Antena Matriota

Organizar la rabia

Retrato/Ilustración por Sonia Casares.

—Entre­vista a Veróni­ka Mendoza—

El reto de Améri­ca Lati­na para el siglo XXI, con­tinúa sien­do la lucha con­tra su des­ti­no impuesto de enclave neo­colo­nial. El reto sigue sien­do la eman­ci­pación ante los mod­e­los de los Esta­dos oligárquicos colo­niales que después de las rev­olu­ciones lib­erales devinieron en Esta­dos lib­erales oligárquicos, los cuales se mod­ern­izaron para ser estos Esta­dos plu­tocráti­cos oligárquicos que ten­emos, todos ellos autori­tar­ios, así sean de for­mas democráti­cas o dic­ta­to­ri­ales; todos han sido piezas angu­lares para el mod­e­lo pri­mario expor­ta­dor, deter­mi­na­do por el mer­ca­do mundi­al de los cen­tros de acu­mu­lación y desarrollo.

Una dic­tadu­ra cívi­ca en mar­cha, la urgente necesi­dad de una Con­sti­tuyente pop­u­lar des­de y para el pueblo para dotar de legit­im­i­dad a un Esta­do fal­li­do, la repre­sión y la necrop­olíti­ca des­de las elites, el con­trol del apara­to pro­duc­ti­vo local de man­era cada vez más direc­ta con pres­en­cia mil­i­tar extran­jera; todo esto, quizá parece una situación de los seten­tas o sesen­tas del siglo pasa­do, pero no, es parte con­sti­tu­ti­va de un pro­ce­so con­vul­so de la actu­al­i­dad peru­a­na y lati­noamer­i­cana. Sub­de­sar­rol­lo estruc­tur­al, nada nue­vo, pero en un momen­to de rad­i­cal­ización de la voraci­dad del mod­e­lo neolib­er­al y su pen­e­tración en la sub­je­tivi­dad de las sociedades, en tán­dem con las con­tradic­ciones geopolíti­cas glob­ales de dimen­siones incon­men­su­rables por la dis­pu­ta de la hege­monía entre un mod­e­lo mul­ti­po­lar que desplaza poco a poco a una glob­al­ización unipolar. 

De esto y más con­ver­samos con Veróni­ka Men­doza (Cus­co, 1980) en días pasa­dos; Veróni­ka Men­doza ha sido can­di­da­ta a la pres­i­den­cia del Perú en 2016 por el  Frente Amplio y en 2021 por Jun­tos por el Perú; luego fue Con­gre­sista  por la cir­cun­scrip­ción de Cus­co por Gana Perú. Durante su labor leg­isla­ti­va, fue vicepres­i­den­ta de la Comisión de Cul­tura y Pat­ri­mo­nio Cul­tur­al y miem­bro tit­u­lar en la Comisión de Pueb­los Andi­nos, Amazóni­cos y Afrope­ru­anos, Ambi­ente y Ecología. Actual­mente es diri­gente de Nue­vo Perú , miem­bra acti­va de Fem­i­nista Inter­na­cional y una de las ref­er­entes de la izquier­da lati­noamer­i­cana contemporánea. 

Matri­o­ta: Vienes de madre france­sa y padre cusqueño, ambos mil­i­tantes de izquier­da, tu padre estu­vo vin­cu­la­do al sindi­cal­is­mo cusqueño, te for­maste en Perú y París ¿Cuál es tu lec­tura, des­de la expe­ri­en­cia per­son­al y tam­bién des­de la reflex­ión social, de esta imbri­cación entre Améri­ca lati­na y Europa en este siglo XXI ¿algo ha cam­bi­a­do o en el fon­do seguimos en las mis­mas épocas pretéritas?

