Antena Matriota

Mil batallas en cada cuerpo

Ilus­tración por Fran­cis­co Galár­ra­ga.

— Entre­vista a Nicolás Mavrakis —

Recor­ri­da por ejérci­tos, irri­ta­da, lus­trosa o húme­da, la piel es un cam­po men­tal tam­bién. El alma no nece­si­ta del cuer­po, pero este no puede pre­scindir de lo invis­i­ble que le da vida. ¿Qué pasa con la piel en el encier­ro, o expues­ta a la intem­perie y sus intem­per­an­cias? ¿Qué hay tras ese pul­so entre vel­los y poros?  Matri­o­ta plat­icó con el escritor argenti­no Nicolás Mavrakis acer­ca de sus dos últi­mos libros: En guer­ra con la piel (Azul Fran­cia Edi­to­r­i­al, Buenos Aires, 2020) y Byung-Chul Han y lo políti­co (Prom­e­teo libros, Buenos Aires, 2021).

La banal­i­dad del bien

Matri­o­ta: “El lengua­je, sin dudas, es el ele­men­to deter­mi­nante para des­cubrir el moti­vo de la lucha”, dice uno de los nar­radores de En guer­ra con la piel. En tus cuen­tos hay una teoría de la ciu­dad, tal como la definió David Viñas, como una man­era de hac­er políti­ca. Para ti, ¿qué puede la lit­er­atu­ra hoy?

Nicolás Mavrakis: Ahí hay algunos cuen­tos, en par­tic­u­lar El cuer­po, que tra­ta sobre un hijo de desa­pare­ci­dos, que me pare­ció opor­tuno para empezar a dis­cu­tir lo que tras casi 40 años de his­to­ria y dis­tan­cia empieza a abrirse a otras per­spec­ti­vas. Por ejem­p­lo, la sáti­ra. Entonces, ¿qué pasa cuan­do alguien que es hijo de las víc­ti­mas de la dic­tadu­ra mil­i­tar se siente oblig­a­do a rep­re­sen­tar la “reivin­di­cación” de esa época y de su hipotéti­co heroís­mo? ¿Y qué pasa si esos hijos ya no son capaces de com­par­tir políti­ca­mente nada con esos padres? Por lo tan­to, El cuer­po cuen­ta lo que le pasa a un hijo de desa­pare­ci­dos que gana el pre­mio Nóbel de la Paz por ser el últi­mo de los nietos recu­per­a­dos, y sin embar­go no sabe qué hac­er con ese lega­do hero­ico… y hace cualquier desas­tre. Aho­ra bien, al pen­sar lo políti­co, ¿qué puede hac­er la lit­er­atu­ra? En este caso en par­tic­u­lar, creo que la real­i­dad mis­ma ya superó a la fic­ción. Aquí existe un organ­is­mo estatal, el Insti­tu­to Nacional con­tra la Dis­crim­i­nación, la Xeno­fo­bia y el Racis­mo (INADI), dirigi­do por una fun­cionar­ia que es tam­bién hija de desa­pare­ci­dos, que hace unos meses tuvo un pequeño escán­da­lo por uti­lizar los recur­sos del Esta­do para pagar­le una ind­em­nización por despi­do a su emplea­da domés­ti­ca. Dejan­do de lado este sin­gu­lar avance de la real­i­dad sobre la fic­ción, diría que cuan­do la lit­er­atu­ra y la políti­ca se cruzan con algún cri­te­rio puede abrirse una pre­gun­ta alrede­dor de aque­l­lo que no siem­pre se suele inter­rog­ar en voz alta.

Algu­na vez señalaste que la sáti­ra ya no era posi­ble, pero el pro­tag­o­nista de “El cuer­po” sabe que no es hijo de un mil­i­tante sino de un colab­o­rador mil­i­tar. ¿Cómo ves al arte uti­liza­do con fines políti­cos des­de la derecha, o des­de cier­tas posi­ciones lib­erales, que tienen como blan­co a las izquier­das? ¿La sáti­ra es incom­pat­i­ble con la democ­ra­cia liberal?

