El monje y el soldado

—Entre­vista a Edgar­do Cozarinsky—

“Es esta tra­ma donde el deseo se esconde y se rev­ela bajo dis­tin­tos ros­tros lo que guar­do de la nov­ela. Sobre Gide y su “uranis­mo”, noción finisec­u­lar del XIX: recordemos que a nadie, ni a Cat­u­lo ni a Napoleón, le escan­dal­iz­a­ban las rela­ciones entre per­sonas del mis­mo sexo has­ta que se inven­tó la pal­abra “homo­sex­u­al­i­dad”. ”

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La Sicofarmacopea: una escritura en presente con todos los tiempos

—Entre­vista a Alan Pauls—

“Eso es lo más fasci­nante del dinero, Freud y Marx lo sabían muy bien: sexo y dinero, no hay con qué dar­les, no hay cómo neu­tralizar­los, no hay como amor­dazar­los, no hay cómo dis­ci­pli­nar­los. Hay una poten­cia per­tur­bado­ra en el dinero y en el sexo que no sé si tienen otras dimen­siones de la exis­ten­cia humana, de hecho, en His­to­ria del dinero para mí era muy impor­tante con­tar la vida de esa famil­ia des­de el pun­to de vista del dinero, era como ser freudi­ano, pero reem­plazar el sexo, o el deseo, por el dinero”. 

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Resistencia y creación.

- Entre­vista a Mario Santucho -

“En los seten­ta hubo una gran capaci­dad de desafi­ar al poder, porque había una con­stelación especí­fi­ca e históri­ca que lo per­mitía, pero tam­bién por la poten­cia colec­ti­va que se orga­nizó para desem­peñar tar­eas especí­fi­cas, gra­cias a la cuál se pal­pa­ba la posi­bil­i­dad efec­ti­va de der­ro­tar al ene­mi­go y con­stru­ir una sociedad alter­na­ti­va en serio.” 

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Mil batallas en cada cuerpo

- Entre­vista a Nicolás Mavrakis -

“Para Dug­in esto tiene sen­ti­do en su lec­tura del per­o­nis­mo como indi­cador de una gran iden­ti­dad lati­noamer­i­cana, y ahí surge el para­lelis­mo entre lo que Vladimir Putin inten­ta hac­er des­de Rusia a par­tir de lo que Dug­in lla­ma “euroasian­is­mo”, que es un nom­bre dis­tin­to para referirse a lo que antes fue la exten­sión ter­ri­to­r­i­al de la Unión Soviéti­ca. Han, con la mis­ma esen­cia hei­deg­ge­ri­ana, dice que no, que esa pre­gun­ta por la esen­cia de la políti­ca está más olvi­da­da que nunca.”

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En torno a los baches

- Este­ban Tabacznik escribe sobre Car­los Busqued -

“Busqued toma deci­siones fun­da­men­tales con un mate­r­i­al que no es suyo. Su lugar de autor se vuelve menos histrióni­co, más esqui­vo y, sobre todo, más enig­máti­co. La búsque­da de una ver­dad rad­i­ca, lógi­ca­mente, en inten­tar enten­der la mente de este atípi­co asesino ser­i­al argenti­no. Siem­pre hay una decisión autoral detrás de la elec­ción de un tema o de una his­to­ria, pero como sucede en el doc­u­men­tal, el obje­to que encar­na esas obse­siones veladas está afuera y, además, es un otro al que ese cineas­ta desea cono­cer y enten­der. La búsque­da de esa ver­dad es el pro­ce­so de esa pelícu­la y, en el mejor de los casos, la pelícu­la mis­ma. La for­ma del libro respe­ta esta búsque­da de ver­dad, aque­l­lo que las pal­abras no están pudi­en­do nom­brar; insinúa la estruc­tura de otra inves­ti­gación pre­via sobre estos asesinatos. Lo que hace Busqued es cor­rerse lo más al mar­gen posi­ble sin bor­rar sus huellas.”

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Por una crónica comunal II

Eso es lo que se inten­tó hac­er en Venezuela: el Esta­do daba respues­ta a un dere­cho, y en ese dar respues­ta a un dere­cho con­vo­ca­ba a la población a orga­ni­zarse. No es que el Esta­do decía: voy a hac­er una políti­ca para que aho­ra te llegue el agua a tu bar­rio, qué­date qui­eto en tu casa, que voy a venir a cen­sar. No, con­vo­ca­ba a la población a orga­ni­zarse, a dis­eñar un mapa de su comu­nidad para saber dónde falta­ba agua, arma­ban las mesas téc­ni­cas de agua. Entonces en la respues­ta al dere­cho había en simultá­neo una orga­ni­zación comu­ni­taria. Eso te daba una for­ma conc­re­ta donde se expresa­ba la democ­ra­cia par­tic­i­pa­ti­va. Eso es algo que se puede repen­sar según cada país. No sola­mente el Esta­do otor­ga las respues­tas, sino que además con­vo­ca a la población. Y eso te sirve en tér­mi­nos estratégi­cos cuan­do quedás por fuera del gob­ier­no, así tenés espa­cios de repliegue, tenés espa­cios donde podés recon­stru­ir. En cada país es difer­ente, en Venezuela fue este for­ma­to de comuna.

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Por una crónica comunal I

Hubo un parte aguas des­de el prin­ci­pio con Chávez, gran parte del mun­do académi­co e int­elec­tu­al le dio la espal­da al pro­ce­so chav­ista, muchas veces des­de una posi­ción mar­cada­mente de clase, que era a su vez la expli­cación de su propia posi­ción políti­ca. Pero a su vez el chav­is­mo incor­poró a una can­ti­dad de com­pañeras y com­pañeros que venían des­de antes, de difer­entes resisten­cias de los seten­tas, ochen­tas y noven­tas. El chav­is­mo es una creación propia, mil­lones de per­sonas que nun­ca habían par­tic­i­pa­do en políti­ca y que de repente forma­ban parte de un pro­ce­so con una poten­cia extra­or­di­nar­ia. Entonces ahí vas a ten­er un gigan­tesco momen­to de creación, lo vas a ver en ensayos políti­cos, en libros de poesía, en las edi­to­ri­ales que te comenta­ba, que pub­li­can y pub­li­can y pub­li­can, con may­or o menor cal­i­dad, pero era la democ­ra­ti­zación. Así como se democ­ra­ti­za el con­sumo o la vivien­da, se democ­ra­ti­za la pro­duc­ción artís­ti­ca. La alta cul­tura deja de ser una cuestión inal­can­z­able, que solo puede hac­er una per­sona que tienen un deter­mi­na­do recor­ri­do o características.

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