Veróni­ka Men­doza: Creo que esta relación la vivi­mos de man­era muy com­ple­ja, ambigua, tirante. Clara­mente me sitúo como peru­a­na y lati­noamer­i­cana, aquí es donde nací. Ten­go una madre france­sa, aprendí mucho de la cul­tura euro­pea, pero mi corazón está aquí en el Perú. Siem­pre hemos vis­to a Europa como el mod­e­lo a seguir en tér­mi­nos de democ­ra­cia, en tér­mi­nos de pro­gre­so económi­co, de bien­es­tar y, al mis­mo tiem­po, como un cen­tro de opre­sión colo­nial, por la vie­ja huel­la en nues­tra his­to­ria pasa­da, pero que sigue vigente en las secue­las de racis­mo, de cla­sis­mo que suf­rimos des­de Europa, pero tam­bién den­tro de nue­stro pro­pio ter­ri­to­rio, entre dis­tin­tos frag­men­tos de nues­tra propia sociedad. Pero creo que eso está mutan­do, porque Europa, den­tro de esta ambigüedad y com­ple­ji­dad tirante que antes men­ciona­ba, se está des­dibu­jan­do com­ple­ta­mente, porque la democ­ra­cia lib­er­al hace agua ante la emer­gen­cia de una ultra­derecha cada vez más vio­len­ta y fascista. Hoy vemos cómo Europa, que otro­ra era ref­er­ente, aunque fuera sim­bóli­ca­mente, de la defen­sa de los dere­chos humanos, es un cóm­plice enmude­ci­do de guer­ras y geno­cidios en el Sur glob­al. Es doloroso, pero tam­bién desafi­ante, porque nos con­vo­ca a mirar con may­or respon­s­abil­i­dad nue­stro pro­pio aporte como lati­noamer­i­canos a esta dis­pu­ta por un nue­vo orden glob­al, cuya recom­posi­ción esta vez no puede depen­der sola­mente de Europa, Esta­dos Unidos o Chi­na, tam­bién tienen que escucharse las voces del Sur glob­al, las voces de Améri­ca Lati­na y del Perú en par­tic­u­lar. Y ten­emos que pen­sar, entonces, cuál es nue­stro aporte a la civ­i­lización glob­al, en tér­mi­nos sim­bóli­cos, pero tam­bién con­cre­tos: ser una región de paz, de lucha por el cam­bio, de cuida­do de la vida y la madre naturaleza.

En el Cus­co ha pasa­do mucho en el ámbito de la lucha sindi­cal des­de finales del siglo XIX, con dos par­tic­u­lar­i­dades intere­santes. Primera­mente, no tuvo el desar­rol­lo indus­tri­al de otras urbes, por lo que sus bases sindi­cales no respon­den al “obrero” propi­a­mente dicho. La otra par­tic­u­lar­i­dad es que en var­ios momen­tos la lucha sindi­cal en Cus­co se da antes que en Lima y en otras ciu­dades, espe­cial­mente en las orga­ni­za­ciones estu­di­antiles. Tes­ti­mo­nios orales men­cio­nan la uti­lización del tér­mi­no “wer­ataqa”, una for­ma despec­ti­va de referirse a los comu­nistas ¿Cómo te influ­en­ció esa tradi­ción sindi­cal en tu for­ma­ción y pos­te­ri­or­mente en la vida política? 

Sí, ha habido una impor­tante tradi­ción sindi­cal en el Perú; y en el sur del Perú y en el Cus­co en par­tic­u­lar, pero, aunque esto haya sido nega­do, invis­i­bi­liza­do por la acad­e­mia y por la propia políti­ca, esta tradi­ción estu­vo siem­pre per­me­a­da por una iden­ti­dad campesina y sobre todo indí­ge­na. Aunque no fuéramos del todo con­scientes, ni en el momen­to, ni en el análi­sis pos­te­ri­or de esta dimen­sión, cuan­do se con­sti­tuyeron los movimien­tos sindi­cales, campesinos, en las primeras luchas por la recu­peración de la tier­ra que dieron lugar a la Refor­ma agraria, que luego ofi­cial­izó el Gen­er­al Velas­co Alvara­do, siem­pre estu­vo pre­sente esta inter­sec­ción entre la dimen­sión sindi­cal obr­era, y la clave indí­ge­na, con una fuerte dosis de reivin­di­cación iden­ti­taria y cul­tur­al, la mis­ma que ha vuel­to a emerg­er en el con­tex­to del últi­mo estal­li­do, donde un con­jun­to de orga­ni­za­ciones sociales, sindi­cales y políti­cas se han mov­i­liza­do con una deman­da políti­ca de respeto a la sober­anía pop­u­lar —respeto al voto, el ade­lan­to de elec­ciones, nue­va Con­sti­tu­ción— que incluye tam­bién, implíci­ta o explíci­ta­mente, la reivin­di­cación de su iden­ti­dad y cul­tura. Amplios sec­tores de la población que no se iden­ti­fi­ca­ban a sí mis­mos como indí­ge­nas o herederos de la tradi­ción indí­ge­na, empiezan a hac­er­lo. Aque­l­lo de lo que la heren­cia colo­nial los oblig­a­ba a sen­tir vergüen­za:  su ori­gen, su apel­li­do, su lengua, empiezan a reivin­di­car­lo con orgul­lo. Empiezan a asumir des­de esa iden­ti­dad un pro­tag­o­nis­mo políti­co que está removien­do a toda la sociedad y a la políti­ca peruana. 

