Antena Matriota

Los libros por asalto

— Entre­vista a Paco Igna­cio Tai­bo II—

Ilus­tración por Fran­cis­co Galár­ra­ga.

“Cada res­ur­rec­ción te hará más soli­tario”, este ver­so de César Dávi­la Andrade es el epí­grafe que abre Regre­so a la mis­ma ciu­dad cuan­do llovía (1989), Héc­tor Belas­coarán Shayne resuci­ta, aunque fue abalea­do en No habrá final feliz (1989), el detec­tive (tuer­to ve mejor que nun­ca) cruza otra vez por la Glo­ri­eta del Metro Insur­gentes: los gri­tos de los muros, los muñones de los per­iódi­cos, esos nubar­rones son el sis­tema políti­co en descom­posi­ción, la sim­u­lación tiem­bla; la extrac­ción de cuer­pos se eje­cu­ta: el movimien­to estu­di­antil, las orga­ni­za­ciones campesinas… con­tra todo lo que sur­ja des­de lo común para obstru­ir al caos. La nov­ela poli­cial es nov­ela políti­ca, esa es la insis­ten­cia de Paco Igna­cio Tai­bo II (Guijón,1949), nov­el­ista, his­to­ri­ador, doc­u­men­tal­ista, direc­tor gen­er­al de la edi­to­r­i­al más impor­tante del mun­do his­páni­co, el Fon­do de Cul­tura Económi­ca (FCE) de Méx­i­co, Tai­bo II es uno de los int­elec­tuales insignia de la Cuar­ta Transformación.

“Es la His­to­ria, en cam­bio, una nov­ela de la ver­dad — escribe el nar­rador de La lejanía del tesoro (1992), trazan­do una poéti­ca que auna lo mon­u­men­tal con lo ínti­mo—, hecha con mate­ri­ales de bor­des vagos y deshi­lacha­dos, despeñadero de ilu­siones, gran tela reple­ta de remien­dos, impre­ciso traza­do de car­reteras. Y sin embar­go tam­bién es afor­tu­nada­mente la his­to­ria, lit­er­atu­ra del ful­gor inex­ac­to. Y más aún la nues­tra, y majes­tu­osa, aque­l­la que por for­tu­na nos cupo vivir como gen­eración empeña­da en con­stru­ir una patria de los despo­jos colo­niales, pro­te­gién­dola de la voraci­dad de la sotana, la rapiña impe­r­i­al, del egoís­mo nat­ur­al al conservadurismo”.

La his­to­ria nar­ra­ti­va y el nue­vo peri­odis­mo tienen en Tai­bo II al bió­grafo de dos pro­tag­o­nistas de la his­to­ria del con­ti­nente: Ernesto Gue­vara, tam­bién cono­ci­do como El Che (1996), Pan­cho Vil­la. Una biografía nar­ra­ti­va (2006). Vil­la era un exper­to en las incur­siones noc­tur­nas, en cap­turar con­voyes de trenes, en expropi­ar ban­cos, minas y hacien­das para finan­ciar la avan­za­da de la División del norte. De incóg­ni­to en el Con­go, el Che Gue­vara con­struyó un vín­cu­lo con el Panafrican­is­mo rev­olu­cionario. Tan­to Vil­la como el Che fusilaron a geno­ci­das y a golpis­tas, la leyen­da negra trató de endil­gar­les los crímenes de los con­trar­rev­olu­cionar­ios, pero no han podi­do entur­biar sus mitos, ni sus vidas.

Saltan­do de la nov­ela negra, la his­to­ria, el doc­u­men­tal, como en Muer­tos incó­mo­d­os (2005), escri­ta a cua­tro manos con el Sub­co­man­dante Mar­cos, Matri­o­ta le robó unos momen­tos a Tai­bo II para con­ver­sar, jus­ta­mente cuan­do aca­ba de man­dar a la imprenta su nue­vo libro, Los ale­gres mucha­chos de la lucha de clases.

Una hora inesperada 

Matri­o­ta: Cuál es el reto de las políti­cas de fomen­to a la lec­tura en Améri­ca Lati­na para que el libro sea una her­ramien­ta de eman­ci­pación de las clases pop­u­lares, una vac­u­na con­tra el con­sumo transna­cional, con­tro­la­do por el apara­to indus­tri­al mil­i­tar ¿Cuál ha sido la expe­ri­en­cia del Fon­do de Cul­tura Económi­ca en estos años? 