Podríamos decir que la democ­ra­cia y la sáti­ra, como dice Mar­tin Amis, están en con­flic­to des­de el momen­to en que la sáti­ra nos invi­ta a reírnos del otro y no con el otro. Y, por supuesto, existe cier­to dis­cur­so sobre la democ­ra­cia que dice que sólo hay que reírse con el otro y nun­ca del otro, porque entonces la risa sería hiri­ente y dis­crim­i­na­to­ria. La cuestión es si esto, a pesar de sus bue­nas inten­ciones, no ter­mi­na anu­lan­do la posi­bil­i­dad de la críti­ca. Tal vez la críti­ca, aún en for­ma de risa satíri­ca, invite todavía a inter­rog­ar cier­tos even­tos e inclu­so deman­dar políti­ca­mente más y mejores respues­tas en lugar de con­for­marnos con el silen­cio del “aquí no pasó nada”. Por lo tan­to, no creo que uno debilite lo políti­co porque se ría de lo políti­co. Inclu­so Pri­mo Levi escribió una nov­ela satíri­ca sobre Auschwitz, La tregua (1969).

Pare­cería haber una pale­ta de temas a los que se impone una cen­sura com­er­cial basa­da en temas morales. ¿Qué temas te tien­tan de esa paleta?

Supon­go que el más intere­sante siem­pre es el sexo, todo lo que tiene que ver con nues­tra supues­ta moral alrede­dor del sexo. No estoy en con­tra de una moral alrede­dor del sexo, pero sí me parece que cuan­do esta ingre­sa den­tro de la órbi­ta de con­trol de la “cor­rec­ción políti­ca”, surge de inmedi­a­to una absur­da hiper­reg­u­lación de lo humano mis­mo. Es entonces cuan­do las rela­ciones afec­ti­vas, amorosas y sex­u­ales se con­vierten en su propia sáti­ra. La idea de una “respon­s­abil­i­dad sexo-afec­ti­va”, donde todos los ele­men­tos inter­cam­bi­ables entre dos per­sonas deben ser pre­vis­tos y claros, como si se tratara de un con­tra­to, ¿no es satíri­co en sí mis­mo? La deman­da abso­lu­ta de certezas, reg­u­la­ciones y nor­mas resul­ta siem­pre en lo más inhu­mano posi­ble. Por eso la lit­er­atu­ra satíri­ca tiene mucho que decir aunque lam­en­ta­ble­mente, por lo menos en Buenos Aires, es uno de los géneros menos habit­uales. En cam­bio se habla del real­is­mo, o inclu­so se insiste en la “cróni­ca nar­ra­ti­va”, que ya está bas­tante desar­ma­da por los efec­tos expan­sivos de su pro­pio núcleo, que es la mala “lit­er­atu­ra del yo”.

¿Cómo le expli­carías a un extran­jero lo que es la lit­er­atu­ra argenti­na hoy? 

Como en todos lados, supon­go que en la lit­er­atu­ra argenti­na hay cosas bue­nas y cosas malas, y tam­bién hay una lit­er­atu­ra más “políti­ca” y otra más “pasatista”. Tam­bién hay, como bue­na parte del resto del mun­do, una lit­er­atu­ra muy acen­tu­a­da en las escritoras y en la cuestión femeni­na, lo cual, como ocurre con toda moda com­er­cial, sirve para que se pro­duz­can cosas bue­nas y cosas malas (aunque es cier­to, prob­a­ble­mente en este caso pre­domine lo malo, pero eso siem­pre pasa en la cur­va final de las grandes modas). Luego, hay un enorme aban­i­co edi­to­r­i­al más allá de los dos o tres grandes sel­l­os multi­na­cionales. Soy parte de la revista Paco e inclu­so nosotros edi­ta­mos libros de papel. En tér­mi­nos gen­erales, y a pesar de las muchas peripecias, no veo al aban­i­co edi­to­r­i­al menos salud­able que en otros momen­tos. Hay una lit­er­atu­ra y hay sel­l­os edi­to­ri­ales inde­pen­di­entes que asumen una estéti­ca lib­er­al, y hay una lit­er­atu­ra y hay sel­l­os que asumen una estéti­ca pro­gre­sista, y ambas con­viv­en, aún si no dis­cuten tan­to como deberían. Para pon­er­lo en pocas pal­abras, no veo que nadie pue­da decir en serio que le fal­ten el espa­cio o la opor­tu­nidad para escribir y pub­licar lo que quiera, siem­pre y cuan­do sea sen­sato respec­to a lo que impli­ca esta lib­er­tad de elegir.

Con la pan­demia, el cam­po cul­tur­al lati­noamer­i­cano parece dina­mi­ta­do. Tan­to even­to vir­tu­al licuó la noción de tra­ba­jo, la sobre­ex­plotación mostró que no hay inter­cam­bio de ideas, solo la explotación lab­o­ral. El cam­po de la edi­ción parece haber queda­do dis­minui­do. ¿Habrá un rebrote en el buen sentido?