El Perú vive en un Esta­do pri­va­do indi­rec­to, una car­ac­terís­ti­ca de la democ­ra­cia lib­er­al cap­i­tal­ista, par­tic­u­lar­mente en Améri­ca Lati­na. Luego de la vacan­cia y el encar­ce­lamien­to de Pedro Castil­lo ¿cómo es que el Perú aho­ra está bajo un rég­i­men cívi­co militar? 

Creo que es impor­tante remar­car que en diciem­bre pasa­do cumplimos un año del gob­ier­no de Dina Bolu­arte, de esta dic­tadu­ra cívi­co mil­i­tar, bajo el yugo de una coali­ción autori­taria, con­ser­vado­ra, mafiosa. No hay que con­fundir las cosas, Dina Bolu­arte es un títere oca­sion­al que por aho­ra le es fun­cional a esta coali­ción, pero que en cualquier momen­to pueden desechar. Lo que ten­emos es esta coali­ción lid­er­a­da por la ultra­derecha par­la­men­taria, ampara­da por los gru­pos de poder económi­co, el oli­gop­o­lio mediáti­co y, por supuesto, las Fuerzas Armadas y poli­ciales, que son las respon­s­ables direc­tas de la repre­sión más bru­tal que hayamos vivi­do en el Perú en las últi­mas décadas, con un sal­do de 70 muer­tos, de los cuales 49 son eje­cu­ciones extra­ju­di­ciales. Esto no lo digo yo, está doc­u­men­ta­do con videos, con peri­cias que han anal­iza­do no solo orga­ni­za­ciones de dere­chos humanos, sino organ­is­mos inter­na­cionales como la CIDH. Hablam­os de eje­cu­ciones extra­ju­di­ciales no solo por la can­ti­dad de asesina­dos, sino por el patrón que se ha segui­do en la repre­sión: las fuerzas del orden han dis­para­do direc­ta­mente al tórax, a la cabeza, o por la espal­da, como ocur­rió con Ros­ali­no Flo­res, un joven hijo de campesinos, de 22 años, que estu­di­a­ba gas­tronomía aquí en Cus­co, que recibió 36 perdigones de plo­mo por la espal­da mien­tras huía de la policía, no la esta­ba enfrentan­do. Así podríamos con­tar muchos otros ejem­p­los. Con esto quiero dar cuen­ta de la bru­tal­i­dad del rég­i­men, pero tam­bién de una de las causas más pro­fun­das de la cri­sis que esta­mos atrav­es­an­do: el pro­fun­do racis­mo y cla­sis­mo que nos atraviesa como sociedad, lega­do de estos 500 años de colo­nial­is­mo. Como Ros­ali­no, la abso­lu­ta may­oría de las víc­ti­mas eran campesinos o hijos de campesinos, indí­ge­nas quechuas o aymaras. 

