— Entrevista a Marco Teruggi—
“Hay que convertirse en escritor fuera del círculo de la literatura. Sólo los libros y la vida. Ir a la vida (con libros en la mochila) y volver para escribir (si se puede volver)”.
Ricardo Piglia
Marco Teruggi (París, 1984), poeta, sociólogo y periodista, cubrió el golpe de estado en Bolivia en 2019 y la victoria del MAS el año pasado. En un café en territorio volcánico, la lluvia y los truenos no pudieron evitar la charla que Matriota tuvo con Marco sobre Mañana será historia. Diario urgente de Venezuela, (Editorial Sudestada, Buenos Aires, 2018), su libro sobre el país más asediado y desconocido de la región, donde vivió durante cinco años.
MATRIOTA: Marco, eres poeta, sociólogo argentino francés, tienes un compromiso de militancia con un proceso revolucionario latinoamericano, también presumimos que eres un millenial, otro habitante de esta época posmoderna llena de ambigüedades. La política y la sensibilidad literaria juntas suenan peculiar en un tiempo donde todo pretende estar compartimentalizado. Dentro de este universo de izquierda tenemos un gran antecedente de combinación de la política, de la sensibilidad poética y el internacionalismo, Ernesto Guevara, el emblemático Comandante de la Revolución cubana. Empezamos preguntándote: ¿Cómo encarar la producción artística y literaria en el marco del proceso de construcción del socialismo desde un enfoque comunitario?
MARCO TERUGGI: Creo que en América Latina hay toda una tradición, un espacio de cruce, de síntesis, de diálogo entre la política y la literatura. Dentro de la literatura, la poesía ha tenido momentos de mucho auge y luego momentos de mayor descenso, que a su vez se corresponden con momentos políticos. Tomando en cuenta el caso de Argentina, un momento clave son los años sesenta y setenta en términos de esta producción, donde vas a encontrar grandes escritores y políticos. Se pueden nombrar muchísimos, desde los hermanos Raúl y Enrique González Tuñón, hasta Leopoldo Marechal, o en la experiencia más de los setenta, a Juan Gelman o Haroldo Conti, para nombrar algunos que expresan una época que luego se disolvió por la dictadura cívico militar, pero es un camino que sigue trazado, siempre disponible como búsqueda. Me parece que tiene que ver con intentar aunar lo político y lo colectivo, con lo subjetivo de la búsqueda creativa en sí. Es la tradición que concibe a los procesos políticos y emancipatorios acompañados de música y poesía, crean su propio lenguaje, de hecho, casi todos los procesos lo tienen. Luego no necesariamente hay personas que logran encarnar eso, hubo procesos políticos con grandes escritores que de alguna manera condensaron ese proceso político y otros procesos en donde no.
En el caso venezolano, la propuesta que se desarrolló en la época de Chávez era un socialismo con una fuerte dimensión estatal y una fuerte dimensión comunitaria. Entonces había una gran parte de la política que pasaba por el Estado y otra gran parte de la política que pasaba por la organización de la comunidad. Desde ambos espacios había propuestas, las más clásicas, por ejemplo, el Estado creó editoriales como El perro y la rana, que hizo una producción masiva de libros a un precio de compra muy bajo. Esta producción se conectaba con la organización popular, por ejemplo, las editoriales crean colecciones especialmente para los Consejos Comunales que eran las formas más avanzadas de organización en las comunidades. Siempre vas a encontrar a estos dos niveles: una voluntad político estatal y una voluntad comunitaria. Luego, la transformación cultural más grande tuvo que ver con el ejercicio de la organización, o sea, recuperar una cultura colectiva, poner esa cultura colectiva bajo un formato de organización, de autogobierno, de autogestión del territorio y los medios de producción. Este es el hecho de transformación cultural máximo que implica el proceso del socialismo venezolano, así fue concebido teóricamente y se avanzó en algunos ensayos, como la conformación de las radios comunitarias, los grupos teatrales de la comuna, la organización de la juventud para festivales de música, los escritores de una comuna, en definitiva una organización comunal de las expresiones artísticas. Me parece que eso fue lo más interesante que se planteó, el formato del socialismo que concibió Chávez no era un formato estatal exclusivamente, ahí se abrían todas estas potencias.