Paco Igna­cio Tai­bo II: Mira, cuan­do tomamos el con­trol del Fon­do de Cul­tura Económi­ca (FCE) en Méx­i­co y por lo tan­to de nues­tra operación en todo el resto de Améri­ca Lati­na; pien­sa que ten­emos casas en Ecuador, pero tam­bién en Venezuela, en La Habana, en Chile, en Argenti­na, en Guatemala, una muy impor­tante en Colom­bia; nue­stro reto era desar­rol­lar el proyec­to en pro­fun­di­dad en Méx­i­co, luego, lenta­mente empezar a exten­der­lo en nues­tras otras fil­iales. Entonces, adop­ta­mos algu­nas medi­das, muy rápi­do, a días de haber toma­do el con­trol del FCE. La primera: bajar el pre­cio de los libros. Así de sen­cil­lo. Porque era evi­dente que la políti­ca que esta­ban desar­rol­lan­do las transna­cionales en Améri­ca Lati­na era menos lec­tores que paguen más, y, por lo tan­to, tira­jes más bajos. Tuvi­mos que redis­eñar económi­ca­mente los cos­tos de pro­duc­ción. El FCE edi­ta un libro y medio al día en todas sus colec­ciones: las colec­ciones infan­tiles, las colec­ciones de cien­cias sociales, los Bre­viar­ios. Entonces bajamos de golpe el pre­cio de los Bre­viar­ios, per­di­en­do mucho del mar­gen de ganan­cia, pero aumen­tan­do el número de ejem­plares. Subi­mos los tira­jes de todos nue­stros libros, de acuer­do al públi­co que bus­camos en cada sec­tor, creamos colec­ciones que eran claves para esto. La primera que nació fue Vien­tos del Pueblo, una colec­ción de libros que van de 20 a 11 pesos mex­i­canos, ponién­do­lo en dólares, de un dólar a un dólar con 20 cen­tavos, o un dólar con 70 cen­tavos cada uno, con tira­jes de 20, 30, 40 mil ejem­plares. Lle­va­mos ven­di­dos 5 mil­lones de Vien­tos al pueblo a lo largo de estos años, lo cual demostró que era obvio que si encon­tra­bas colec­ciones muy pop­u­lares podías lle­gar a núcleos de lec­tores que no accedían al libro por razones económicas.

Lo segun­do: cam­bi­amos nues­tra estruc­tura de comu­ni­cación y de pres­en­cia en el mun­do del libro mex­i­cano, poten­ci­amos el LibroBús, libr­erías ambu­lantes que lle­gan a lugares donde antes no había libros. Empezamos a par­tic­i­par en todas las ferias: las pop­u­lares, de ciu­dad chi­ca, de ciu­dad grande; con pres­en­cia de autores. Creamos algunos mecan­is­mos nuevos como los ten­di­dos uni­ver­si­tar­ios, donde los libros que ten­emos en bode­ga de cier­to tema los sacamos a mitad de pre­cio a las fac­ul­tades que tienen que ver con ese libro, por ejem­p­lo, libros de filosofía en la Escuela de Filosofía. Además, regalam­os libros a mae­stros y alum­nos de los que ten­emos descat­a­lo­ga­dos, porque el FCE tenía 11 mil­lones de libros repar­tidos en todo nue­stro uni­ver­so, pero no tenía capaci­dad para dis­tribuir, se qued­a­ban en el mun­do tradi­cional de la libr­ería. Luego, mejo­ramos nues­tras libr­erías, eso todavía lo esta­mos hacien­do, pero no es nada fácil; porque las vie­jas admin­is­tra­ciones con­struían libr­erías sin ton ni son, a par­tir de nego­cios chue­cos: “Ten­go un pri­mo, vamos a pon­er una libr­ería, vamos a pon­er­la den­tro de un museo, pero hay que pagar la entra­da al museo para lle­gar a la libr­ería”. Esta­mos en un pro­ce­so con­tin­uo de reg­u­lar­ización de 112 libr­erías en Méx­i­co. Creamos Clubes de lec­tura, salas de lec­tura con vol­un­tari­a­do, les dota­mos de libros para que arran­quen su sala de lec­tura. En estos momen­tos ya ten­emos 15.000 salas de lec­tura en Méx­i­co. En la medi­da en que estos ele­men­tos fun­cionaron en Méx­i­co: bajar el pre­cio de la pro­duc­ción, mejo­rar las redes de dis­tribu­ción, mod­i­ficar la políti­ca edi­to­r­i­al, lo empezamos a exten­der hacia el resto de Améri­ca Lati­na. Así surgieron nuevas salas de lec­tura en Guatemala, en Chile, en Colom­bia. Pero aún seguimos tropezan­do con prob­le­mas. El cos­to de trans­porte de los libros entre país­es de Améri­ca Lati­na es muy alto todavía, los tiem­pos de trans­porte son muy lentos, una novedad que sacamos en Méx­i­co tar­da tres o cua­tro meses en lle­gar a Quito, y si tiene que bajar has­ta la cos­ta, añádele 15 días más. Luego, están los cos­tos que tienes que añadir, más las tra­bas fis­cales. Cuan­do estás tra­ba­jan­do en Chile tienes un 19% de impuesto de IVA al libro. Pero vamos exten­di­en­do esta políti­ca hacia el con­jun­to de Améri­ca Lati­na, han cre­ci­do las fil­iales. Es posi­ble con­traat­acar al proyec­to neolib­er­al con una políti­ca de bajar el pre­cio de los libros, crear colec­ciones acce­si­bles, cam­biar las redes de dis­tribu­ción. El proyec­to neolib­er­al es bien sen­cil­lo, si hay dinero, sáca­lo lo más rápi­do posi­ble; es rentable si da dinero. Nosotros no ten­emos con­sum­i­dores, ten­emos lec­tores. Es cier­to, trata­mos de hac­er una edi­to­r­i­al que no pier­da dinero, pero la rentabil­i­dad va mucho más allá de un con­cep­to mer­can­til, tam­bién es un con­cep­to social; es rentable en la medi­da en que hace país, hace pueblo, orga­ni­za, dis­tribuye la sabiduría del libro.