Entonces, si vemos la cri­sis en clave más coyun­tur­al, podríamos decir que empieza en la segun­da vuelta de las elec­ciones pres­i­den­ciales de 2021, cuan­do la derecha y la ultra­derecha deci­den descono­cer la vol­un­tad pop­u­lar y empiezan a ale­gar un supuesto fraude. Des­de el primer día bus­caron vacar por todos los medios al entonces pres­i­dente Pedro Castil­lo, no como respues­ta a su gestión, sino porque no soporta­ban, no podían per­mi­tir que un campesino, que se había atre­v­i­do a cues­tionar su mod­e­lo y su orden colo­nial y neolib­er­al, fuera pres­i­dente. Lam­en­ta­ble­mente, Pedro Castil­lo, con su incon­sti­tu­cional y absur­do inten­to de golpe, de cierre del Con­gre­so, que resultó fal­li­do, les dio el pre­tex­to per­fec­to a la derecha y a la ultra­derecha para con­sumar el golpe que venían preparan­do meses atrás. Sin embar­go, esta cri­sis no empieza ni en 2021, ni en 2022, es el resul­ta­do de 30 años de neolib­er­al­is­mo depredador, con sus secue­las de pre­carización de la vida y del tra­ba­jo, de mer­can­tilización de los dere­chos, de depredación de la nat­u­raleza, y de 500 años de colo­nial­is­mo, con sus secue­las de racis­mo y cla­sis­mo; que no es solo des­de las élites hacia amplias may­orías de la sociedad, tam­bién nos atraviesa den­tro de la propia sociedad, den­tro de nues­tras propias familias. 

¿Qué posi­bil­i­dades tiene la izquier­da peru­a­na y lati­noamer­i­cana de rever­tir, o de hac­er un medi­ano con­trape­so a los intere­ses cor­po­ra­tivos en con­tu­bernio con las elites locales? ¿Otro mun­do es posible?

Sin lugar a dudas, por eso seguimos en la batal­la, a pesar de la impunidad de los mafiosos, a pesar de la per­se­cu­ción, la crim­i­nal­ización hacia quienes pro­ponemos cam­bios, de este cli­ma dic­ta­to­r­i­al que cier­ta­mente gen­era temor y ha hecho que se replieguen un poco las mov­i­liza­ciones. Tuvi­mos un nue­vo momen­to de mov­i­lización en diciem­bre pasa­do, esta­mos impul­san­do pro­ce­sos de artic­u­lación entre orga­ni­za­ciones sociales, políti­cas, sindi­cales, par­tidos, orga­ni­za­ciones de dere­chos humanos, colec­tivos cul­tur­ales, para poder resi­s­tir, para fre­nar a la mafia, para exi­gir jus­ti­cia para las víc­ti­mas de la repre­sión. Pero lo que nos está fal­tan­do, y esto prob­a­ble­mente nos va a tomar un poco más de tiem­po, es con­stru­ir una alter­na­ti­va políti­ca que conecte con la rabia y el har­taz­go de la gente, que sea capaz de ofre­cer un orden más jus­to, más democráti­co. Esper­an­za, eso es lo que hoy nos toca con­stru­ir. Toman­do en cuen­ta la cri­sis múlti­ple que atrav­es­amos a escala nacional —políti­ca, social, económi­ca, cul­tur­al, climáti­ca— pero tam­bién a escala glob­al; una sal­i­da a la cri­sis en el Perú no puede ser aje­na a lo que está pasan­do en el con­tex­to glob­al, donde esta­mos vivien­do un cam­bio de época, una dis­pu­ta que no es solo por la hege­monía en tér­mi­nos políti­cos y económi­cos, sino tam­bién civ­i­liza­to­rios. Esta­mos dis­putan­do lo que va a pri­mar en el sen­ti­do común de la humanidad en las próx­i­mas décadas o sig­los, esta­mos definien­do si va a pri­mar la cul­tura de la muerte o la cul­tura de la vida. Para eso ten­emos que ser capaces de fre­nar a las mafias, de enfrentar a la ultra­derecha, de conec­tar con la rabia y el har­taz­go de la gente, pero al mis­mo tiem­po de ofre­cer esper­an­za y una sal­i­da pro­fun­da­mente trans­for­mado­ra. Ya no podemos seguir apo­s­tan­do a sosten­er una democ­ra­cia lib­er­al en la que nadie cree. No solo la ultra­derecha no cree en la democ­ra­cia lib­er­al; nun­ca creyó, aunque en algún momen­to hizo el ademán de que creía; sino que el pro­pio pueblo ya no cree en esta democ­ra­cia que ya no le da lo que nece­si­ta. No podemos pre­tender seguir hacién­dole parch­es, arreg­los, maquil­la­jes a un mod­e­lo neolib­er­al que clara­mente está hacien­do agua. Creo que ese es nue­stro desafío como izquier­das en el Perú, a niv­el lati­noamer­i­cano y a niv­el glob­al: asumir el cam­bio de época, asumir la dimen­sión de la batal­la que esta­mos enfrentando.

