— Entrevista a Marco Teruggi—
El poeta y el cronista son llamados por la guerra. Marco Teruggi (París, 1984), autor de Días fundados (2014), platica con Matriota sobre literatura latinoamericana, la militancia ante la violencia política, y las derivas de la depredación desde y contra los Estados.
MATRIOTA: “Hay una tensión entre el acto de leer y la acción política”, escribe Ricardo Piglia en El último lector (2005). “Cierta oposición implícita entre lectura y decisión, entre lectura y vida práctica. Esa tensión entre la lectura y la experiencia, entre la lectura y la vida, está muy presente en la historia que estamos intentando construir. Muchas veces lo que se ha leído es el filtro que permite darle sentido a la experiencia; la lectura es un espejo de la experiencia, la define, le da forma”. Refiriéndonos concretamente a Mañana será historia. Diario urgente de Venezuela, (Editorial Sudestada, Buenos Aires, 2018), cómo viviste la tensión entre el compromiso político, el trabajo cotidiano, popular, ya sea en el interior venezolano o en la cotidianidad vertiginosa de la ciudad, en la ebullición de la vida misma que se expresa en tu relato, con la escritura y la lectura, actividades que reclaman sosiego y distancia.
MARCO TERUGGI: Justo ahora estoy terminando un libro que tiene una parte muy grande de poesía. Es muy distinto el proceso de escritura de crónicas, diarios o ensayos, con la escritura de la poesía. En lo primero hay un manejo mucho más directo después de haber vivido una experiencia y escribirla, mal o bien, pero va a salir. Con la poesía no, puedo sentarme y no sucede absolutamente nada, lo que hace aún más complejo esta construcción de tiempo para la escritura, o sea, parto de la certeza que para un libro como fue Mañana será historia, había una suerte de obligación de hacerlo. Al estar situado en esa corriente de hechos históricos, al ir a buscarlos también, había que dejar un rastro para la disputa inmediata, pero también para lo que vendrá después. Una suerte de responsabilidad por estar ahí en el momento, por lo tanto hay que dar testimonio, lo que no dice cuál será el género para el testimonio. En ese caso elegí un género súper abierto, un formato diarístico que me permitía escribir como quisiera escribir, pero la necesidad y la responsabilidad era esa. En la frontera está pasando esto o aquello, las tomas de tierras, el debate dentro de la revolución, etc. Porque en general el proceso venezolano tiene poca escritura sobre sí mismo, vas a Venezuela hoy, buscas libros sobre sus derivas, vas a encontrar una gran producción inicial, pero en los últimos años hay muy pocos libros, los puedes contar con los dedos de una mano. Dicho de otra manera, hay muy poco cuando más se necesita que te cuenten la experiencia organizativa popular, que te den un debate sobre las metamorfosis de la revolución, o encontrar un ensayo teórico sobre el Estado y la Comuna. Venezuela está siendo explicada o mentida por quienes quieren que termine en las cenizas de la historia. Si en los conciertos de Cúcuta y de San Antonio había una asimetría grande, en esto hay más asimetría aún. Es muy poca la auto explicación que se da la revolución sobre sí misma, que no sea el idioma de la propaganda, que no es ni bueno ni malo de por sí, pero es limitado, porque hay propaganda buena y propaganda mala, responde a la necesidad del gobierno. Después, en lo personal te diría que haber escrito me permitió orientarme en un escenario sumamente complejo por el tipo de ataques que se han vivido. Uno de repente se ve inmerso en acontecimientos en los que nunca había estado, muy complejos por la propia evolución del proceso chavista. Entonces escribir te permite respirar en situaciones muy difíciles, lograr construir un espacio por donde atravesar lo que está pasando, ahí entra la noción de necesidad, sobre todo en la poesía. Escribir te permite mantenerte, lo complejo es que hay mucho menos manejo de esa escritura, es decir, no puedo decirte hoy llego a las ocho a mi casa y escribo un poema, pero puedo intentarlo. Sí podría decir, hoy a las ocho vuelvo a mi casa y escribo una crónica sobre esta conversación, lo otro no, pero el resultante después es muy necesario, en el orden de lo personal. Entonces, mi próximo libro tiene un formato en donde hay tanto de la poesía que da cuenta de eso que se está viviendo, como del ensayo.