Las grandes edi­to­ri­ales están reple­gadas en lo seguro, es decir, en lo que creen que se vende, aunque con casi total seguri­dad se tra­ta de una ofer­ta que tiende a expul­sar cada vez más a cualquier lec­tor exi­gente. De hecho, muchas de estas novedades indi­gentes sur­gen direc­ta­mente de las redes sociales en for­ma de tran­scrip­ciones encuader­nadas de lo mis­mo que se puede leer en Twit­ter o Face­book. En tal caso, puedo con­tar­les sobre Edi­ciones Paco. Nosotros vamos a sacar este año tres libros en papel que cuyo canal de ven­ta es dig­i­tal, lo cual quiere decir que, por aho­ra, esta­mos por fuera del ser­vi­cio de dis­tribu­ción en grandes libr­erías. Sin embar­go, nue­stros libros cir­cu­lan y se leen. Si eso es por un golpe de suerte, si es por su cal­i­dad (lo cual es más prob­a­ble) o si es porque la cuar­ente­na hizo que la com­pra por platafor­mas fuera más habit­u­al que antes, es una dis­cusión aparte. Tal vez ya no jue­ga tan­to dónde está un libro sino cómo encontrarlo. 

Por­ta­da de En guer­ra con la piel, de Nicolás Mavakis

La idea de una “respon­s­abil­i­dad sexo-afec­ti­va”, donde todos los ele­men­tos inter­cam­bi­ables entre dos per­sonas deben ser pre­vis­tos y claros, como si se tratara de un con­tra­to, ¿no es satíri­co en sí mis­mo? La deman­da abso­lu­ta de certezas, reg­u­la­ciones y nor­mas resul­ta siem­pre en lo más inhu­mano posible.

¿Existe algún mapa de medios alter­na­tivos en Lati­noaméri­ca, con algu­na ded­i­cación a la cul­tura y a la políti­ca, o es la pre­sión por el “click­bait” la predominante?

Estoy más de acuer­do con la segun­da parte de la pre­gun­ta. Creo que ya ni siquiera hay medios sino autores que pueden apare­cer en un medio u otro. En algunos son más libres de escribir lo que quieren, en otros no tan­to. En algunos tienen algo que decir, en otros no dicen nada. Más que un mapa de medios, me parece que hay momen­tos en los cuales cier­tos autores encuen­tran un lugar y un momen­to donde puede pen­sar y pub­licar lo que quier­an sin may­or inter­fer­en­cia. Yo no sigo medios, sigo autores. “Autores peri­odís­ti­cos”, quiero decir, que de repente escriben en un lugar o en otro.

Seúl, Moscú, Latinoamérica

Alexan­der Dug­in lee el binomio de la izquier­da y la derecha como parte de la mis­ma mod­ernidad cap­i­tal­ista lib­er­al. En La cuar­ta teoría políti­ca (2013) for­mu­la un suje­to políti­co vin­cu­la­do al con­cep­to del ser en sí de los pueb­los, la con­jun­ción de lo míti­co y lo políti­co; den­tro de ese con­cep­to mul­ti­po­lar, de esa raíz míti­ca de la comu­nidad humana. ¿Cuál crees que sería el suje­to políti­co de Améri­ca Latina?

Si lo supiera sería un líder de masas, y sería un líder ter­ri­ble. Llegué al pen­samien­to de Alexan­der Dug­in (1962) a través de sus dis­cu­siones con el filó­so­fo core­ano Byung-Chul Han (1959). Han es un pen­sador de ori­gen hei­deg­ge­ri­ano, Dug­in tam­bién. Lo intere­sante es que Dug­in dis­cute con Han sobre esa esfera común que él lla­ma glob­al­is­mo. Ahí la pre­gun­ta es cómo uno y otro ven la posi­bil­i­dad de ese suje­to políti­co esen­cial, si es míti­co, si es una cuestión de la tier­ra mis­ma, del ter­ri­to­rio con su his­to­ria. Para Dug­in esto tiene sen­ti­do en su lec­tura del per­o­nis­mo como indi­cador de una gran iden­ti­dad lati­noamer­i­cana, y ahí surge el para­lelis­mo entre lo que Vladimir Putin inten­ta hac­er des­de Rusia a par­tir de lo que Dug­in lla­ma “euroasian­is­mo”, que es un nom­bre dis­tin­to para referirse a lo que antes fue la exten­sión ter­ri­to­r­i­al de la Unión Soviéti­ca. Han, con la mis­ma esen­cia hei­deg­ge­ri­ana, dice que no, que esa pre­gun­ta por la esen­cia de la políti­ca está más olvi­da­da que nun­ca. En tal caso, me iden­ti­fi­co más con las intu­iciones de Han que con las intu­iciones de Dug­in. Porque la iden­ti­dad lati­noamer­i­cana, ¿dónde empezaría? ¿Dónde ter­mi­naría? ¿Incluye Ecuador o no? ¿Lle­ga has­ta Méx­i­co? ¿Incluye a los lati­noamer­i­canos que se van a Europa soñan­do con ser europeos? En este sen­ti­do, soy un poco más escép­ti­co, más pes­imista, como diría Han. Pero lo que para Dug­in sí tiene sen­ti­do es pen­sar en la sober­anía políti­ca que puedan con­stru­ir los país­es de Lati­noaméri­ca. Después de la pan­demia, en un mun­do mul­ti­po­lar, es una pre­gun­ta intere­sante en tér­mi­nos políti­cos, pero no sé si en tér­mi­nos de un “suje­to políti­co esencial”.