Luego de la repre­sión y per­se­cu­ción que se des­en­ca­denó con­tra la izquier­da en el Perú durante el rég­i­men de Fuji­mori ¿cómo inten­tar con­stru­ir un poder pop­u­lar, coor­di­na­do con otros pro­ce­sos en Latinoamérica?

Para com­pren­der lo que está pasan­do en el Perú es impor­tante remar­car que la izquier­da fue víc­ti­ma durante las dos últi­mas décadas del siglo XX del ter­ror­is­mo, por un lado, de las orga­ni­za­ciones sub­ver­si­vas, par­tic­u­lar­mente de Sendero Lumi­noso, que tam­bién per­sigu­ieron a las izquier­das, asesinaron a líderes sociales, sindi­cales y políti­cos y, por otro lado, la dic­tadu­ra fuji­morista, que aniquilaron políti­ca y físi­ca­mente a muchos de sus lid­er­az­gos. Pero a pesar de que la izquier­da fue víc­ti­ma de este doble ter­ror, ter­minó estigma­ti­za­da como irre­spon­s­able y vio­len­ta. Con el golpe y la Con­sti­tu­ción del 93 “los vence­dores” insta­laron su nar­ra­ti­va en la que el ajuste y el neolib­er­al­is­mo son la sal­vación, pero tam­bién su nar­ra­ti­va antipolíti­ca y anti­izquierdista en la que “los inde­pen­di­entes” son los sal­vadores. Nos ha costa­do mucho y nos está costan­do aún des­per­cud­irnos de esta estigma­ti­zación que la derecha, la ultra­derecha y los medios de comu­ni­cación se empeci­nan en rea­v­i­var. Se habla mucho en Perú, prob­a­ble­mente han escucha­do hablar de este tér­mi­no, del ter­ruqueo; es la for­ma en la que las élites, los gru­pos de poder que no quieren cam­bios, estigma­ti­zan a quienes planteamos trans­for­ma­ciones pro­fun­das, no solo nos tildan de rebeldes, sino de ter­ror­is­tas, lo cual ter­mi­na legit­i­man­do la per­se­cu­ción políti­ca, la crim­i­nal­ización judi­cial, e inclu­so, la elim­i­nación físi­ca. Inclu­so aho­ra —vuel­vo a las 49 eje­cu­ciones extra­ju­di­ciales de las cuales habla­ba hace un momen­to— hay dece­nas de líderes sociales, sindi­cales y ciu­dadanos que están sien­do persegui­dos, crim­i­nal­iza­dos, proce­sa­dos por orga­ni­zación crim­i­nal, por apología al ter­ror­is­mo, algunos de los cuales inclu­so están en prisión pre­ven­ti­va, sola­mente por haber ejer­ci­do su dere­cho a la protes­ta. En estos momen­tos, por ejem­p­lo, hay cua­tro jóvenes campesinos de una comu­nidad de Pisac, aquí en Cus­co, que lle­van ya nueve meses de prisión pre­ven­ti­va por haber protes­ta­do en enero; es una for­ma de alec­cionar a la ciu­dadanía para que ya no se siga mov­i­lizan­do. Esas son las secue­las de la dic­tadu­ra fuji­morista que lam­en­ta­ble­mente siguen activas. 

“Pero lo que nos está fal­tan­do, y esto nos va a tomar un poco más de tiem­po, es con­stru­ir una alter­na­ti­va políti­ca que conecte con la rabia y el har­taz­go de la gente, que sea capaz de ofre­cer un orden más jus­to, más democráti­co. Esper­an­za, eso es lo que hoy nos toca construir”. 