Volviste el 2018 a la Argentina, ¿desde tu lado de la “grieta”, cómo ves el escenario para el gobierno de Alberto Fernández?
Vamos a lo más positivo: se logró derrotar a un proyecto de poder que tenía todos los recursos, desde el FMI, hasta los grandes grupos económicos y los grandes grupos mediáticos. No lograron la reelección, cosa que en la Argentina no pasa, todo el mundo es reelegido, salvo Antonio De la Rúa. Implicó haber mantenido un nivel de legitimidad por lo hecho anteriormente, y a su vez una capacidad de recomposición y una estrategia electoral para ganarle al macrismo. Macri es una figura circunstancial, detrás del macrismo está un proyecto internacional, desde la Embajada Norteamericana, está el proyecto del Grupo Clarín, está el proyecto de la Sociedad Rural Argentina, está el proyecto de los que apuestan a la bicicleta financiera. Versus un proyecto que en el idioma clásico se le dice nacional y popular, su sentido es una apuesta al consumo interno, a la producción interna, decisiones propias en la política exterior; y popular en el sentido del protagonismo del sector popular. También de modernización del consumo, del acceso a los bienes y servicios, a la cultura, a la producción, a la política. Lo otro fue elitista neoliberal, esto es nacional y popular. Lo digo en tanto tipos ideales, después, cada cosa es un poco más compleja. Esa gran victoria se logró con la conformación del Frente de Todos, que implicaba una arquitectura en la cual quien posee más cantidad de votos, Cristina Fernández de Kirchner, cedía su lugar presidencial, para de esa manera traccionar a otros bloques del peronismo hacia el Frente de todos, e impedir la emergencia de una competencia dentro del peronismo, con ideas muchas veces coincidentes con las del macrismo. Me refiero a ese otro peronismo, entonces eso se logró, a partir de ahí viene la complejidad de un gobierno del Frente de todos, que es evidentemente heterogéneo. Tan heterogéneo, vamos a seguir con el tema de Venezuela, que tenés sectores que la reivindican y la defienden, y otros sectores que en su momento reconocían a Juan Guaidó como presidente interino. Eso te puede expresar el nivel de disparidad que hay. O sectores que dicen: hay que transformar el poder judicial, y otros sectores que se niegan. ¿Cómo se avanza manteniendo la unidad, pero en un tiempo de crisis y pandemia, y una deuda con los privados y con el FMI? Y con un presidente que tiene más tendencia a intentar conciliar y mantener un orden sin demasiado conflicto, que a plantearse un avance sobre los poderes fácticos. El problema es que los poderes fácticos no ven a esos acuerdos como viables, sino que están avanzando cada vez más. Uno: no cediendo ni un ápice. Y dos: manteniendo la persecución política. Entonces eso te explica que en un proceso como el actual tengas todavía al poder judicial operando dentro de un gobierno que se propuso combatirlo, —no quiere decir que sea fácil transformar al poder judicial—, pero que no ha podido frenar el lawfare, o guerra mediático judicial. Ahí tenés sectores que evidentemente quieren desmontarlo y sectores que no. Para darte un caso emblemático, el fiscal Carlos Stornelli, uno de los principales fiscales en el armado de las causas, la persecución, y las escuchas ilegales; hay sectores que, evidentemente, lo quieren sacar, y otros sectores lo defienden. Hoy no públicamente, pero si ves sus declaraciones de hace un año y medio decían que era un fiscal del cual no se podía sospechar. Todo eso convive dentro de un gobierno que avanza, pero recula, en un escenario donde el sector agrario y sectores mediáticos si están avanzando.