Construir poder es un proceso participativo de recreación de sentidos que implica una batalla simbólica. ¿Cómo superar la propaganda y el marketing político por un verdadero proceso de participación simbólica que enriquezca los procesos revolucionarios en América Latina?
Creo que siempre hubo dos miradas: La primera mirada concibe a la transformación desde un Estado fuerte, que ejecuta una serie de leyes, las cuales incluyen la democratización de la cultura, del consumo y la vivienda; concibe a la política como un ejercicio desde el aparato estatal, desde el gobierno. La segunda mirada considera que esto debe ir combinado con un proceso de apertura al empoderamiento popular, es decir, que el Estado no es el fin, el partido no es el fin. El fin o uno de los fines es justamente la recuperación del ejercicio del poder en la comunidad organizada. Entonces, bajo esas dos grandes concepciones, que están ahí a veces en fricción, en síntesis, otras veces, esto va implicar que haya cada vez más participación, más protagonismo, que haya un poder que se escape hasta cierto punto de las manos del gobierno. Esta es la famosa transferencia de poder. En esta tensión vas a encontrar gran parte de las respuestas al porqué hay determinados tipos de comunicación o de apuestas a diferentes formas de construcción. Esto lo podemos rastrear en el proceso revolucionario chileno, en el proceso cubano, siempre están estas dos posiciones en los procesos de América Latina. Siempre hay una tendencia que va a cerrar filas en la idea del Estado-Partido, una construcción de arriba para abajo; y otra tendencia que va a plantear el desborde al Estado, desbordar el partido, hay que construir por afuera, y que de allí se vayan recreando otras formas de política.
Tomando en cuenta que la realidad urbana implica un reto de incorporación de los lenguajes artísticos de la globalización para los proyectos progresistas y socialistas en América Latina ¿qué diferencias ves entre la realidad agraria y la urbana?
Bueno, depende mucho de los países y sus conformaciones, me parece que la realidad urbana está mucho más atravesada por mensajes, formatos y discursos externos que pueden ser resignificados internamente. Pero tampoco hay que pensar lo rural como al margen de. Es mucho más rápido descubrir cuál es el punto de unidad de una comunidad campesina para construir organización, que en un barrio donde hay más historias de fragmentación y desencuentro. Estaba pensando en un grupo venezolano, Campesinos Rap, combinan el joropo y la llanera tradicional con el Hip Hop. La idea de incursionar en lo otro sin dejar de ser lo que se es. En cambio lo urbano está más atravesado por la dificultad económica en cuanto a lo laboral, a lo territorial; los espacios de organización se ven enfrentados a los procesos de desclasamiento de América Latina; la democratización del consumo, el pasar de la clase baja a una clase media sin el acompañamiento de una cierta formación política, produce una fuerte degradación en el modo de pensar y aspirar, ese es un fenómeno muy fuerte en las ciudades. Después, insisto, va a depender mucho de cada país, es muy diferente la realidad agraria argentina, con la realidad de la población rural en Bolivia, que además es indígena, es una configuración absolutamente diferente, se parece más al caso ecuatoriano. Cada país tiene su particularidad, en la ciudad habrá espacios de confluencia y muchas veces también de pérdida para la recreación de lo nuevo. Hay una situación compleja en las migraciones, que además son a destiempo, pero también hay en lo urbano la posibilidad de hacer una síntesis muy interesante, el encuentro para la emergencia de lo nuevo.
¿Es posible hacer una apuesta por nuevas formas estatales y de gobierno comunitario que hagan contra peso a la lógica del Estado corporativo central, en nuevas formas de construcción artística y estética frente a los sentidos hegemónicos?