¿Cómo ves tú en Argenti­na a la comu­nidad? Por lo menos en esta zona de los Andes, la comu­nidad aún fun­ciona fuerte­mente. Esta la dinámi­ca comu­ni­taria indí­ge­na más allá del embate de las redes. Pero existe ese embate, quizá per­di­en­do la pulsea­da con la dinámi­ca indi­vid­u­al­izado­ra y atom­izante de las urbes. ¿Cómo ves tú esto en el Cono Sur?

Te puedo decir un poco de lo que veo en Buenos Aires. Con la pan­demia y la cuar­ente­na, y después del espec­tac­u­lar empo­brec­imien­to que provocó el gob­ier­no lib­er­al abso­lu­ta­mente fal­li­do de Mauri­cio Macri, la brecha entre las clases sociales es mucho más pro­fun­da, lo cual vuelve más com­ple­ja la idea mis­ma de “comu­nidad”. Si me dis­cul­pan, me voy a pon­er más pes­imista todavía. En La sociedad palia­ti­va (2020), uno de sus últi­mos libros, Han habla de una “pos­democ­ra­cia”, es decir, de un mun­do tan desigual que la democ­ra­cia ya no parece servir para mucho. Y esto vuelve a la pre­gun­ta por el sen­ti­do de una comu­nidad. Podríamos pre­gun­tarnos, ¿comu­nidad en torno a qué? ¿Al más puro indi­vid­u­al­is­mo? No sé en Ecuador, pero en Argenti­na ten­emos gru­pos en favor de las vac­u­nas enfrenta­dos a gru­pos anti­va­c­u­nas. O sea que ni siquiera hay un con­sen­so abso­lu­to respec­to a vac­u­narse ante un virus mor­tal. Esta dis­pu­ta me parece sig­ni­fica­ti­va, ya que habla acer­ca de una abso­lu­ta con­fusión frente a lo que, en teoría, se pre­sen­ta como un acto de sober­ana lib­er­tad indi­vid­ual. No vac­u­narse no es un acto de lib­er­tad indi­vid­ual sino sim­ple estu­pid­ez crim­i­nal. Es en este pun­to donde dejaría todavía pen­di­ente algu­na respues­ta tran­quil­izado­ra acer­ca de la “comu­nidad”. 

¿Ese ser en sí en los Andes podría ser el núcleo del Tahuan­tinsuyo? Dig­amos, el pen­samien­to katarista, el indi­genis­mo, inclu­so algu­nas ten­den­cias que a veces pare­cen de cien­cia fic­ción en el Perú, vin­cu­ladas a un nacional­is­mo, a la cuestión pre­his­páni­ca, mez­cla­do con ele­men­tos de izquier­da, o a veces inclu­so con ele­men­tos de extrema derecha. ¿Cómo ves esto?

Para retomar a Han, vivi­mos una época de máx­i­ma desigual­dad. No lo dicen los filó­so­fos ni lo digo yo, lo dice el econ­o­mista Thomas Piket­ty; está demostra­do que en los últi­mos 100 años nun­ca hubo tan­ta desigual­dad, nun­ca hubo tan­ta difer­en­cia entre los ricos y los pobres, como aho­ra. A la vez, con la pan­demia, los que eran ricos se hicieron más ricos, y los que eran pobres se hicieron más pobres. Y no sola­mente se pro­fun­dizó la desigual­dad, el encier­ro y nues­tra depen­den­cia de las platafor­mas dig­i­tales, de las pan­tallas, tam­bién exac­er­bó más que nun­ca nue­stro nar­ci­sis­mo. En con­se­cuen­cia, nun­ca fuimos tan cau­tivos de la desigual­dad y de la soledad como aho­ra. Entonces, ¿qué tipo de comu­nidad sería capaz de incluirnos a todos? Para volver a la figu­ra de quienes se opo­nen a las vac­u­nas: en una época de máx­i­ma opre­sión téc­ni­ca y máx­i­ma desigual­dad económi­ca, sin duda hay dis­tin­tos movimien­tos ide­ológi­cos a la búsque­da de algo que se parez­ca o al menos se perci­ba como lib­er­tad. Y más allá de que a veces sean movimien­tos de extrema derecha o extrema izquier­da, lo que se repite es ese anh­elo, el deseo gen­uino de lib­er­arse. Pero, ¿lib­er­arse de qué? ¿Ten­emos claro qué es lo que nos oprime?