Finalmente, eso lleva a una pregunta que no es nueva y se la puede rastrear en lo que fue el gobierno de Dilma Rouseff en Brasil: ¿Si se cede, eso fortalece al gobierno popular, o fortalece a quienes adversan a ese gobierno? O si se cede, ¿se pueden calmar las aguas y mantener una suerte de tranquilidad de superficie? El caso de Dilma mostró que no. Nada es extrapolable. Pero finalmente la pregunta es: ¿Qué margen de maniobra hay hoy en América Latina para los gobiernos progresistas? O sea, está claro que ir a fondo no te lo van a permitir. Pero ir a medias da la impresión que tampoco está permitido. Y en frente si hay un acumulado a través del poder judicial y del poder mediático como gran dispositivo. El caso de Ecuador es emblemático, acá te encontrás con discursos y prácticas muy parecidas a las de Argentina: construcción de narrativas, los medios de comunicación te acusan y después los jueces terminan dictaminando las sentencias que decían los periodistas. Esa infiltración de la idea de que el gobierno anterior se había robado todo: “bueno, está bien, se vivía mejor, pero eran ladrones”. Ahí tenés estrategias muy parecidas.
La vicepresidenta de la Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, contaba en su alegato que la causa llamada dólar futuro se armó entre la primera y segunda vuelta electoral del 2015. O sea, la temporalidad de la causa la hacen cinco días después de que se sepa quién va al ballotage. Cuando entra el poder judicial al Banco Central y hacen una gran operación mediática, fue cuatro o cinco días antes de las elecciones. Bueno, acá en Quito, de repente, una semana antes de las elecciones la Fiscalía de Colombia aterriza a ver a la Fiscalía de Ecuador para hacer una denuncia. Que no nos sorprenda si antes de la segunda vuelta hay otra vez un dispositivo de esa naturaleza, aunque no necesariamente tenga una repercusión jurídica final legal. Pero sí en ese momento tienes a una franja de la población que se encuentra con todas las tapas de los diarios, todos los noticieros, todas las redes diciendo la misma noticia, que evidentemente es adversa para el candidato del progresismo, esto te puede definir elecciones que se manejan por pocos puntos.
Si pudieras escoger algunos momentos en los que se impone el neoliberalismo en la cultura latinoamericana, ¿cuáles serían y por qué?
Los peores neoliberalismos han sido aquellos, me refiero a los simbólico, que han sido operados por fuerzas que hicieron un viraje de ciento ochenta grados. Pienso en lo que fue el proceso del neoliberalismo en México con la gran privatización, pienso en lo que fue el neoliberalismo en la Argentina en los noventa bajo el peronismo. Fue un movimiento histórico que dio derechos a los trabajadores, que peleó contra la oligarquía, que fue perseguido, que fue torturado, pero que en el gobierno de Carlos Menem asumió absolutamente el proyecto neoliberal. Eso genera una crisis en todo sentido, oportunismos, miserias. Creo que ese fue el mejor momento del neoliberalismo, donde más lograron vender ilusiones a futuro. Porque el mismo proceso neoliberal era una suerte de incendio, generaba humo y ese humo generaba expectativas e ilusiones. El problema es que el neoliberalismo que vino después no tuvo más que vender, ese fue el caso del macrismo. El Kirchnerismo estatizó algunas empresas, pero no se encontró con el país que había cuando llegó Menem. No podía rifar los ferrocarriles, ni las empresas del Estado, porque ya no existían más. Entonces ahí viene la parte financiera de lo que fueron los cuatro años de Macri: préstamo-fuga, préstamo-fuga. Hoy ningún sector defiende el neoliberalismo abiertamente, ningún candidato hace campaña neoliberal. El neoliberalismo se escuda en el ataque a los populismos. No es neoliberalismo o progresismo, es nosotros versus los populistas, eso lo podés rastrear en todos lados. Populismo como lo plantea la derecha: populismo autoritario, populismo corrupto, populismo que avanza sobre la libertad de prensa, populismo que no escucha a la gente. Aunque el neoliberalismo nunca logró re configurarse como concepto público, ha permeado en muchas otras cosas, como en el exacerbado individualismo.