Esta saga se devo­ra entre trayec­tos suce­sivos des­de el Metro Etiopía has­ta Copil­co, con lloviz­na y Del­i­cados.

La incur­sión masi­va del poli­ci­a­co se debe no solo al gan­cho de la intri­ga, es una lit­er­atu­ra que explo­ra en qué sociedad está pasan­do, qué es el crimen en nues­tra sociedad, allí está su fuerza.

Para Pas­cal Quig­nard actual­mente vivi­mos en una época de oblig­a­to­riedad musi­cal, en con­traste con los tiem­pos pre­mod­er­nos, en los cuales la músi­ca se escuch­a­ba en un lugar deter­mi­na­do, quizá una vez por sem­ana; en la actu­al­i­dad la músi­ca y la ima­gen gob­ier­nan en casi todos los espa­cios públi­cos y pri­va­dos, la lec­tura, en cam­bio, es un lugar excep­cional, una activi­dad a la que hay que abrir­le un espa­cio con­cre­to ¿Cómo gener­ar ese espa­cio excep­cional para los jóvenes en medio de la hiper­es­tim­u­lación mediática?

Hay que ir a las redes. Yo hago tik­toks, com­pañero, y me sien­to muy diver­tido cuan­do los hago. ¿Y qué digo? Deja de estar­le con los pinch­es dedos que se te van a afi­lar los pul­gares en el tele­foni­to y te rega­lo un poe­ma de cua­tro líneas, las puedes leer sin come­ter sac­ri­le­gio de veloci­dad infor­ma­ti­va. Las redes y el mun­do de la diver­sión se han vuel­to, por un lado, el gran espec­tácu­lo com­er­cial mane­ja­do por los aparatos com­er­ciales, lo cual es váli­do para la músi­ca y tam­bién para algunos sec­tores del libro, o para el deporte. Por otro lado, el entreten­imien­to banal y veloz como ofer­ta cul­tur­al. Hay que ir a incidir ahí para decir; vamos a un niv­el para arri­ba, vamos a dis­cu­tir en las redes. Las redes son un espa­cio priv­i­le­gia­do y mar­avil­loso, a veces están dom­i­nadas por mer­ce­nar­ios que cobran por insul­tar. Pero nor­mal­mente es un espa­cio de delirio, de jóvenes que son muy viejos y de viejos que son muy jóvenes, que deli­ran con gran capaci­dad para protes­tar, imag­i­nar, reírse. Lo que ten­emos que lograr es que el mun­do de la pal­abra escri­ta y pub­li­ca­da, el mun­do del libro, bien sea en for­matos dig­i­tales o en papel, entre a com­pe­tir en el mun­do de las redes, dicien­do: hay otras cosas, y a los que ganes, ya los ganaste, y a los que no ganes a lo mejor son anal­fa­betas fun­cionales, no los vas a poder ganar, están per­di­dos. Lle­garán a la uni­ver­si­dad y les dirán: ¿Tú lees? No, porque no ten­go tiem­po. ¡Jódete! te lo estás per­di­en­do. Ese es el men­saje: te lo estás perdiendo.

¿Qué impli­ca pro­ducir estéti­ca en condi­ciones de sub­de­sar­rol­lo en Améri­ca Latina?