El con­sumo de iden­ti­dades de este mun­do glob­al­ista que plantea Dug­in, esa exac­er­bación del indi­vid­uo, la fan­tasía de la Fed­eración de Star Trek, de ese otro que está domes­ti­ca­do, cor­ta­do de la raíz de la ver­dadera iden­ti­dad étni­ca o cul­tur­al, de esa especie de plu­ral­i­dad supues­ta de la mod­ernidad, la democ­ra­cia de indi­vid­u­os ante el Esta­do. Esas fal­sas iden­ti­dades como un instru­men­to de dom­i­nación del Impe­rio Atlán­ti­co sion­ista. ¿Real­mente son iden­ti­dades vacías, el con­sumo de esa plu­ral­i­dad de causas que car­ac­ter­i­za tam­bién la posmodernidad?

Dug­in no miente, toda dis­cusión de una políti­ca iden­ti­taria impi­de dis­cu­tir la dis­tribu­ción de riqueza. En eso no hay ningu­na duda. En Argenti­na podés ele­gir tu género, es decir, cómo te “autop­ercibís”, al mis­mo tiem­po que tu salario se vuelve cada mes menos valioso, los pre­cios suben, la inser­ción en el mer­ca­do for­mal resul­ta más difi­cul­tosa y las ilu­siones de algún tipo de ascen­so social se difumi­nan. Dug­in describe muy bien estas ilu­siones dis­ol­ventes de lib­er­tad con­se­cuentes con el glob­al­is­mo y su mer­ca­do de iden­ti­dades. Aho­ra bien, no sé si Vladimir Putin podría resolver esto de una man­era en la cual fuéramos “más libres”. La máquina soviéti­ca (2021), la nov­ela de Sebastián Rob­les, es un dar­do en la oscuri­dad jus­to al cen­tro de este asun­to. Ahí Rob­les nos invi­ta a pre­gun­tarnos qué rep­re­sen­ta Stal­in hoy. ¿Es la figu­ra del padre que no está más, un padre que te diría qué hac­er? Pero si vivi­mos en un indi­vid­u­al­is­mo gen­er­al­iza­do, ¿cómo alguien me va a decir quién soy, lo que ten­go que hac­er, si yo me “autop­erci­bo” y me “autodefi­no” según mis pro­pios intere­ses? En todo caso, Dug­in tam­bién habla con mucho cri­te­rio acer­ca de la sober­anía nacional: la necesi­dad de pen­sar cómo el pro­pio Esta­do debe definir sus pri­or­i­dades, su agen­da, su ter­ri­to­rio, su economía, para no quedar en manos de la tram­pa globalista.

Por­ta­da de Byung-Chul Han y lo políti­co, de Nicolás Mavrakis

En La sociedad palia­ti­va (2020), uno de sus últi­mos libros, Han habla de una “pos­democ­ra­cia”, es decir, de un mun­do tan desigual que la democ­ra­cia ya no parece servir para mucho. Y esto vuelve a la pre­gun­ta por el sen­ti­do de una comu­nidad. Podríamos pre­gun­tarnos, ¿comu­nidad en torno a qué? ¿Al más puro indi­vid­u­al­is­mo? No sé en Ecuador, pero en Argenti­na ten­emos gru­pos en favor de las vac­u­nas enfrenta­dos a gru­pos anti­va­c­u­nas. O sea que ni siquiera hay un con­sen­so abso­lu­to respec­to a vac­u­narse ante un virus mor­tal. Esta dis­pu­ta me parece sig­ni­fica­ti­va, ya que habla acer­ca de una abso­lu­ta con­fusión frente a lo que, en teoría, se pre­sen­ta como un acto de sober­ana lib­er­tad indi­vid­ual. No vac­u­narse no es un acto de lib­er­tad indi­vid­ual sino sim­ple estu­pid­ez criminal.