Si ves el caso de Chile, con los sucesivos estallidos sociales se terminó de quebrar algo que estaba agrietado. Chile era el modelo donde cada uno se salva con préstamos bancarios, ese es el horizonte. Nada de organizarse colectivamente, de pelear por tus derechos, ahí tenés digamos una suerte de sentido común que se instala. La educación pública no es un derecho, lo perdiste. Lo que hizo la revolución pingüina fue gritar para que la educación vuelva a ser pública, es mi derecho, cómo que no tengo una jubilación y una salud pública. Cuando el único horizonte posible es la privatización de las cosas, ahí te ganó el neoliberalismo como proyecto. Eso en muchos países no se logró por sus inmensas reservas sociales. Pienso en el caso de Bolivia, el golpe de estado de 2019 contra Evo Morales no tenía pensado perder al año siguiente. No contó con la existencia de un entramado colectivo, comunitario, urbano, rural, que le impidió avanzar, y que después le dio vuelta el escenario electoral, con una conducción política, evidentemente. Creo que el neoliberalismo no tiene ningún proyecto histórico, ningún candidato neoliberal te habla de reducir el salario porque es un costo demasiado elevado, de aumentar la productividad y la competitividad para que vengan capitales privados, aunque en la práctica sea capaz de hacerlo y fracase. ¿Quién diría eso? El FMI es una mala palabra, hizo las cosas muy mal, la gente tiene una memoria histórica.
La situación del neoliberalismo parece muy clara, lo que no está claro es cuáles son los proyectos alternativos. No al neoliberalismo, muy bien, pero qué hay frente a eso, y qué hay según cuáles circunstancias. No es la misma circunstancia la que se encontrará Andrés Arauz si gana acá a la que se encontró Rafael Correa cuando ganó en 2006. Uno esperaría, evidentemente, que las cosas siempre se hagan mejor. Si vas a seguir es para corregir los errores que tenías anteriormente. Ahora, frente a los debates que han estado siempre: ¿Cómo se trabaja la articulación entre la explotación de los recursos naturales, los procesos de industrialización, con el bienestar de la gente; para que la utilización de los recursos naturales no genere daños ambientales y un saqueo para una empresa transnacional? Otro de los temas vertebrantes: ¿Cómo se puede mejorar la democracia en el ámbito del poder judicial, en el ámbito del poder comunicacional, pero también en el ámbito de la comunidad? ¿Podemos ensayar formas de participación más directa, cómo podemos hacer una democracia participativa que se combine con la democracia representativa?
Eso es lo que se intentó hacer en Venezuela: el Estado daba respuesta a un derecho, y en ese dar respuesta a un derecho convocaba a la población a organizarse. No es que el Estado decía: voy a hacer una política para que ahora te llegue el agua a tu barrio, quédate quieto en tu casa, que voy a venir a censar. No, convocaba a la población a organizarse, a diseñar un mapa de su comunidad para saber dónde faltaba agua, armaban las mesas técnicas de agua. Entonces en la respuesta al derecho había en simultáneo una organización comunitaria. Eso te daba una forma concreta donde se expresaba la democracia participativa. Eso es algo que se puede repensar según cada país. No solamente el Estado otorga las respuestas, sino que además convoca a la población. Y eso te sirve en términos estratégicos cuando quedás por fuera del gobierno, así tenés espacios de repliegue, tenés espacios donde podés reconstruir. En cada país es diferente, en Venezuela fue este formato de comuna. En la Argentina tenés los sindicatos, los movimientos sociales, más movimientos como el de mujeres. En Bolivia tenés los movimientos campesinos, indígenas, vecinales. Cuando no estás en el gobierno replegás ahí, y de ahí salís para rearmar estrategias y derramar organización. Para mí Venezuela y Ecuador se parecen en que, cuando asumen los gobiernos, tanto de Chávez y Correa, no había un gran nivel de organización popular. En Ecuador existía la CONAIE. En Venezuela no, lo que hizo Chávez fue convocar permanente para que se crearan. Claro, con el Estado como el principal impulsor, con política y recursos. Eso marca la forma con la cual nacés. Pero la obsesión de Chávez fue crear eso que no existía, donde fuera y como fuera, o sea, una recuperación de tierras, un fundo zamorano, un consejo comunal, una mesa técnica de agua, un colectivo, lo que fuera, pero que la gente se organizara. Eso te permitió resistir muchísimo en esta coyuntura. En frente hay adversarios y/o enemigos que tienen