Curioso, de tan­to repetírnoslo nos lo hemos creí­do: nece­si­tas una com­puta­do­ra de últi­ma gen­eración para poder escribir una nue­va nov­ela. No, una máquina de escribir mala, una Rem­ing­ton usa­da bas­ta. El prob­le­ma es romper los caminos de la cir­cu­lación del mate­r­i­al que gen­er­an los creadores, y no es nada fácil. En el mun­do del libro, de la pal­abra escri­ta, se creó durante los últi­mos 30 años una con­de­na: si tú tienes éxi­to, vas a ten­er acce­so a la dis­tribu­ción en tu país y pare de con­tar. Son escasísi­mas las fig­uras que tra­scien­den al con­jun­to del con­ti­nente. Nos ais­laron. El ais­lamien­to es tan potente que no lo rompes de un día para otro. Puede lle­gar a mi escrito­rio a través de nues­tra fil­ial en Quito una muy bue­na nov­ela de un autor ecu­a­to­ri­ano, y ten­go que hac­erme la maldita pre­gun­ta: ¿Voy a vender 20 ejem­plares en Méx­i­co de este descono­ci­do? Es un camino muchísi­mo más lento, vamos a crear en cada libr­ería una sec­ción de lit­er­atu­ra lati­noamer­i­cana nue­va, pues sí, pero va a ser una sec­ción que va a estar en una esquina y va a ten­er poco acce­so de los lec­tores. En estos momen­tos estoy hacien­do cin­co pro­gra­mas de tele­visión a la sem­ana, porque el Fon­do de cul­tura económi­ca (FCE) está blo­quea­do por los medios tradi­cionales, reac­cionar­ios y neolib­erales. Tuvi­mos que salir a hac­er la pro­mo­ción en canales públi­cos, en inter­net y en radio, teníamos que crear nues­tra propia dinámi­ca. Pero cuán­tos autores ecu­a­to­ri­anos puedes pro­mover por sem­ana, cuan­do tienes un uni­ver­so de pro­duc­ción como el que nosotros ten­emos ¿Uno? Y cuán­ta pro­mo­ción ¿cin­co min­u­tos en un pro­gra­ma de tele­visión hablan­do con él? Hay que picar piedra y hac­er camini­to, de tal man­era que no tienes pre­tex­to, ni el sub­de­sar­rol­lo, ni el infra sub­de­sar­rol­lo, ni el mer­ca­do podri­do pueden impedir que el tal­en­to emer­ja, sur­ja y sea autocríti­co. De repente, nos lle­gan de algunos lugares de Améri­ca Lati­na exce­lentes tes­ti­mo­nios, pero mal escritos, mal con­ta­dos. ¡Com­pañeros, hay que hac­er un esfuer­zo extra! A veces, un tema abso­lu­ta­mente descono­ci­do en otro rincón de Améri­ca Lati­na puede fun­cionar si está muy bien escrito. Muy bien escrito sig­nifi­ca sí crea gan­chos nar­ra­tivos, si es capaz de expre­sar más allá de la anéc­do­ta local. O sea, ten­emos habil­i­dad para rescatar tes­ti­mo­nio, pero nos fal­ta habil­i­dad para con­tar ese tes­ti­mo­nio. No todos los días surge un Rodol­fo Walsh, que sea capaz de con­tar muy bien lo que inves­ti­ga muy bien en ese espa­cio entre la his­to­ria y el tes­ti­mo­nio. Ten­emos que meter­le más pro­fun­di­dad nar­ra­ti­va a la cal­i­dad de nue­stros testimonios.

El arte del biógrafo 

Doc­u­men­tal, nov­ela, biografías… ¿Cómo fun­cio­nan los maridajes? 

En lo per­son­al, lle­vo años tratan­do de encon­trar las claves de lo que se lla­maría la his­to­ria nar­ra­ti­va. La his­to­ria es un género que impli­ca inves­ti­gación, pro­fun­di­dad, etcétera, pero no tiene porque ser nar­ra­da en tér­mi­nos de cien­cia exac­ta y oscu­ra, no depende de la can­ti­dad de las notas de pie de pági­na la cal­i­dad de lo que estás pro­ducien­do. La his­to­ria tam­bién es un género nar­ra­ti­vo ¿Qué he hecho en lo per­son­al durante estos años? Ajus­tar la idea de que no bas­ta con pro­fun­di­dad de inves­ti­gación sobre temas en Améri­ca Lati­na: la his­to­ria del Che, de Anto­nio Gui­t­eras en Cuba en los años trein­ta, las his­to­rias que recu­pero en La lib­er­tad (2022), o en Patria (2020) sobre el lib­er­al­is­mo arma­do del siglo XIX mex­i­cano. No bas­ta con eso, además tienes que saber cómo con­tar­lo, tienes que incor­po­rar el arte nar­ra­ti­vo, no puedes enlis­tar 14 gen­erales sin saber quiénes son y de dónde vinieron. Tienes que proce­sar la infor­ma­ción de tal man­era que el lec­tor vaya tenien­do una visión en más pro­fun­di­dad. Por otro lado, cuan­do hago fic­ción, hago fic­ción, me sien­to con la abso­lu­ta lib­er­tad de con­tar como me dé la gana, bajo la adver­ten­cia al lec­tor: esto que vas a leer es una nov­ela, no es un libro de historia.

