El tatuaje fosforescente cobró forma sobre la marea del viento leve de la tarde. Abajo, acostadas en círculo con nuestros huesos iluminados, proyectamos el mapa en el aire.
Con la mente en silencio, sin regresar a ver a nada ni a nadie, habías conectado todos los amuletos durante la noche. Caminaste lento a contra luz de los astros en la obscuridad de los arbustos y la hojarasca. Te tomó horas hasta llegar al campamento.
Programada en modo anclaje para seguir la quinesis, tu Shigra abrazaba el movimiento de tus botas, de ella colgaba el casco de plumas cobrizas y un cinto rojo heredado.
A tu llegada todo fue diferente. Ya no había tiempo que perder, cada quien hacia lo suyo sin vacilar, como en un barco en alta mar antes de la tormenta. El silencio bordó el aliento general cuando entraste al circulo de fuego. Tu mirada nos auscultó casi de reojo y te paraste frente a todas. Nos hablaste con la atención intensa de una horda en cacería, en nuestras mentes tu nombre retumbaba desde hace días: Flagelo de Miel.
— ¡Somos el clítoris de Chita! ¡No la mamá de Tarzán! ¡De la vida y la muerte nos protege la criptofasia colectiva!, dijiste y activaste en nuestro pulso la misma señal, apuntando sobre el centro del mapa.
Antes de cortarte el pelo y pintarnos con Chonta y sal los pómulos de la cara, nos anticipaste a todas en la orilla del río:
—En pocos días vamos hacía el centro de los flujos desterritorializados del sentido, donde la montura suplanta la cabeza y la opinión tiene freno de bozal. Ya sabemos: nos engañan con las polaridades de la carta del consumo, como si la naturaleza no fuera Homo Sapiens y ambos en sí, el deseo que construye el sentido.
Hierogamia y sacrificio, no hubo tiempo para el miedo cuando comenzó la oscilación de tus brazos y el diseño fosforescente inició su danza circular revelando el Chaquiñán.
Corrimos por el bosque como dedos que se deslizan por entrastes interválicos y líneas de tren hacia escalas del futuro. En un solo cuerpo artrópodo, acariciamos el barro con el mismo flujo mental hasta alcanzar la máxima velocidad. Nuestros cuerpos se evaporaron inyectados en la tierra.
— Somos Lutita atravesando las porosidades coloniales en camino a la ciudad. Un viento imperceptible que cruza el granito del subsuelo. Arriba, la piedra pómez alcanza el cenit, iluminando nuestro rumbo.
—Llegaremos por la magnitud de onda entre las sibilancias de las distorsiones medievales de la sinarquía local, nos dijiste esa mañana en el río.
— En el centro del culto a la corbata de Tarzán materializaremos nuestros cuerpos como una piedra de río en un zapato de traje.
La Gárgola narcomestiza del privilegio del asfalto no esperaba esta visita en la tarde de semana. Sobre la mesa las botellas de Norton.
— Que buen after se puso el Alcalde, hasta nos trajo a las chicas del marketing para hacer horas extras y se vino a celebrar con nosotros y sus colaboradores. Pensó mientras se hacía un mosco, cortesía de la casa.
Tambaleándose bajó las escaleras, después de mirarse desfigurado en el espejo del baño, pensó: ya no tengo la melena de hace veinte años, cuándo el asunto era ser milico o metalero, en todo caso, algo es seguro: el alcohol es cosa de hombres.
Aún tenía en sus manos parte de los mechones de pelo con sangre que le arrancó a su novia en medio de la borrachera y en la billetera lo que le sobraba de lo que cobró al Municipio por hacer el show para la campaña del banquero.
— ¡Odiamos a todos!, gritaba desde el micrófono, mientras los municipales atacaban a doscientos fieles de su iglesia como parte del performance acordado.
— Es mejor tenerlos sacudiendo las greñas por Satanás a que se alisten en contra de las privatizaciones, decía el asesor mas joven del Alcalde mientras brindaban.
— Somos extremos, alternativos e independientes, se lee sobre su hoja de vida en el escritorio de la Secretaría Municipal, garantía para jóvenes libres, el slogan.
Con tal que lo dejen participar del Fondo Concursable, en juicio hasta se declaró feminista, después de todo son otros tiempos, total si alguien lo encara, se las tendrá que ver con él. Su dealer es abogado de un consorcio y ya le ha salvado de algunas en las que ha partido las piernas o asesinado por opiniones inconvenientes sobre violaciones acalladas.
Alrededor de la mesa solo hay sillas y conversaciones sordas con intermitencias compulsivas para revisar el celular. En Twitter la tendencia dice que en la Embajada ponen Yapa como cortesía del Banco del Poncho.
Flagelo de Miel nos obligo a observarlos durante cinco minutos desde la cornisa. Adheridas a la pared externa habíamos activado los flujos decodificados de magnitud cero. No tomó nada subir los decibeles de ultrasonido y convertir el edifico en un microondas, nuestros cascos por momentos parecían moverse como un espejismo de agua cobriza boca arriba en la pared lateral.
Saltamos hacia atrás cambiando la frecuencia de magnitud y bajo la forma artrópoda emprendimos el regreso. Adentro del microondas, los cráneos rebotaban como en una orgía de clítoris liberados por luces roboscópicas hacia el infinito.