Creo que es posible, pero sobre todo es necesario, cada proceso ha logrado incursionar o no en nuevas propuestas, muy desiguales, porque finalmente se enfrentan a actores con mucho poder y mucha capacidad para instalar estéticas hegemónicas. Hay una asimetría muy grande, es innegable, por ejemplo, la industria musical parte de dispositivos muy poderosos, no hay igualdad en el terreno de batalla. Ahora me parece imprescindible que todo proceso político tenga su propia estética, su propio lenguaje, se lo trabaja según cuánta importancia se le dé. En un proceso como el venezolano, tan marcado por el Estado, la conformación de lo comunitario fue muy importante. Ahora en otros procesos más marcados por las resistencias de afuera del Estado, esa creación ha venido totalmente enfrentada a la estatalidad. Mucha gente que ha hecho producciones maravillosas en la literatura, en el cine, en la pintura o en la escultura, lo ha hecho enfrentados a los peores escenarios políticos. Ahora, cuando han habido escenarios políticos progresistas, nacionales y populares de izquierda, han habido gobiernos con la concepción de que es importante desarrollar creaciones muy potentes. Por ejemplo, en el período anterior al gobierno de Macri en la Argentina, hubo una apuesta en muchos sectores, procesos con su propia estética, su propia identidad, su propio lenguaje, su propia disputa histórica que se traduce en películas, en propuestas para los chic@s, en grupos de música, todo eso va creando una gran narrativa que va peleando una asimetría, porque además es algo que nunca se detiene, así como podés tener un avance, estás enfrentado a una maquinaria que nunca se va a detener, la industria cultural hegemónica tienen mucha fuerza.
Por ejemplo, cuando fue el 23 de febrero del 2019, el intento de invasión desde Colombia a Venezuela, del lado colombiano armaron un concierto donde estaba toda la plana mayor: Maluma, Shakira, Miguel Bosé, Diego Torres, casi todos los Latin Grammys, respaldando la entrada por la fuerza a territorio venezolano. Del lado venezolano en San Antonio hubo un concierto donde estuvo Pablo Hasél el rapero español que ahora lo metieron preso, o el portorriqueño Intifada, estaba también la Bersuit Vergarabat. Ahí tienes la fotografía de la asimetría, un proceso político golpeado como el venezolano, versus la maquinaria MTV en su total apoteosis. Nosotros tenemos que lograr en términos musicales tener propuestas que entusiasmen a los jóvenes más de lo que pueden entusiasmar Chino y Nacho o Maluma. Ahí tenés la fotografía, a eso te enfrentás.
¿Cuándo llegaste a Venezuela, qué pasaba en su campo intelectual, cuáles eran sus disputas?
Hubo un parte aguas desde el principio con Chávez, gran parte del mundo académico e intelectual le dio la espalda al proceso chavista, muchas veces desde una posición marcadamente de clase, que era a su vez la explicación de su propia posición política. Pero a su vez el chavismo incorporó a una cantidad de compañeras y compañeros que venían desde antes, de diferentes resistencias de los setentas, ochentas y noventas. El chavismo es una creación propia, millones de personas que nunca habían participado en política y que de repente formaban parte de un proceso con una potencia extraordinaria. Entonces ahí vas a tener un gigantesco momento de creación, lo vas a ver en ensayos políticos, en libros de poesía, en las editoriales que te comentaba, que publican y publican y publican, con mayor o menor calidad, pero era la democratización. Así como se democratiza el consumo o la vivienda, se democratiza la producción artística. La alta cultura deja de ser una cuestión inalcanzable, que solo puede hacer una persona que tienen un determinado recorrido o características. Con la creación pasó lo mismo que con la política, esto es para todos, ya no es patrimonio de alguien. Los teatros, por ejemplo, que antes eran un espacio exclusivo, de repente se llenaron de barrio. Evidentemente, la gente que estaba acostumbrada a esa exclusividad se consternó y se llenó de espanto. Vas a encontrar mucha gente que ha creado muchas cosas y con una calidad muy alta. Se rompe la cuestión de “el artista”, “el político”, como alguien inalcanzable, intocable.
Por otro lado, Chávez era el gran ordenador, si un día decía, hay que leer Los Miserables (1868) de Víctor Hugo, todo el mundo leía Los Miserables de Víctor Hugo. Pero no la intelectualidad, miles y miles de ejemplares de la novela de Víctor Hugo eran leídos por las clases populares. Si Chávez decía, hay que leer a István Mészáros, se publicaban miles y miles de libros de Mészáros, la gente iba y los compraba. Las ferias del libro en Venezuela son super populares y la gente compra un montón de libros.