A cien años del asesina­to de Pan­cho Vil­la su figu­ra sigue sien­do con­tro­ver­ti­da, la derecha insiste en fijar­lo como a un crim­i­nal antes que un rev­olu­cionario ¿Qué nos dice hoy Pan­cho Villa? 

Nos dice lo mis­mo que nos dijo des­de el día en que se creó la División del Norte: La rev­olu­ción viene de aba­jo. Como oía en una can­ción de Edmun­do Rivero: “has­ta el hon­do bajo fon­do, donde el bar­ro se sub­l­e­va”. ¡Cara­jo! si no entendieron esto no es porque no sean capaces de enten­der­lo, bueno, tienen lim­ita­ciones. La derecha en nue­stros país­es es muy bobi­ta, acá usamos el tér­mi­no men­so, tiende a crear afec­tos sen­ti­men­tales con la oli­gar­quía, con las fig­uras principescas, con el con­ser­vaduris­mo. Y de repente te dicen ton­terías: “tra­jo el pro­gre­so, puso los tran­vías”, y te cre­an a los héroes del proyec­to cap­i­tal­ista. Nadie te dice que los tran­vías son los más caros que ha habido en la his­to­ria del mun­do. Nadie te dice que las vías del fer­ro­car­ril conecta­ban con las minas de cobre norteam­er­i­cano y no a los pasajeros. Nadie te dice que el proyec­to cap­i­tal­ista era bási­ca­mente nego­cio y bar­barie. En esa medi­da, Vil­la es lo rudo, Vil­la es la rev­olu­ción, Vil­la es el caudil­lo pop­u­lar, es el que crea 50 escue­las en un mes, Vil­la es el que con­struye el ejérci­to pop­u­lar más grande que se ha cono­ci­do en la his­to­ria de Améri­ca Latina.

Par­to de un supuesto: los lec­tores son inteligentes (aunque hay cada uno que, de veras, no me lo merez­co), acep­tan el juicio críti­co, si les ofre­ces riqueza infor­ma­ti­va van a poder crear sus opin­iones. Por lo tan­to, la reivin­di­cación que ha habido este año de Vil­la en Méx­i­co ha sido un alud. Y claro, en con­tra­parte la leyen­da negra: Vil­la ban­dolero, Vil­la machista, Vil­la asesino. Bueno, pues qué iban a decir, si les sigue dan­do miedo, si la oli­gar­quía en nue­stros país­es pien­sa que el que les limpia la pisci­na un día va a sacar un machete y los va a matar a todos. Tienen un miedo ater­rador a lo pop­u­lar, a la rebe­lión pop­u­lar más todavía, a lo pop­u­lar orga­ni­za­do mucho más todavía. Y esos miedos se trans­fieren en cam­pañas con­tin­uas de pro­pa­gan­da, soca­van­do la ima­gen que ten­emos de nosotros mis­mos. ¿De dónde ven­i­mos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? Eso es lo que he repeti­do 100 veces este año dan­do con­fer­en­cias sobre Pan­cho Vil­la, en doc­u­men­tales, en radionovelas.

«Ust­ed me des­pre­cia, pero quién sabe si Pan­cho Vil­la le sea útil en una noche oscu­ra». Rayo Sauce­do cabal­ga por Chihuahua.

¿En 2023 qué nos dice el pen­samien­to políti­co del Che?