procedimientos antidemocráticos, buscan proscribirnos, esto no es nuevo, sino característico de la derecha latinoamericana. Entonces, una cosa es pensar los conflictos democráticos en Europa, y otra cosa es pensarlos acá. Donde tenés territorios tomados por los narcos, poderes institucionales que te persiguen, causas judiciales armadas, operaciones antes de las elecciones, revanchas como las que vivimos en Argentina. Esos son nuestros conflictos, tenemos unos enemigos que se salen permanentemente de la banquina. Creo que el caso ecuatoriano es prístino en este sentido, la derecha está trabajando una lógica de excepcionalidad: Formalismo democrático, procedimientos antidemocráticos al interior del formalismo. Se ganó las elecciones y se armó un dispositivo para cerrar los canales democráticos. Vos podés tener eso de forma sostenida. Agarrá el caso de Colombia, tenés elecciones periódicamente, pero también tenés periódicamente asesinatos de dirigentes políticos y masacres. Eso es lo que estamos transitando bajo el neoliberalismo en su nueva expresión. Igual que el tema de la pérdida de estatalidad en los territorios nacionales. Hay territorios que los controlan otros: pueden ser paramilitares, pueden ser narcos, pueden ser grandes transnacionales que apoyan a estos sectores que son los que hacen las matanzas para que después te tengan coaccionado. Ese es el formato actual: desarmar al Estado por dentro, hacerlo incapaz, que todo pase al ámbito privado, desde las cárceles, hasta la administración de las fuerzas en el territorio, hasta el manejo de la salud, de la educación; y el individuo sepultado con créditos, cobrando bajito, habiendo perdido la memoria histórica de sus derechos. Si vos pensás que algo no es tu derecho, no lo reclamás, ahí es donde perdiste. Si yo sé que es mi derecho, lo reclamo. Si yo creo que es normal que la salud sea privada, difícilmente reclamo.
Con respecto a esto, se me vienen a la cabeza los procesos de nueva estrategia imperial para América Latina: la destrucción de los Estados nacionales y el control de los recursos naturales de manera militar. ¿Ves factible la regionalización de un eventual conflicto armado entre Colombia y Venezuela, o que los norteamericanos invadan Venezuela a través de Colombia?
Hay metodologías que se van compartiendo y que se pueden contrarrestar. Vos fíjate que, en el caso boliviano, cuando fue el golpe de Estado, tenías operando en el momento del alza golpista a grupos armados que parecían idénticos a los que operaron en Venezuela en el 2017. Comandos de cuarenta personas en motos, con mucha movilidad, armamento casero, armas cortas, con una suerte de estrategia de movilización de golpe y retirada. Evidentemente no es que se les ocurrió en el momento de la escalada hacer algo así, sino que era algo que fueron desplegando, de Santa Cruz, a Cochabamba, a La Paz. Cuando el gobierno de facto de Jeaninne Añez queda al frente, esos grupos se mantienen, pero más en un formato colombiano. El mismo Estado empieza a darles logística por debajo de la mesa a la Resistencia Cochala, a la Unión Juvenil Cruceña. Entonces imaginémonos que hubiera pasado en Bolivia sin el triunfo del MAS y hubiéramos tenido cinco años más de un gobierno de la derecha. ¿Qué pasaría con esos grupos? En Colombia han servido tanto para amedrentar la organización popular y para que el gobierno controle el territorio. Pero con una evolución: las Autodefensas Unidas de los noventas no son lo mismo que la fragmentación actual de bandas criminales. Así se refuerza el formato: un Estado débil, grupos armados que bajo una aparente caotización garantizan la reproducción de intereses. Como en Siria, donde vos tenías una pérdida de territorio por parte del Estado sirio, que eran ocupados por grupos armados como los de ISIS, que a su vez le vendían el petróleo a quienes lo quisieran comprar: los turcos, las multinacionales, los norteamericanos, etc. Entonces, la reproducción del capital y de la ganancia sigue funcionando con fragmentación estatal y territorial. Deben haber teorías respecto a este modelo. Pero pensá, si fueras una multinacional, ¿qué te conviene? ¿negociar con un Estado que tenga leyes, que tenga un parlamento, que tenga ideas o un proyecto? ¿O negociar con grupos armados que manejan el territorio?
Es más fácil administrar el caos…
Ese es un formato que hay para varios países, en África existen muchas zonas así. Eso es lo que apuntan a hacer: socavar al Estado, reducirlo al mínimo, y que ese mínimo responda a sus intereses y que se vaya perdiendo el control.