¿Es posi­ble un pro­ce­so con­sti­tuyente en el Perú?

Sí, es el momen­to de un pro­ce­so con­sti­tuyente, el pueblo peru­ano ha toma­do con­cien­cia de que este mod­e­lo ya no da más, de que la cri­sis no es sola­mente coyun­tur­al, ni de gob­ier­no, sino que es una cri­sis pro­fun­da y estruc­tur­al, como resul­ta­do de estos 30 años de neolib­er­al­is­mo depredador y 500 años de colo­nial­is­mo. Eso se rev­ela clara­mente en las encues­tas: entre un 80% del pueblo peru­ano repu­dia a Dina Bolu­arte y exige su sal­i­da, un 90% repu­dia al Con­gre­so, pero tam­bién un 70% a niv­el nacional deman­da una Asam­blea Con­sti­tuyente y una nue­va Con­sti­tu­ción. Aho­ra, en las regiones del sur, donde estoy en estos momen­tos, se sitúa más bien entre un 80 y 90% de gente que deman­da una nue­va Constitución. 

Además, aunque la derecha y la ultra­derecha van a tratar de impedir­lo por todos los medios, yo diría que el pro­ce­so con­sti­tuyente ya empezó, quizás no en tér­mi­nos for­males aún; pero ya empezó en las con­cien­cias. Primero, por esta toma de con­cien­cia clara y may­ori­taria del pueblo peru­ano de que ya no se tra­ta de parch­es ni de maquil­la­je, de que nece­si­ta­mos cam­bios de fon­do; por otra parte, un amplio sec­tor del pueblo peru­ano que solía estar calla­do y cabizba­jo, porque así se lo exigía la opre­sión colo­nial, porque se le enseñó a ten­er vergüen­za de lo que era, de lo que sen­tía, de lo que habla­ba, hoy ha lev­an­ta­do la cabeza, ha alza­do la voz, no solo se ha atre­v­i­do a plantear una agen­da social, sino una deman­da políti­ca, a ejercer un pro­tag­o­nis­mo políti­co que antes le fue nega­do. Entonces el pro­ce­so con­sti­tuyente ya se abrió, aho­ra nece­si­ta­mos orga­ni­zar la rabia, nece­si­ta­mos artic­u­lar las dis­tin­tas ini­cia­ti­vas, las dis­tin­tas deman­das, las dis­tin­tas expec­ta­ti­vas, para poder coin­cidir no sola­mente en el rec­ha­zo a este mod­e­lo caduco, sino tam­bién poder coin­cidir en un proyec­to políti­co trans­for­mador y eman­ci­pador que se con­sagre en una nue­va Con­sti­tu­ción que esta vez sí esté escri­ta por el pueblo. Yo creo que sí es posi­ble, el pro­ce­so con­sti­tuyente ya se abrió camino.

En este pro­ce­so de ir con­struyen­do un nue­vo poder con­sti­tu­cional ¿qué rol tienen las mujeres? ¿Cuáles son los retos de un fem­i­nis­mo pop­u­lar en el Perú, o quizá de un fem­i­nis­mo indígena?