El Che, releí­do hoy, fuera de la visión tác­ti­ca de si había exce­so de pre­mu­ra en su idea de la rev­olu­ción lati­noamer­i­cana, es alguien que hacía lo que decía y decía lo que hacía. Hay una trans­paren­cia en el per­son­aje fasci­nante. Me he ded­i­ca­do no solo a con­tar la his­to­ria mil­i­tar de Ernesto Gue­vara, sino de dónde viene, cómo se con­struye como per­son­aje, pero tam­bién como idea. El Che pone en acción un mod­e­lo de social­is­mo en el cual tienes que par­tir de la base, tienes que ir a dis­cu­tir a la fábri­ca con los obreros, como hizo cuan­do era min­istro de indus­tria. Me gus­ta recu­per­ar al Che Gue­vara aven­turero, porque la vie­ja izquier­da de repente le ponía cal­i­fica­tivos descal­i­fi­cadores: aven­turero, román­ti­co, vagabun­do. Son cier­tos los tres: Aven­turero sí, en el sen­ti­do en que priv­i­le­gia la posi­bil­i­dad de la trans­for­ma­ción tirán­dose al espa­cio de lo descono­ci­do. Román­ti­co sí, porque priv­i­le­gia las ideas con­tra las imposi­bil­i­dades. Vagabun­do sí, porque no para­ba, si lo hubier­an deja­do, el Che seguiría giran­do por todo el plan­e­ta, porque sus curiosi­dades lo fueron lle­van­do des­de su ori­gen argenti­no, has­ta lo que hubiera sido si la rev­olu­ción boli­viana hubiera triunfado.

En El últi­mo lec­tor (2005), Ricar­do Piglia encon­tró la téc­ni­ca de lec­tura del Coman­dante Guevara. 

Creo que lo que nos une son nues­tras desigual­dades, nue­stros prob­le­mas; nues­tras román­ti­cas visiones de cómo puede ser el futuro.

En Ariel (1900), José Enrique Rodó, con­cibió a la iden­ti­dad lati­noamer­i­cana como una esen­cia en sí y para sí. Pos­te­ri­or­mente, Rober­to Fer­nán­dez Reta­mar la pen­só como a una iden­ti­dad cal­ibáni­ca, inde­ter­mi­na­da y antropófa­ga ¿Para vos, en qué tér­mi­nos abor­dar la iden­ti­dad lati­noamer­i­cana en la actualidad? 

Soy reduc­cionista, com­padre. Para mí la iden­ti­dad lati­noamer­i­cana es que puedo com­er en un changar­ri­to en la cos­ta ecu­a­to­ri­ana y sen­tirme en casa, además, pagar poco. No me van a explotar en un restau­rante de lujo, y la cal­i­dad de la comi­da va a ser inmen­sa. Esta idea de estar en casa, a mí me pre­ocu­pa gener­ar­la, ampli­ar­la. Nos unen tan­tas cosas, que lo que nos difer­en­cia, por ejem­p­lo, el uso que tú haces del vos, es una min­u­cia hom­bre, qué chin­ga­dos impor­ta que te hablen de tú, o de ust­ed, porque son muy respetu­osos en algunos país­es de Améri­ca Lati­na y no pueden librarse del mal­va­do ust­ed. Es tan pequeña la difer­en­cia cuan­do vibras en muchos nive­les de comu­nidad. ¿Existe una iden­ti­dad lati­noamer­i­cana? Ni lo sé ni me impor­ta. Lo que sí sé es que cada vez que me reconec­to con algu­na parte de Améri­ca Lati­na, me reconec­to en tér­mi­nos de frater­nidad, sol­i­dari­dad, apoyo mutuo, inten­to de com­pren­sión, infor­ma­ción de cal­i­dad. O sea, la iden­ti­dad lati­noamer­i­cana es una con­struc­ción, hay que crear­la, hay que moverse en ella. No son tiem­pos mar­avil­losos, vivi­mos muy encer­ra­dos en las con­tradic­ciones nacionales, aunque haya tonos que afectan al con­ti­nente en su con­jun­to. Hay una olea­da pro­gre­sista y una con­tra olea­da dirigi­da por la oli­gar­quía des­de los medios de infor­ma­ción, es el bom­bardeo de todos los días. Atroz. No dejen a nadie sin que le caiga una bom­ba. Pero quizá este bom­bardeo va con­struyen­do iden­ti­dad: aquel argenti­no que odia los per­iódi­cos reac­cionar­ios porque mien­ten todos los días, aquel mex­i­cano que ya pasó del niv­el del odio al niv­el del súper odio. Es impor­tante crear puentes y pon­er piedras. Creo que lo que nos une son nues­tras desigual­dades, nue­stros prob­le­mas; nues­tras román­ti­cas visiones de cómo puede ser el futuro. Cuan­do me encuen­tro con una fron­tera en Améri­ca Lati­na me pre­gun­to: ¿Y esto quién lo puso aquí? ¿Quién puso los putos alam­bres? ¿Quién puso al adu­anero, al policía que te dice?: ¡Eh, ha pasa­do del para­le­lo no sé qué, está en Guatemala! Nece­si­ta ust­ed un pas­aporte con siete fir­mas ¿Quién los puso? ¿Alguien dis­tingue, en su sen­ti­do común, un paisaje chi­a­paneco en Méx­i­co con la vecin­dad de un paisaje guatemal­te­co? Los árboles son los mis­mos, la gente se parece enorme­mente. Perdón que vuel­va a la gas­tronomía pop­u­lar, es una de las cosas que nos une más pro­fun­da­mente; en los mer­ca­dos en Guatemala el gua­camole que hacen lo lla­man gua­camol, y no le ponen picante, pero está buenísimo.

