PostApocalipsis Nau

El barrendero y sus amigos 

Ilus­tración por Fran­cis­co Galár­ra­ga.

Ni el vien­to de la madru­ga­da entra tan rápi­do. El dedo corre la cer­radu­ra, casi con taquicar­dia, cier­ra las dos ald­abas de la puer­ta desven­ci­ja­da de la pieza con baño que arrien­da más allá del per­iféri­co, por aba­jo, entran­do entre los dos puentes desnive­les, en un mini laber­in­to de pasajes. Aden­tro, cam­i­na dos pasos, de un man­o­ta­zo, cier­ra las corti­nas de la pequeña ven­tana, la úni­ca que hay, en cuclil­las, mueve el cenicero de mura­no que está sobre una cobi­ja usa­da como man­tel, se caen las chichar­ras recopi­ladas de la sem­ana pasa­da, de las reuniones de la comu­na, no hay tiem­po, qui­ta la cobi­ja vie­ja, aba­jo una caja con zap­atos, deba­jo de los zap­atos, una pequeña mochi­la, la abre, saca el equipo dig­i­tal, lo conec­ta al úni­co enchufe, uno de mod­e­lo ochen­tero un poco que­ma­do. Las manos le sudan, casi le tiem­blan, saca la memo­ria escán­er, la conec­ta, res­pi­ra un poco más lento, tra­ta de cal­marse, se car­ga la data, el col­or azul en ver­ti­cal, respira. 

Car­gan­do.

Enter:  

“El kachicó la geografía del eclipse como las bes­tias del pasado.

A los meses y los años sigu­ientes, ante­cedió un encuen­tro de polin­ización, un antes y un después: ‑mi ego no tiene per­fil, es jugo de ceniza que se bebe lento, has­ta desa­pare­cer- rugía min­er­al y orgánico.

No todo aster­oide es un mete­ori­to y vicev­er­sa. Un mete­ori­to es un aster­oide enam­ora­do, obsesi­vo por la oxi­dación azul; su cuer­po baila iman­ta­do por la super­fi­cie esféri­ca, incin­era su geología en la acel­eración ascen­dente del encuen­tro. Está On fire, dice el músi­co”.

— No entien­do un cara­jo, pien­sa en voz alta; lo leyó tres veces. Cier­ra el archi­vo. Deam­bu­la de un lado al otro, toman­do un vaso de agua y miran­do de reo­jo por el bor­de de la corti­na de la ven­tana, por si viene alguien. Saca su dis­pos­i­ti­vo del bol­sil­lo del pan­talón, aún le sudan las manos sobre la dig­itación frenética:

Clave:  

“No hay que con­fundir el par­ri­cidio con el desencanto”.

Frase de seguridad:

 “y viceversa”.

Acce­so aceptado.

Urgente, solic­i­to encriptación de señales, pul­so y apariencia. 

2:50

Acti­va­da la dis­per­sión de señal al 100%, modo energía, masa cero. Prác­ti­ca­mente no existes.

2:51

🙏🏽👻

2:51

(data transf)

2:51

Recibido.

2:52

¿Esta­do de situación?

2:52

A su asis­tente le ten­go feel­ing a pesar de su mile­nial­is­mo post mortem, nos ha facil­i­ta­do la geo­ref­er­en­ciación de todos los troll cen­ter de Frénesis.

2:53

¿Qué? ¿te gus­ta pen­sar raro?…, la tipa esta loca, no podemos saber para dónde jala.

2:53

No jala para ningu­na parte, es una mile­nial, en el mejor de los casos “hace carrera”.

2:53

Eso es lo que me preocupa.

2:54

¿Y el tipo de la biblioteca?

2:55

Jubi­la­do sin may­or for­ma­ción, Vxb2 hizo el seguimien­to pre­vio y la selec­ción de los infor­mantes locales, tam­poco hay may­or debate, no sospecha. Nos llevó al archi­vo históri­co anteayer.

2:55

No hay casi margen.

2:56

En un recor­ri­do pre­vio, Vxb2 posó su acríli­ca tác­til e hizo un bar­ri­do genéti­co a todo el archi­vo. Ya ten­emos escaneadas todas las loca­ciones para la insta­lación de los dispositivos. 

2:57

¿Está todo?.   

2:57

La lista de los títeres sin ros­tro y algu­nas manos, inclu­so con reloj y todo. 

2:58

Mar­avil­la.

2:58

Hacen pesquisas por todas partes.

2:59

Se aca­ba el tiem­po. 

2:59

Pro­cedan a las 08:30.

2:59

Se acos­tum­bró a la angus­tia de com­er una sola vez al día, se avi­no con dolor a vagar descon­cen­tra­do con el sueño pix­e­la­do, fin­gir nor­mal­i­dad, sudar frío mien­tras todo le daba vueltas. 

Menos del mín­i­mo y sin pasajes, una comi­da al día, a veces menos. El uni­forme azul le repelía; con la mal­la negra para la cabeza,  daba un aire —dura­zo— a Godzil­la. Cuan­do sal­ió del baño, el trapi­ador dejó un camino ser­pen­teante de gotas en la alfom­bra lacre del despa­cho. Una y trein­ta de la madru­ga­da, sin datos, así era mejor, autó­ma­ta, ni dor­mía ni des­perta­ba, pero eso le pasa­ba a cualquier hora des­de que comen­zó este asun­to. Otro café para aguan­tar has­ta la casa, la empre­sa de limpieza tiene un dis­pen­sador para los emplea­d­os. En el bol­sil­lo izquier­do de su pan­talón, el escán­er mapea­ba automáti­ca­mente todo archi­vo com­pat­i­ble. Tim­bró tar­je­ta, ni se des­pidió, aquí casi nadie se despi­de, algún ademán cansa­do con la cabeza quizá; con el super­vi­sor si cru­zo un “has­ta mañana”. – jueves te toca el turno en el Min­is­te­rio del Inte­ri­or- le dijo mien­tras se retira­ba, asin­tió con la cabeza y salió. 

La fur­go de la empre­sa le acer­có a San Blas, bajó cor­rien­do has­ta alcan­zar la línea verde del metro, una hora con trans­bor­do. Ape­nas llegó a la para­da de Turubam­ba, los mil­itares cer­raron las insta­la­ciones, ¡Esta­do de guer­ra inter­na! ¡Esta­do de excep­ción!- decían los altav­o­ces. Antes de lev­an­tarse del asien­to, logró con­fig­u­rar el dis­pos­i­ti­vo escán­er en modo cutá­neo y se lo adhir­ió al tobil­lo, un min­u­to después lo req­ui­s­aron como a todos, con per­ros y fusiles. Sin­tió el roce de la bala de goma en el bra­zo izquier­do y un tole­ta­zo en la pan­tor­ril­la mien­tras se perdía de la patrul­la mil­i­tar por el pasaje, tras la calle, como un ratón a con­tra­pun­to de los ladri­dos y las luces, su figu­ra logró disi­parse entre las sombras.