Después, en los últimos años hubo un retiro del análisis de la intelectualidad sobre Venezuela. Por distintas razones, ahí lo pienso más en términos internacionales. Hay todo un sector que se alejó políticamente porque vio que ahí ya no estaba lo que se pretendía que fuera, por razones válidas y genuinas, o porque también es cierto que muchas veces hay un efecto de comercio de la intelectualidad. Es decir, está bueno estar en algunos lugares, pero no en otros, para el prestigio, para la academia, para el curriculum. Entonces, estar en Venezuela en el 2010 es una cosa, estar en Venezuela en el 2016, es otra cosa. Y si alguien aspira a un cierto ascenso no es muy bien visto estar cerca de Venezuela. Entre todas las personas que se alejaron hubo estas dos variantes. Compañeros y compañeras que hacen críticas, que son válidas y debatibles. Y algunos que optaron por ir pegados a donde se pueda capitalizar. Ahora, Chávez era el gran explicador de la Revolución, el gran autocrítico, el pedagogo, esa figura ya no está más en Venezuela. Y muchas personas que antes eran muy activas en la producción intelectual en los últimos años se han llamado a silencio. No han escrito más. O no han tenido más lugar en los espacios oficiales del chavismo y han quedado en un segundo plano, viendo cómo resolver la situación económica. Entonces la misma producción intelectual del chavismo ha disminuido.
Por eso lo decía, hoy hay pocos libros que explican lo que pasa en Venezuela. Por ejemplo, desde octubre o noviembre del año pasado, hay un proceso ya oficial de apertura a los capitales privados. Esto no es nuevo en la historia de los procesos de transformación, pero amerita una serie de reflexiones teóricas en el marco de un país bloqueado. Para darte otro ejemplo: ¿Qué ha pasado con el ensayo de la transición al socialismo? Casi toda la producción intelectual está volcada a estudiar el ataque del enemigo: ¿Cómo es el bloqueo, a qué zonas afecta, cuál es la estrategia, la guerra de cuarta generación, la infiltración paramilitar, todo lo que se te pueda ocurrir, etc.? Pero no hay un análisis del proceso, hay muy poca producción sobre el partido, sobre la forma de gobierno, etc. Además, la intelectualidad que acompaña el proceso tiene pocos insumos para el análisis, para ser muy honesto.
En Mañana será historia (2018) escribí que había una creciente tendencia a la restauración; en la zona rural se estaba desmontando el ensayo de la reforma agraria, donde hubo un avance de tierras cooperativas, a tierras del estado, se estaba regresando al sector privado, o sea, un orden que vuelve paulatinamente a re configurarse como lo estaba antes. Entonces, el epicentro de la política pasa a ser la agroindustria, toda la ingeniería institucional que acompañaba al campesinado empieza a ser abandonada. Esa misma tendencia uno la puede rastrear en la política y la economía. ¿Tengo razón o no tengo razón? Eso no lo voy a decir yo. En todo caso es parte de la reflexión teórica sobre lo qué está pasando en Venezuela. Creo que la intelectualidad ha quedado en gran parte bajo el clivaje de se está o no se está. Mi campo, que es el de haber estado ahí, viviendo ahí, y poniendo el cuerpo ahí, es, hay que estar, pero hay que debatir. Tenemos que entender lo que está pasando. Y el gobierno tiene una comunicación de sobrevivencia ante un bloqueo. Ahora, ¿cuál es el rol de la intelectualidad? ¿Acaso sería ese el tema? ¿O cuáles son los roles posibles en determinadas circunstancias? ¿El rol de la intelectualidad es reproducir el discurso oficial? Alguien podrá decir, en estos tiempos de guerra, sí. Voy a ver el debate como una suerte de mamushka, yo también diría que sí, pero en parte. Porque en ese caso perdés también tu razón de producción. Creo que hay mucha parálisis, muchas veces no se sabe qué hacer, todo eso forma parte de la metamorfosis del proceso venezolano.