Siete caminos 

Manuel Scorza con­cibió a la nov­ela lati­noamer­i­cana como una her­ramien­ta de denun­cia, ¿es per­ti­nente esta per­spec­ti­va en tiem­pos neolib­erales? ¿Hay una fun­ción social de la nov­ela Latinoamericana?

Yo diría que sí, que siem­pre la hay, pero no tiene que ser excluyente. No se tra­ta de decir: ten­go que hac­er nov­ela social vin­cu­la­da a las luchas sociales, no voy a con­tar his­to­rias de amor, no voy a con­tar el cotid­i­ano, no voy a escribir una nov­ela de drag­ones en Quito, porque no hay drag­ones, ten­go que ceñirme al real­is­mo. A ver. Ni Scorza era real­ista, com­pañeros, porque la mar­avil­la de Scorza es que era capaz de hac­er un real­is­mo que no era real­ista. Mez­cló el mito de las comu­nidades indí­ge­nas con la nar­ra­ti­va aparente­mente real­ista, con la lucha campesina, des­de Redoble por Ran­cas (1970) Scorza logra una pen­ta­logía de nov­e­las fasci­nantes, La guer­ra silen­ciosa (1970–1979), que siguen tenien­do vigen­cia. La teoría del camino úni­co siem­pre me ha repug­na­do. Hay que ir por aquí, este es el camino. Vámonos con cal­ma. Explore­mos. Donde pon­gas cin­co lati­noamer­i­canos jun­tos, hay siete caminos. 

En el FCE esta­mos pub­li­can­do libros de autoras argenti­nas que toman el papel de los niños en la con­trar­rev­olu­ción mil­i­tar. ¡Ah, caray! Y son potentes, están bien con­tadas y tienen gra­do de pro­fun­di­dad; son nov­e­las real­is­tas, nomás que pasan por el cere­bro de un niño a la hora de nar­rar. No nos fije­mos obliga­ciones, porque luego no las cumplimos. La nov­ela, el cuen­to, el teatro y la poesía tienen que ten­er sus gra­dos de autonomía, su autonomía tiene respon­s­abil­i­dades con el tex­to, no solo con lo que estás con­tan­do. Yo sí creo en una nov­ela alta­mente políti­ca, porque así soy y lo vivo y lo cuen­to. Pero si al lado mío hay un com­pañero poeta intimista ¡bien­venido! porque tam­bién des­de el intimis­mo se nar­ran sociedades. Ahí la lit­er­atu­ra jue­ga su papel crítico.

Borges leía todo como lit­er­atu­ra, sal­vo la lit­er­atu­ra ¿se pueden leer los retos que tiene Améri­ca lati­na para los próx­i­mos años en clave de nov­ela policial?

Las fras­es afor­tu­nadas de Borges tienen un peli­gro, se con­vierten en sen­ten­cias incluyentes y excluyentes. Abu­sa­dos, porque hay que leer todo como lit­er­atu­ra, sí y no; pero ponte a leer como lit­er­atu­ra un tex­to de divul­gación cien­tí­fi­ca, que por más esfuer­zos que hagas, no lo es. A la lit­er­atu­ra nun­ca la hemos leí­do como lit­er­atu­ra, a no ser que Borges haya leí­do como lit­er­atu­ra quién sabe qué, a John Dick­son Carr y la nov­ela mala policía­ca norteam­er­i­cana que tan­to le gusta­ba, Borges era uno de los gus­ta­dores de la peor nov­ela policía­ca que se ha escrito al prin­ci­pio del siglo XX. A difer­en­cia de Rodol­fo Walsh, que le gusta­ba Ray­mond Chan­dler y Dashiell Ham­mett. Hay que ten­er cuida­do, porque la lit­er­atu­ra ha sido leí­da como no-lit­er­atu­ra; como tes­ti­mo­nio, como reflex­ión, como un espe­jo dis­tor­sion­a­do donde te ves más real­is­ta­mente que en el espe­jo real. Deje­mos las sen­ten­cias, porque si no creamos un sen­ten­ciómetro, y el sen­ten­ciómetro es un excluyente; tomem­os de ellas sus inge­nios, sus habil­i­dades, porque leer es diver­tido, leer es sub­ver­si­vo, leer es rev­olu­cionario. Leer es un plac­er. Leer es el mejor antí­do­to que hay con­tra la soledad. Leer es aque­l­lo que te iden­ti­fi­ca con otros que están leyen­do. Leer es a toda madre.