Aunque hayan sido invis­i­bi­lizadas, aunque sus voces hayan sido negadas, a lo largo de la his­to­ria de la resisten­cia en el Perú las mujeres han sido siem­pre pro­tag­o­nistas. Des­de Micaela Basti­das, Tomasa Tito Con­de­may­ta, que no eran sola­mente com­pañeras de aque­l­los hom­bres que lid­er­a­ban la ges­ta eman­ci­pado­ra, sino que esta­ban en el cam­po de batal­la, has­ta las mujeres campesinas que fueron pro­tag­o­nistas de las luchas por la recu­peración de la tier­ra pre­vias a la Refor­ma agraria. Inclu­so aho­ra, en el con­tex­to del últi­mo estal­li­do, las mov­i­liza­ciones en las calles han sido la may­oría de las veces lid­er­adas por mujeres campesinas, indí­ge­nas, de Cus­co, de Puno, de Ayacu­cho. Lid­er­adas y además orga­ni­zadas y sostenidas por las mujeres que son las que se han hecho car­go, no úni­ca, pero prin­ci­pal­mente, de la colec­ta de recur­sos para poder ase­gu­rar el trasla­do, la sub­sis­ten­cia de las del­e­ga­ciones que se mov­i­liz­a­ban en sus regiones, pero tam­bién iban has­ta Lima, son las que ase­gu­raron la ali­mentación en las ollas comunes, la salud y la aten­ción a los heri­dos víc­ti­mas de la repre­sión, pero tam­bién son las que han sido más dura­mente gol­peadas. Es cier­to que la may­oría de las víc­ti­mas mor­tales del últi­mo estal­li­do son hom­bres, jóvenes, prin­ci­pal­mente campesinos, indí­ge­nas o hijos de campesinos indí­ge­nas, pero las mujeres, al haber lid­er­a­do las mov­i­liza­ciones han sido bru­tal­mente reprim­i­das, cruda­mente insul­tadas y estigma­ti­zadas. Recuer­do mucho una ima­gen en la cual una del­e­gación de mujeres de Puno en Lima se mov­i­liz­a­ba de man­era abso­lu­ta­mente pací­fi­ca, muchas de ellas con sus hijos en la espal­da, en sus man­tas, sus llik­l­las, en un momen­to una de ellas se acer­ca a la policía con los bra­zos abier­tos invo­can­do a empa­ti­zar con su lucha, como dicién­dole: “tú tam­bién eres hijo del pueblo”, pero su abra­zo fue respon­di­do con lacrimó­ge­nas y palos. Pero las mujeres están resistien­do en los ter­ri­to­rios con­tra el extrac­tivis­mo depredador, defen­di­en­do sus lagu­nas, sus bosques, impul­san­do pro­ce­sos de trans­for­ma­ción des­de los ter­ri­to­rios, donde está otra clave del poder constituyente.

Porque cuan­do hablam­os de pro­ce­so con­sti­tuyente pen­samos mucho en la dimen­sión insti­tu­cional —la con­vo­ca­to­ria a la Asam­blea Con­sti­tuyente, la elec­ción de los con­sti­tuyentes, los con­tenidos de la nue­va Con­sti­tu­ción—, que cier­ta­mente es algo para lo que nos ten­emos que preparar y nos esta­mos preparan­do en el Perú. Pero debe­mos pen­sar tam­bién y sobre todo en que el pueblo es el sober­a­no, el dueño del poder con­sti­tuyente, y nada ni nadie le puede impedir que ejerza ese poder en su pro­pio ter­ri­to­rio. Creo que deberíamos val­o­rar y pro­mover con más fuerza estas ini­cia­ti­vas de resisten­cia en los ter­ri­to­rios, con expe­ri­en­cias de gestión de las riquezas de man­era par­tic­i­pa­ti­va por parte de los pro­pios pueb­los, con las expe­ri­en­cias de auto­go­b­ier­no que están empezan­do a pro­ducirse en la zona aymara o en la Ama­zonía con, por ejem­p­lo, la con­sti­tu­ción de gob­ier­nos ter­ri­to­ri­ales autónomos por parte de los pueb­los indí­ge­nas, que son una respues­ta a la abso­lu­ta deca­den­cia del Esta­do tal como lo hemos cono­ci­do. Cuan­do hablam­os de un pro­ce­so con­sti­tuyente, de un proyec­to políti­co trans­for­mador, no podemos pen­sar sola­mente en la dimen­sión estatal, insis­to en el ejer­ci­cio del poder pop­u­lar con­sti­tuyente des­de los ter­ri­to­rios, des­de expe­ri­en­cias conc­re­tas de auto­go­b­ier­no que se están dan­do en la zona rur­al, campesina, indí­ge­na, que ojalá tam­bién podamos pro­mover en las ciu­dades. Ahí está nue­stro gran desafío.

¿Qué papel debe ten­er el arte en la política?

