi­na­do recor­ri­do o características.

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Mercurio retrógrado

Cuan­do sub­ías por la Av. Simón Bolí­var, tu moto empezó a echar aceite y a pati­nar bajo la llu­via. Cal­cu­las y no sabes cuán­do podrás sacar­la de la mecáni­ca. Tu visa de tra­ba­jo se ven­ció y no te alcanzó para ren­o­var­la. “O te largas o te bajo el suel­do”, dijo el super­vi­sor sin mirarte. No hubo aguinal­do en diciem­bre. En el reci­bo de la quin­ce­na hay un des­cuen­to por unos uni­formes que nun­ca te dieron y una nota con negril­la al final: “Cualquier reclamo sig­nifi­cará la sep­a­ración del puesto sin liq­uidación”. De tan­to hablar sobre cómo tra­jeron a sus her­manos o a sus pri­mos, de los giros que envían a su madre, dejaste de ver a tus compatriotas.

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Ácratas que hacen temblar al poder

El gob­ier­no de Biden ya está arreme­tien­do en la medi­da en que no han reti­ra­do ninguno de los car­gos, y aca­ban de pre­sen­tar una apelación con­tra el dic­ta­men que nie­ga la orden de extradi­ción. Quiero ser pru­dente, pero creo que Biden no será pia­doso, hay que recor­dar que fue él quien empleó el tér­mi­no de ter­ror­ista dig­i­tal con­tra Assange cuan­do era vicepres­i­dente de Obama.

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Bannoptikum

Anteay­er, cuan­do ibas a prepararte para salir, vol­teaste al ven­tanal del jardín; el arbus­to de espinas arti­fi­ciales se lev­an­tó con una ganzúa en la mano, sus ojos eran un alar­i­do. Cor­riste a tu cuar­to y tra­baste la puer­ta, mar­caste a seguri­dad y cuan­do con­tes­taron, llo­raste. No encon­traron a nadie; pero esa fla­ma se eriza des­de tu estó­ma­go a la gar­gan­ta. Dejaste de salir, durante el día cier­ras las corti­nas, hiciste podar el jardín. Tiraste los fras­cos de pastil­las al excusado. 

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