No piensas que detrás de esa violencia endémica, multicausal, hay una guerra de exterminio contra nuestros pueblos donde se va destruyendo todo, la comunidad, la organización política, la vida civil, ¿hay una guerra de exterminio civilizatorio?
No sé si será civilizatorio, en todo caso, eso parte de considerar que existe un sobrante de población en este sistema. O sea, en la Argentina está el tema de la economía popular, básicamente su teoría es: hay un sector que no va a entrar más, su lugar está por fuera. En el caso de la Argentina, eso se tradujo en organización, pero no abarca evidentemente a su totalidad, sino a una porción de ese sector. La pregunta es: ¿Si el sistema, a medida que avanza el neoliberalismo y van cerrando más fábricas, las pequeñas y medianas empresas, y se va reduciendo los salarios y los trabajos formales, qué respuestas tiene para ese sector sobrante? Alguna respuesta tiene, como las drogas, los grupos narcos, una maquila. Según ese orden, tenemos una franja de población que no va a entrar más, la única forma de que vuelvan es que se revierta el neoliberalismo. Mientras tanto, ese sistema tiene un proyecto para eso, ahí la droga es lo más funcional que hay. Y determinados tipos de drogas para los barrios pobres, la droga que consume un pibe de un asentamiento de una gran ciudad tampoco es la misma droga que consume un creativo publicitario de una campaña política. El daño es diferente. Esa es la respuesta que han planteado, no sé hasta qué punto fue orgánico y planificado, pero se la ha ido aplicando con las masacres internas, con la configuración de los grupos armados; pero no puedes ver ni en los paramilitares colombianos, ni en las maras centroamericanas, para ponerte dos ejemplos, procesos espontáneos que emergieron solamente de la descomposición social; ahí hay gente ganando, ahí hay una forma de ordenar la crisis y de mantener la imposibilidad de esa crisis. Dicho de otra manera, ordenar el caos que generaste bajo un formato que te garantiza un orden que responde a determinados intereses. Ante esto, tus anticuerpos tendrían que ser: más Estado, más organización comunitaria, más trabajo; tu anticuerpo sería ir hacia algo nuevo, pero donde el Estado siga siendo el gran ordenador del territorio, el gran ordenador de una política estratégica a mediano plazo de industrialización, de salario. Pero que también del otro lado haya sindicatos, centrales, organizaciones territoriales, movimientos populares, todo eso que te va conteniendo. Por eso en la Argentina el macrismo no logró avanzar tanto, porque este formato de descomposición territorial tiene algunos frenos, tenés centrales sindicales, partidos y movimientos sociales. Igual es muy difícil, pero eso es lo que estamos enfrentando.
¿Cuál es tu modelización desde una utopía poética para la región en la postpandemia? ¿Cuál es tu imagen del futuro?
Mirá, yo creo que lo ideal sería poder pensar en un ida y vuelta constante desde el lugar en que uno está situado, con lo global. Evidentemente yo estoy muy marcado por donde estoy parado geográficamente, en lo que ha sido Venezuela, en lo que está ahora en Ecuador, el haber estado durante el golpe de estado en Bolivia, en lo que ha sido Argentina, para decirte los que me son más propios. Partiendo de la premisa que América Latina es el continente que mayores creaciones políticas ha hecho en el último cuarto de siglo. Todos estos debates de la democracia participativa, del Estado que vuelve a avanzar, el poder popular, la impugnación a los medios de comunicación, etc. han sido en América Latina. Si agarrás veinticinco años de historia reciente europea o estadounidense, no los vas a encontrar. Rusia es otra historia muy particular, tiene que ver con su propia caída del muro, la Unión Soviética, los oligarcas, la aparición de Putin, la recomposición nacional. Es otra película. Cuando empezó la pandemia, escuchaba a Slavoj Žižek, y me preguntaba desde dónde pensaba ¿Por qué dice esto? Me encantaría pensar en el sablazo definitivo al capital. No he visto a nadie en América Latina, tal vez me equivoque y no haya leído lo suficiente, que retome ese optimismo producto de un virus. En todo caso, si hay un optimismo que podamos llamar nuestro es en base a la experiencia que hemos tenido, en base a lo que se ha aprendido, en base a corregir los errores. Lo que estoy viendo es un proceso de mayor acumulación de riquezas, mayor distribución entre las empresas, mayor precarización laboral, eso, si no lo enfrentamos desde las diferentes formas de organización y propuestas políticas va a seguir avanzando. Y ahí lamento mucho el optimismo de Slavoj Žižek, pero, si veo el mapa europeo, en términos generales las alternativas que más avanzan son las más conservadoras, de derecha, neoliberales, profundamente racistas y xenófobas, lo que quieras poner en cada condimento. Paradójicamente, si hay un espacio donde se pueda lograr, es en América Latina, digo paradójicamente porque es el continente que más está siendo golpeado en términos de desigualdad, crecen más los millonarios todos los días y desaparecen miles puestos de empleo. Ahora, la experiencia política, los movimientos organizados, la capacidad de haber impugnado el neoliberalismo, a mí me indica que es acá. No sé si va a funcionar o no. Agarrá el 2019, tuviste el levantamiento contra el neoliberalismo en Ecuador, en Chile, en Colombia, en Haití, la victoria en Argentina. En 2020 siguió en Chile, la victoria en Bolivia. Ahora, eso me da una mirada realista, no muy optimista, realista.