Para mí son dos dimen­siones que están estrechamente imbri­cadas, te lo voy a pon­er con un ejem­p­lo muy con­cre­to y reciente. En las últi­mas mov­i­liza­ciones, de diciem­bre a mar­zo, todo el tiem­po la gente ha can­ta­do y baila­do, tam­bién ha luci­do sus mejores polleras, sus mejores pon­chos. Esa ha sido una de las for­mas más potentes de resi­s­tir, de protes­tar, de reivin­dicar una iden­ti­dad y pro­tag­o­nis­mo políti­co y cul­tur­al, plantear implíci­ta­mente una nue­va políti­ca. Las for­mas de orga­ni­zación, de mov­i­lización, las ollas comunes son tam­bién expre­sión de una tradi­ción, de una cul­tura colec­ti­va, sol­i­daria, comu­nal, que esta­mos empezan­do a rein­vin­dicar con más clar­i­dad y con­vic­ción. La dimen­sión artís­ti­ca y cul­tur­al es intrínse­ca a la políti­ca, es indis­pens­able para la batal­la que esta­mos libran­do. Hoy la batal­la se está libran­do en el ter­reno de los sen­ti­dos comunes, es una batal­la por la hege­monía cul­tur­al, en la cual la ultra­derecha nos ha esta­do ganan­do ter­reno con sus dis­cur­sos de odio, azuzan­do el miedo, han logra­do conec­tar con el alma de mucha gente. Ten­emos que ten­er un pro­gra­ma coher­ente, artic­u­la­do y trans­for­mador, que plantee una nue­va economía, un nue­vo Esta­do, pero tam­bién ten­emos que ser capaces de conec­tar con el alma del pueblo, con nues­tras propias almas, y ahí el arte tiene un papel fun­da­men­tal para conec­tar con las vibras más pro­fun­das de nue­stro ser.

¿Qué te roba el sen­timien­to, la músi­ca o la lit­er­atu­ra? ¿O ambas? 

¡La músi­ca! Somos un pueblo que can­ta y baila, que lo hace no sola­mente en búsque­da de goce, sino como una for­ma de luchar, de resi­s­tir, de sosten­er la esper­an­za en estos tiem­pos difí­ciles. No puedo evi­tar pen­sar, por todo lo que hemos con­ver­sa­do, en una can­ción que ha res­on­ado a lo largo y ancho del país, que ha acom­paña­do todas las mov­i­liza­ciones de estos últi­mos meses al rit­mo de ban­da puneña que mues­tra la impor­tan­cia de la músi­ca para la resisten­cia de los pueblos:

Esta democ­ra­cia ya no es democ­ra­cia,

Dina asesina el pueblo te repudia

Suel­dos mil­lonar­ios para los corruptos

Balas y fusiles para nue­stro pueblo […]”

Recien­te­mente me ha gus­ta­do releer a José María Arguedas, por la del­i­cadeza y la pro­fun­di­dad con la que devela el alma del pueblo peru­ano, esa alma indí­ge­na, de la cual no ten­emos mucha con­cien­cia aún, aunque se va des­per­tan­do cada vez más. Y, sin lugar a dudas, es total­mente per­ti­nente releer a Mar­iátegui en estos momen­tos, porque hace cer­ca de 100 años ya nos habla­ba de una cri­sis glob­al, de la necesi­dad de librar una batal­la cul­tur­al para ase­gu­rar que la sal­i­da a esta cri­sis no sea el odio, la vio­len­cia y el fas­cis­mo, sino la democ­ra­cia, la eman­ci­pación, la jus­ti­cia y la belleza, porque Mar­iátegui nos decía que nues­tra lucha no es solo por el pan, sino tam­bién por la belleza.

Veróni­ca Men­doza en un meet­ing en Cus­co, 2022

“Por otra parte, un amplio sec­tor del pueblo peru­ano que solía estar calla­do y cabizba­jo, porque así se lo exigía la lóg­i­ca colo­nial, porque se le enseñó a ten­er vergüen­za de lo que era, de lo que sen­tía, de lo que habla­ba, hoy ha lev­an­ta­do la cabeza, ha alza­do la voz, no solo se ha atre­v­i­do a plantear una agen­da social, sino una deman­da políti­ca, ejercer un pro­tag­o­nis­mo políti­co que antes le fue nega­do, hoy es la rev­elación que esta­mos vien­do en medio de esta crisis”.