El sujeto proscrito

- Entre­vista a Nahuel Michalski -

“Mar­iátegui es muy claro, cuan­do via­ja a Italia y conoce el movimien­to social­ista en Europa, vuelve fasci­na­do a su Perú de ori­gen y artic­u­la ese marx­is­mo que él conoce en Europa, con el indi­genis­mo peru­ano y con la bur­guesía emer­gente de aque­l­la época. Plante­a­ba una filosofía políti­ca que hoy tran­quil­a­mente podríamos lla­mar nacional­ista. Es decir, para Mar­iátegui está muy bien el marx­is­mo, pero ese marx­is­mo tiene que artic­u­lar con una políti­ca nacional, cen­tra­da en el aquí y en el aho­ra de Latinoamérica.”

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Un paseo en dron

— Por eso no te dura ningún novio. Te va a tocar largarte — le dijo Car­oli­na —. ¿Tienes ahor­ros? Puedes ser mesera y estu­di­ar de noche, cam­biar de acen­to y dar clases de yoga, para escort te va a tocar quitarte pre­cio, aunque ganarías más. Si tienes buen estó­ma­go podrías encon­trar a alguien de seten­ta para arri­ba, que no le importe lo hecha mier­da que estás. 

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Taladrar el cerco

La expul­sión de Assange era una de los propósi­tos de la derecha ecu­a­to­ri­ana, acata­do por el gob­ier­no de Lenin Moreno. Para que sucediera, hubo dos eje­cu­tores en sin­cronía: los lat­i­fun­dios mediáti­cos y la diplo­ma­cia. Las noti­cias fal­si­fi­cadas y las calum­nias de la pren­sa par­ro­quiana con­tra Julian Assange han trata­do de ocul­tar los con­tenidos de Wik­iLeaks. En tan­to edi­tor, Assange preparó un archi­vo ver­az sobre cómo opera en Lati­noaméri­ca la diplo­ma­cia norteam­er­i­cana, secun­da­da por académi­cos y peri­odis­tas locales.

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PAROO — #OctubreVive

Una vez más la democ­ra­cia se desnu­da para dejarnos claro que es el teatri­no de la pobreza civ­i­liza­da. Rec­haz­amos la políti­ca reduci­da al mun­do buro­cráti­co admin­is­tra­ti­vo de la gob­er­nan­za que ester­il­iza el sen­ti­do míti­co-políti­co. Rec­haz­amos la impostación de la tec­nopolíti­ca espe­cial­iza­da y las redes sociales para la con­fig­u­ración de audi­en­cias de con­sumo, en vez de la orga­ni­zación y par­tic­i­pación real. 

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Por una pipa perdida

Al cruzar por el patio no entien­des tan­ta prisa, los corre­dores llenos. “No, no serás pin­to­ra”, te dices mien­tras pasas a su lado, “sino cajera del Ban­co Glob­al. No, no eres biól­o­go, eres cajero del Ban­co Glob­al. No, no serás peri­odista, sino cajero del Ban­co Glob­al. No, no eres académi­co, eres cajero del Ban­co Global”.

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Mercurio retrógrado

Cuan­do sub­ías por la Av. Simón Bolí­var, tu moto empezó a echar aceite y a pati­nar bajo la llu­via. Cal­cu­las y no sabes cuán­do podrás sacar­la de la mecáni­ca. Tu visa de tra­ba­jo se ven­ció y no te alcanzó para ren­o­var­la. “O te largas o te bajo el suel­do”, dijo el super­vi­sor sin mirarte. No hubo aguinal­do en diciem­bre. En el reci­bo de la quin­ce­na hay un des­cuen­to por unos uni­formes que nun­ca te dieron y una nota con negril­la al final: “Cualquier reclamo sig­nifi­cará la sep­a­ración del puesto sin liq­uidación”. De tan­to hablar sobre cómo tra­jeron a sus her­manos o a sus pri­mos, de los giros que envían a su madre, dejaste de ver a tus compatriotas.

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