“Yo tengo una historia. Esa historia tiene
muchos vacíos, que fueron llenados por
forenses, psiquiatras, médicos. Yo acepté
ese relleno de los demás. Y esas cosas llegaron
a hacerse carne de realidad. Reconstruyo mis
hechos a través de la palabra de otros,
reconstruyo el tiempo a través de la
cronología de los otros, porque si vos me
preguntás a mí, no tenía conciencia del tiempo
en ese momento. La historia la armé juntando
lo que me acuerdo con lo que me cuentan”.
Magnetizado – Carlos Busqued
Por Esteban Tabacznik*
Oí hablar de Carlos Busqued (1970–2021) gracias a los comentarios elogiosos que me hizo un amigo sobre Bajo este sol tremendo (2008). Por distintos motivos, fui postergando su lectura hasta que en 2017 apareció la película de Adrián Caetano El otro hermano. Me pareció tan burda que desistí de leer la novela. Hace unos días lo encontraron sin vida en su departamento de San Cristóbal. La noticia apareció en la portada de todos los diarios y las redes sociales se llenaron de lamentos y estupor. Me puse a leer su Twitter por primera vez. Allí descubrí que su opinión sobre la película era similar a la mía y su humor negro, ironía y honestidad brutal me despertaron curiosidad. Así me convertí en uno de esos infames que lee al autor tras su desaparición. Decidí empezar por Magnetizado (2018), su segundo y último libro publicado. No pude dejarlo hasta terminarlo de un tirón. Se trata de una extensa charla del propio Busqued con el asesino serial Ricardo Melogno, con su juez de instrucción y con la psiquiatra que más lo trató. El lugar de Busqued en tanto escritor queda, en sus 108 páginas de extensión, reducido a una sola página, brillantemente escrita: “no es por pereza que no escribo este libro, ya que talento y capacidad tengo, pero ¿cómo podría hacer para encarnar la voz de esta persona tan enigmática, cuyo ser más íntimo me rehúye?” No pude evitar interrogarme por la banalidad de la ficción frente a la realidad. Busqued retrocede, parece tener pudor. Durante el resto del libro oficia de entrevistador y editor. Magnetizado es, esencialmente, un libro sobre los baches para los cuales no hay palabras. Incluso la antigua psiquiatra de Melogno continúa llena de preguntas, precisamente por esos vacíos en su discurso.
Siendo cineasta, no pude dejar de leer el libro como si se tratara de una película documental. Y tampoco pude evitar pensar en dos cuestiones esenciales de esta forma del cine. En dónde reside el lugar del autor y la búsqueda de una verdad. Magnetizado no es el libro de Busqued, sino de Melogno y Busqued. Melogno confía los relatos y su testimonio; Busqued, tal como lo haría un gran montajista cinematográfico, los edita con inteligencia y sensibilidad. En este caso, tal como pienso que ocurre con el documental, el autor se complejiza. Busqued toma decisiones fundamentales con un material que no es suyo. Su lugar de autor se vuelve menos histriónico, más esquivo y, sobre todo, más enigmático. La búsqueda de una verdad radica, lógicamente, en intentar entender la mente de este atípico asesino serial argentino. Siempre hay una decisión autoral detrás de la elección de un tema o de una historia, pero como sucede en el documental, el objeto que encarna esas obsesiones veladas está afuera y, además, es un otro al que ese cineasta desea conocer y entender. La búsqueda de esa verdad es el proceso de esa película y, en el mejor de los casos, la película misma. La forma del libro respeta esta búsqueda de verdad, aquello que las palabras no están pudiendo nombrar; insinúa la estructura de otra investigación previa sobre estos asesinatos. Lo que hace Busqued es correrse lo más al margen posible sin borrar sus huellas. Todo el tiempo vemos su trabajo de edición y algunas de sus preguntas e intervenciones. Pero toda edición es, además del intento por generar sentido, un recorte, la marca de algo que no está. El autor propone un espacio para la voz del otro y luego la edita (o la monta). Se apropia de ese material que él mismo incitó cuando se emplea en darle forma. Manosea y rearma el relato de otro intentando, en una primera instancia, comprenderlo y, luego, imaginando a un hipotético lector o espectador al que quiere sumergir en esos mismos baches.
Busqued, si habría sido cineasta, dejaría que se noten los cortes de montaje. No presentaría esas entrevistas como si fuesen una sola y sin interrupciones. Incluso dejaría su voz preguntando o incitando al otro a expandir su relato desde un fuera de campo. Allí estarían, evidenciados, su presencia y su recorte autoral, su fijación obsesiva con ciertas situaciones y personajes. Para Busqued primero hay que haber aprendido a escuchar, sólo así es posible escribir, encuadrar o montar.
Si tuviera que adaptar este texto al cine, imaginaría esa ausencia que lo ha hecho ser como es. Es decir, la película sería una mezcla entre documental y ficción: por un lado, estarían las reuniones entre Busqued y Melogno (que yo dejaría para la segunda parte del filme, sin interrupciones) y, por el otro, el escritor que ansía una novela policial en donde se llegue a develar las razones más íntimas de por qué el asesino cometió esos crímenes. Como si quisiera reescribir The killer inside me (Jim Thompson, 1952) buscando el sustento de una verdad más allá de la ficción. Como si sospechara del narrador de In cold blood (Truman Capote, 1965). Pero, al final, cansado de intentarlo, después de un año de entrevistas, se da cuenta que las preguntas no podrán ser respondidas. Entonces se debatiría sobre cómo escribirlo: si en primera persona, si en tercera, si incluirse como personaje o no, si contar hasta que Melogno va preso o a partir de ahí. Caería en una duda que le impediría sentarse a escribir. Su editora le diría que debe “hacer literatura” con todo ese material, que tiene imágenes y situaciones de sobra para armar una gran novela: la soledad, la locura, la noche, la calle, la cárcel, el ejército, la Guerra de Malvinas. Otro amigo, también escritor, le aconsejaría armar una novela sobre todo ese proceso en donde él se podría ir convirtiendo en el personaje principal, interrogándose sobre desde dónde y cómo escribir esa historia y que, entonces, podría comenzar a cuestionar su propia atracción por lo criminal, como si el dispositivo que desplegó sobre Melogno en su investigación ahora se volviera contra él. Pero finalmente su mujer, a quien imagino como una profesora universitaria o de teatro, le diría:
— ¿Por qué la palabra de quien vivió y te compartió su historia no puede ser literatura? ¿Acaso solo hay una forma de hablar y de contar? ¿Acaso no hay estructura y tono? ¿Cómo se sentiría un tipo al que le pisaron la cabeza desde la infancia si te apropiaras de su propio relato? ¿No sería acaso el más terrible y fatal de todos los pisotones?
Tal vez Busqued fue un escritor reacio a escribir por vanidad, próximo a una escritura ligada a lo esencial. Quizá haya dejado un disco rígido repleto de libros sin publicar en donde las editoriales puedan hincar el diente. En todo caso, su temprana desaparición nos deja con la triste sospecha de que podrían haber sido algunos libros más, pero, sobre todo y tal como ocurre con Melogno, con un bache que no tendrá respuesta.
*Esteban Tabacznik (Buenos Aires, 1982). Es cineasta, montajista y ha publicado algunos textos sobre cine. Dirigió varios cortos y el documental Estoy acá / Mangui Fi en 2017. Actualmente está terminando Los Paseos, su primer largometraje de ficción.