Pero si nosotros dejamos que avancen las tendencias, vas a tener a Facebook, Google, Apple, al GAFAM entero organizándote tus deseos, tus modos de pensar, tus conductas, eso está avanzando, ahí es donde nosotros somos mucho más frágiles. Recién en algunos países con más posibilidades, vamos a decirlo así, están pensando en qué pasa con los datos. Nosotros en América Latina estamos rogando que alguien venga a poner una empresa, y si viene Facebook y dice mirá te pongo una empresa acá ¿Qué le vamos a decir? ¿No te regulo los datos? ¿Tomá mis datos? La situación es crítica y nadie tiene la respuesta, por eso el macrismo fracasó estructuralmente. Macri repetía: yo corto el césped, yo pongo los arcos, ustedes hagan los goles. Pero nadie vino a patear la pelota. Incluso para el neoliberalismo hoy es difícil sostener algo, porque sostener un modelo a base de la fuga de capitales es difícil. Ahí se complica todo, porque cuanto más avanzas, más se descompone el tejido social. Tengo una mirada optimista, pero fríamente realista, desde América Latina.
Si estuviera en Europa tendría un nivel de pesimismo mucho más grande, para serte sincero. Viví muchos años en Francia, nací allí, y si veo la evolución de ese país, que además suele ser puesto como un ejemplo de la emergencia de grandes ideas y de irrupciones, déjame decirte que allá está creciendo la derecha y con más fuerza, pero no solamente como expresión política, sus ideas se han derechizado peligrosamente. Pero sus ideas se diseminaron en el conjunto del espectro político, y algo que hace veinte años solo lo podría decir la extrema derecha, ahora lo dicen tanto la centro derecha o la centro izquierda, como el gobierno anterior de François Hollande. Y lo más progresista que tenés en Europa es el proceso en España, que es una coalición asimétrica, de un PSOE neoliberal, con un PODEMOS que llegó debilitado. Eso es lo más de izquierda que tenés en el mapa europeo, para que veas su nivel de desidia. Y esa experiencia de PODEMOS o la de Jean-Luc Mélenchon y la France Insoumise en Francia tomaron como fuente para armar sus propuestas a las experiencias latinoamericanas. Yo creo que pasa por acá y eso también nos da una mayor obligación.
Por ello espero que todo este proceso que hemos vivido también sea acompañado de más literatura, de más creación, que también logremos eso, que la gente que escribe se meta al escenario político, que no opte por la distancia, que no opte solamente por el drama personal, que es válido y está bien, pero que entren en este juego. Necesitamos escritores que hagan política, pero que escriban, que no importe el contenido de la ficción que escriban, pero que estén ahí, en ese este debate. No creo en ese formato de los asépticos, de los inmaculados e intocables creadores que están por fuera de lo que nos pasa a todos. No creo en esa literatura desprendida de lo que sucede en su propio país, que algunas editoriales intentan diseminar. El nuevo boom de la literatura latinoamericana es de gente que parece vivir en otros países, que no está atravesada por todo esto, que se concibe por fuera de las dinámicas sociales, el individuo en su propio laberinto. Ahí necesitamos calidad, no propaganda.