Néctar Volcanico

En torno a los baches

Ilus­tración por Fran­cis­co Galár­ra­ga.

“Yo ten­go una his­to­ria. Esa his­to­ria tiene

muchos vacíos, que fueron llena­dos por

forens­es, psiquia­tras, médi­cos. Yo acepté

ese rel­leno de los demás. Y esas cosas llegaron

a hac­erse carne de real­i­dad. Recon­struyo mis 

hechos a través de la pal­abra de otros,

recon­struyo el tiem­po a través de la

cronología de los otros, porque si vos me

pre­gun­tás a mí, no tenía con­cien­cia del tiempo

en ese momen­to. La his­to­ria la armé juntando

lo que me acuer­do con lo que me cuentan”.

Mag­ne­ti­za­do – Car­los Busqued

Por Este­ban Tabacznik*

Oí hablar de Car­los Busqued (1970–2021) gra­cias a los comen­tar­ios elo­giosos que me hizo un ami­go sobre Bajo este sol tremen­do (2008). Por dis­tin­tos motivos, fui poster­gan­do su lec­tura has­ta que en 2017 apare­ció la pelícu­la de Adrián Cae­tano El otro her­mano. Me pare­ció tan bur­da que desistí de leer la nov­ela. Hace unos días lo encon­traron sin vida en su depar­ta­men­to de San Cristóbal. La noti­cia apare­ció en la por­ta­da de todos los diar­ios y las redes sociales se llenaron de lamen­tos y estu­por. Me puse a leer su Twit­ter por primera vez. Allí des­cubrí que su opinión sobre la pelícu­la era sim­i­lar a la mía y su humor negro, ironía y hon­esti­dad bru­tal me des­per­taron curiosi­dad. Así me con­vertí en uno de esos infames que lee al autor tras su desapari­ción.  Decidí empezar por Mag­ne­ti­za­do (2018), su segun­do y últi­mo libro pub­li­ca­do. No pude dejar­lo has­ta ter­mi­narlo de un tirón. Se tra­ta de una exten­sa char­la del pro­pio Busqued con el asesino ser­i­al Ricar­do Mel­og­no, con su juez de instruc­ción y con la psiquia­tra que más lo trató. El lugar de Busqued en tan­to escritor que­da, en sus 108 pági­nas de exten­sión, reduci­do a una sola pági­na, bril­lante­mente escri­ta: “no es por pereza que no escri­bo este libro, ya que tal­en­to y capaci­dad ten­go, pero ¿cómo podría hac­er para encar­nar la voz de esta per­sona tan enig­máti­ca, cuyo ser más ínti­mo me rehúye?” No pude evi­tar inter­rog­a­rme por la banal­i­dad de la fic­ción frente a la real­i­dad. Busqued retro­cede, parece ten­er pudor. Durante el resto del libro ofi­cia de entre­vis­ta­dor y edi­tor. Mag­ne­ti­za­do es, esen­cial­mente, un libro sobre los bach­es para los cuales no hay pal­abras. Inclu­so la antigua psiquia­tra de Mel­og­no con­tinúa llena de pre­gun­tas, pre­cisa­mente por esos vacíos en su discurso. 

Busqued toma deci­siones fun­da­men­tales con un mate­r­i­al que no es suyo. Su lugar de autor se vuelve menos histrióni­co, más esqui­vo y, sobre todo, más enigmático.

Sien­do cineas­ta, no pude dejar de leer el libro como si se tratara de una pelícu­la doc­u­men­tal. Y tam­poco pude evi­tar pen­sar en dos cues­tiones esen­ciales de esta for­ma del cine. En dónde reside el lugar del autor y la búsque­da de una ver­dad. Mag­ne­ti­za­do no es el libro de Busqued, sino de Mel­og­no y Busqued. Mel­og­no con­fía los relatos y su tes­ti­mo­nio; Busqued, tal como lo haría un gran mon­ta­jista cin­e­matográ­fi­co, los edi­ta con inteligen­cia y sen­si­bil­i­dad. En este caso, tal como pien­so que ocurre con el doc­u­men­tal, el autor se com­ple­jiza. Busqued toma deci­siones fun­da­men­tales con un mate­r­i­al que no es suyo. Su lugar de autor se vuelve menos histrióni­co, más esqui­vo y, sobre todo, más enig­máti­co. La búsque­da de una ver­dad rad­i­ca, lógi­ca­mente, en inten­tar enten­der la mente de este atípi­co asesino ser­i­al argenti­no. Siem­pre hay una decisión autoral detrás de la elec­ción de un tema o de una his­to­ria, pero como sucede en el doc­u­men­tal, el obje­to que encar­na esas obse­siones veladas está afuera y, además, es un otro al que ese cineas­ta desea cono­cer y enten­der. La búsque­da de esa ver­dad es el pro­ce­so de esa pelícu­la y, en el mejor de los casos, la pelícu­la mis­ma. La for­ma del libro respe­ta esta búsque­da de ver­dad, aque­l­lo que las pal­abras no están pudi­en­do nom­brar; insinúa la estruc­tura de otra inves­ti­gación pre­via sobre estos asesinatos. Lo que hace Busqued es cor­rerse lo más al mar­gen posi­ble sin bor­rar sus huel­las. Todo el tiem­po vemos su tra­ba­jo de edi­ción y algu­nas de sus pre­gun­tas e inter­ven­ciones. Pero toda edi­ción es, además del inten­to por gener­ar sen­ti­do, un recorte, la mar­ca de algo que no está. El autor pro­pone un espa­cio para la voz del otro y luego la edi­ta (o la mon­ta). Se apropia de ese mate­r­i­al que él mis­mo incitó cuan­do se emplea en dar­le for­ma. Manosea y rear­ma el rela­to de otro inten­tan­do, en una primera instan­cia, com­pren­der­lo y, luego, imag­i­nan­do a un hipotéti­co lec­tor o espec­ta­dor al que quiere sumer­gir en esos mis­mos baches. 