No sé a dónde va a desembocar, pero estoy seguro que el país ha cambiado. Llegué el 2013, por evidentes razones el proceso ha cambiado muchísimo. Y sigue en ese tránsito, como si hubiera una transición interior, que no tiene que ver con si es madurismo o chavismo, esos son debates mediáticos para que se peleen los grupos al interior del proceso. El proceso está yendo hacia una salida que no se hace muy explícita, pero que en parte se puede rastrear en la apertura a capitales privados, que a su vez se rastrea en las nuevas conformaciones del empresariado venezolano. Porque al final la economía explica gran parte de la política.
Bueno, sentémonos a debatir qué está pasando con honestidad, sin la urgencia de twitter. Venezuela está enfrentando un asedio que ningún otro país de América Latina está enfrentando. A su vez hay una metamorfosis del proceso revolucionario, sobre eso tampoco hay muchos libros escritos. Bueno, creo que por haber estado ahí, por haberlo vivido, respirado, hace que tenga necesidad de salir, no a rendir cuentas, sino a explicar lo que está pasando. Venezuela es el país del que más se habla para satanizarlo o defenderlo, pero al que menos se lo explica. Incluso diría para mi propio campo: Cuánta gente defiende hoy Venezuela, pero tampoco tiene mucha claridad sobre cómo ha ido evolucionando el proceso. Hace ocho años que hay un nuevo gobierno, es un proceso histórico que tiene veinte y dos años, casi un cuarto de siglo. El proceso necesariamente tiene mutaciones, ¿Cómo es ese cambio? ¿Qué ha pasado con las comunas? ¿Qué ha pasado con el Estado? ¿Qué ha pasado con la transición? ¿Cómo el bloqueo influenció en esto? ¿Qué líneas ganaron la conducción de la dirección? Antes hablábamos sobre aquella visión que plantea al proceso político del socialismo como: Estado, partido fuerte, ejecución de política. Pero hay otra visión que dice: esto tiene que ir acompañado con un proceso de empoderamiento popular. Ahí tienes dos posiciones, pero cuál se ha impuesto, por qué razones. Me parece que eso es parte de la responsabilidad política, pero hay cosas que, en medio de la lógica mediática sobre Venezuela, en la dinámica del fuego cruzado permanente tampoco aportan mucho. Entonces la idea del libro es dar cuenta desde haberlo vivido, creo que uno sí puede escribir tiene que escribir y si uno vivió una experiencia de esa naturaleza, más aún para quienes están ahí ese momento y más para quienes vendrán.
Agradezco a la gente que escribió cualquier cosa sobre la historia. Cuando hay un proceso político, agradezco a la persona que se sentó a escribir una novela o un ensayo político o lo que fuera. Que lo haya escrito a mí me permite, como en Los Detectives Salvajes (1998) de Roberto Bolaño ir a buscar ahí qué pasó en Chile, qué pasó en México, qué pasó en esos grandes episodios a los que uno vuelve permanentemente, ni hablar que pasó en Argentina en los sesenta y setenta, digamos. Que haya habido gente que escribió poesía, novela, novela de no ficción, es una oportunidad única, creo que la literatura tiene una fuerza muy particular para contarlo. Para darte un ejemplo, te puedo hablar de los años setenta en Argentina y de un fenómeno como la clandestinidad. Pero si leés Diario de un Clandestino (2001) de Miguel Bonasso, vas a entrar de otra manera, o te puedo hablar de la resistencia peronista como concepto histórico, pero si leés los retratos que hace Rodolfo Walsh en Operación Masacre (1957) vas a entenderlo de otra manera. Te van a abrir una puerta que ningún trabajo teórico te puede abrir, y eso va a ser válido ayer, hoy y siempre. Para cerrar con lo que decía al principio, hay una gran tradición, uno no inventa nada, sino que sigue algunas líneas matrices de gente que lo hizo brillantemente, eso lo vas a poder rastrear en todos los países y procesos. Agarrá Homenaje a Cataluña (1938) de George Orwell, es un clásico. Llega a Cataluña, te cuenta desde un café hasta la trinchera, ahí te enterás que las armas no funcionaban bien, y vos pensabas que esa trinchera era una cosa increíble y te cuenta que en realidad se morían de frío, la escopeta estaba oxidada, que en realidad nunca peleo contra nadie, etc., es como un anti héroe. Eso me parece que permite la literatura con la política, el espacio de la síntesis.