Hay una ten­sión entre lo local y lo cos­mopoli­ta en la bre­ga históri­ca de lidiar con la cen­tral­i­dad euro­pea y/o gringa ¿Cómo se expre­sa esto en la nov­ela lati­noamer­i­cana de los últi­mos veinte años?

No ten­go ni idea. Ten­dría que leer el triple de lo que leo en un día malo y el cuá­dru­ple o el quín­tu­ple de lo que leo. Se nota que nos deba­ti­mos entre el aban­dono de los mun­dos campesinos orig­i­nales y el mon­struo de las grandes ciu­dades. Se nota que nos deba­ti­mos entre lo uni­ver­sal, que puedes lograr con un bil­lete de avión de Iberia, rel­a­ti­va­mente, nada más, y la tien­di­ta de la esquina del bar­rio, donde la hija de la que atendía antes es más gua­pa que su madre. Yo me iría a la reflex­ión de Jean-Patrick Manchette, el nov­el­ista poli­ci­a­co francés que creó el polar. Cuan­do le pre­gun­taron: Oiga, pero ust­edes en la nov­ela policía­ca están en un gue­to, Manchette miró seri­amente al peri­odista y dijo: No, no, espera. El gue­to está en los que escriben nov­ela blan­ca, los que escribi­mos nov­ela negra esta­mos en la real­i­dad. La incur­sión masi­va del poli­ci­a­co se debe no solo al gan­cho de la intri­ga, es una lit­er­atu­ra que explo­ra en qué sociedad está pasan­do, qué es el crimen en nues­tra sociedad, allí está su fuerza.

En nues­tra sociedad el género poli­cial ha abier­to puer­tas, pero hay muchas otras puer­tas, como la fan­tasía. Me intere­sa ver cómo se está pro­ducien­do la lit­er­atu­ra de cien­cia fic­ción en país­es donde hay poca cien­cia y mucha fic­ción. Cómo demo­ni­os este autor tra­sciende los cánones del real­is­mo, de la pre­mu­ra, de la desigual­dad, de la opre­sión. Cómo tra­sciende para escribir una nov­ela donde hay uni­cornios, uni­cornios en Quito, com­padre, hay un chin­go de uni­cornios en Quito, nomás que hay que saber­los bus­car y contar. 

La fan­tasía y la cien­cia fic­ción en los años seten­tas, en el impul­so de lo mejor, de lo más pro­gre­sista que había en Esta­dos Unidos, fue un espe­jo que tardó en ser detec­ta­do peli­grosa­mente, era lit­er­atu­ra social; dejaron tran­qui­lo a Ray Brad­bury con sus Cróni­cas mar­cianas (1950). Sí, pero entre una y otra escribe Fahren­heit 451 (1953), la bib­lia de los que­ma libros. Un fenó­meno que aho­ra tiene una actu­al­i­dad tremen­da en Esta­dos Unidos, donde el trump­is­mo ha aban­don­a­do la políti­ca nacional para dedi­carse a destru­ir, des­de los con­se­jos esco­lares, lo que leen los niños y los jóvenes en Esta­dos Unidos. ¿Qué quiero decir con esto? Nada, nada más esta­mos plat­i­can­do, aho­ra no voy a hac­er reflex­iones sobre las reflex­iones que hago. No, hom­bre, en una entre­vista que dura más de 20 min­u­tos tienes que sim­u­lar que eres inteligente, y 20 min­u­tos es el tope. Pero sí les pido un favor, trans­mí­tan­me noti­cias sobre qué se está escri­bi­en­do en Ecuador. Cómo se inter­ac­túa con­tra un rég­i­men neolib­er­al, oligárquico y ton­to como el que tienen ustedes.

Paco Igna­cio lis­to para subir al cuadrilátero.

Nosotros no ten­emos con­sum­i­dores, ten­emos lec­tores. Es cier­to, trata­mos de hac­er una edi­to­r­i­al que no pier­da dinero, pero la rentabil­i­dad va mucho más allá de un con­cep­to mer­can­til, tam­bién es un con­cep­to social; es rentable en la medi­da en que hace país, hace pueblo, orga­ni­za, dis­tribuye la sabiduría del libro.