Busqued, si habría sido cineas­ta, dejaría que se noten los cortes de mon­ta­je. No pre­sen­taría esas entre­vis­tas como si fue­sen una sola y sin inter­rup­ciones. Inclu­so dejaría su voz pre­gun­tan­do o inci­tan­do al otro a expandir su rela­to des­de un fuera de cam­po. Allí estarían, evi­den­ci­a­dos, su pres­en­cia y su recorte autoral, su fijación obsesi­va con cier­tas situa­ciones y per­son­ajes. Para Busqued primero hay que haber apren­di­do a escuchar, sólo así es posi­ble escribir, encuadrar o montar. 

Si tuviera que adap­tar este tex­to al cine, imag­i­naría esa ausen­cia que lo ha hecho ser como es. Es decir, la pelícu­la sería una mez­cla entre doc­u­men­tal y fic­ción: por un lado, estarían las reuniones entre Busqued y Mel­og­no (que yo dejaría para la segun­da parte del filme, sin inter­rup­ciones) y, por el otro, el escritor que ansía una nov­ela poli­cial en donde se llegue a deve­lar las razones más ínti­mas de por qué el asesino cometió esos crímenes. Como si quisiera ree­scribir The killer inside me (Jim Thomp­son, 1952) bus­can­do el sus­ten­to de una ver­dad más allá de la fic­ción. Como si sospechara del nar­rador de In cold blood (Tru­man Capote, 1965). Pero, al final, cansa­do de inten­tar­lo, después de un año de entre­vis­tas, se da cuen­ta que las pre­gun­tas no podrán ser respon­di­das. Entonces se debatiría sobre cómo escribir­lo: si en primera per­sona, si en ter­cera, si incluirse como per­son­aje o no, si con­tar has­ta que Mel­og­no va pre­so o a par­tir de ahí. Caería en una duda que le impediría sen­tarse a escribir. Su edi­to­ra le diría que debe “hac­er lit­er­atu­ra” con todo ese mate­r­i­al, que tiene imá­genes y situa­ciones de sobra para armar una gran nov­ela: la soledad, la locu­ra, la noche, la calle, la cár­cel, el ejérci­to, la Guer­ra de Malv­inas. Otro ami­go, tam­bién escritor, le acon­se­jaría armar una nov­ela sobre todo ese pro­ce­so en donde él se podría ir con­vir­tien­do en el per­son­aje prin­ci­pal, inter­rogán­dose sobre des­de dónde y cómo escribir esa his­to­ria y que, entonces, podría comen­zar a cues­tionar su propia atrac­ción por lo crim­i­nal, como si el dis­pos­i­ti­vo que desplegó sobre Mel­og­no en su inves­ti­gación aho­ra se volviera con­tra él. Pero final­mente su mujer, a quien imag­i­no como una pro­fe­so­ra uni­ver­si­taria o de teatro, le diría: 

— ¿Por qué la pal­abra de quien vivió y te com­par­tió su his­to­ria no puede ser lit­er­atu­ra? ¿Aca­so solo hay una for­ma de hablar y de con­tar? ¿Aca­so no hay estruc­tura y tono? ¿Cómo se sen­tiría un tipo al que le pis­aron la cabeza des­de la infan­cia si te apropi­aras de su pro­pio rela­to? ¿No sería aca­so el más ter­ri­ble y fatal de todos los pisotones? 

Tal vez Busqued fue un escritor rea­cio a escribir por vanidad, próx­i­mo a una escrit­u­ra lig­a­da a lo esen­cial. Quizá haya deja­do un dis­co rígi­do reple­to de libros sin pub­licar en donde las edi­to­ri­ales puedan hin­car el diente. En todo caso, su tem­prana desapari­ción nos deja con la triste sospecha de que podrían haber sido algunos libros más, pero, sobre todo y tal como ocurre con Mel­og­no, con un bache que no ten­drá respuesta.

  

*Este­ban Tabacznik (Buenos Aires, 1982). Es cineas­ta, mon­ta­jista y ha pub­li­ca­do algunos tex­tos sobre cine. Dirigió var­ios cor­tos y el doc­u­men­tal  Estoy acá / Man­gui Fi en 2017. Actual­mente está ter­mi­nan­do Los Paseos, su primer largome­tra­je de ficción.