Ni el viento de la madrugada entra tan rápido. El dedo corre la cerradura, casi con taquicardia, cierra las dos aldabas de la puerta desvencijada de la pieza con baño que arrienda más allá del periférico, por abajo, entrando entre los dos puentes desniveles, en un mini laberinto de pasajes. Adentro, camina dos pasos, de un manotazo, cierra las cortinas de la pequeña ventana, la única que hay, en cuclillas, mueve el cenicero de murano que está sobre una cobija usada como mantel, se caen las chicharras recopiladas de la semana pasada, de las reuniones de la comuna, no hay tiempo, quita la cobija vieja, abajo una caja con zapatos, debajo de los zapatos, una pequeña mochila, la abre, saca el equipo digital, lo conecta al único enchufe, uno de modelo ochentero un poco quemado. Las manos le sudan, casi le tiemblan, saca la memoria escáner, la conecta, respira un poco más lento, trata de calmarse, se carga la data, el color azul en vertical, respira.
Cargando.
Enter:
“El kachicó la geografía del eclipse como las bestias del pasado.
A los meses y los años siguientes, antecedió un encuentro de polinización, un antes y un después: ‑mi ego no tiene perfil, es jugo de ceniza que se bebe lento, hasta desaparecer- rugía mineral y orgánico.
No todo asteroide es un meteorito y viceversa. Un meteorito es un asteroide enamorado, obsesivo por la oxidación azul; su cuerpo baila imantado por la superficie esférica, incinera su geología en la aceleración ascendente del encuentro. Está On fire, dice el músico”.
— No entiendo un carajo, piensa en voz alta; lo leyó tres veces. Cierra el archivo. Deambula de un lado al otro, tomando un vaso de agua y mirando de reojo por el borde de la cortina de la ventana, por si viene alguien. Saca su dispositivo del bolsillo del pantalón, aún le sudan las manos sobre la digitación frenética:
Clave:
“No hay que confundir el parricidio con el desencanto”.
Frase de seguridad:
“y viceversa”.
Acceso aceptado.
Urgente, solicito encriptación de señales, pulso y apariencia.
2:50
Activada la dispersión de señal al 100%, modo energía, masa cero. Prácticamente no existes.
2:51
🙏🏽👻
2:51
(data transf)
2:51
Recibido.
2:52
¿Estado de situación?
2:52
A su asistente le tengo feeling a pesar de su milenialismo post mortem, nos ha facilitado la georeferenciación de todos los troll center de Frénesis.
2:53
¿Qué? ¿te gusta pensar raro?…, la tipa esta loca, no podemos saber para dónde jala.
2:53
No jala para ninguna parte, es una milenial, en el mejor de los casos “hace carrera”.
2:53
Eso es lo que me preocupa.
2:54
¿Y el tipo de la biblioteca?
2:55
Jubilado sin mayor formación, Vxb2 hizo el seguimiento previo y la selección de los informantes locales, tampoco hay mayor debate, no sospecha. Nos llevó al archivo histórico anteayer.
2:55
No hay casi margen.
2:56
En un recorrido previo, Vxb2 posó su acrílica táctil e hizo un barrido genético a todo el archivo. Ya tenemos escaneadas todas las locaciones para la instalación de los dispositivos.
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¿Está todo?.
2:57
La lista de los títeres sin rostro y algunas manos, incluso con reloj y todo.
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Maravilla.
2:58
Hacen pesquisas por todas partes.
2:59
Se acaba el tiempo.
2:59
Procedan a las 08:30.
2:59
Se acostumbró a la angustia de comer una sola vez al día, se avino con dolor a vagar desconcentrado con el sueño pixelado, fingir normalidad, sudar frío mientras todo le daba vueltas.
Menos del mínimo y sin pasajes, una comida al día, a veces menos. El uniforme azul le repelía; con la malla negra para la cabeza, daba un aire —durazo— a Godzilla. Cuando salió del baño, el trapiador dejó un camino serpenteante de gotas en la alfombra lacre del despacho. Una y treinta de la madrugada, sin datos, así era mejor, autómata, ni dormía ni despertaba, pero eso le pasaba a cualquier hora desde que comenzó este asunto. Otro café para aguantar hasta la casa, la empresa de limpieza tiene un dispensador para los empleados. En el bolsillo izquierdo de su pantalón, el escáner mapeaba automáticamente todo archivo compatible. Timbró tarjeta, ni se despidió, aquí casi nadie se despide, algún ademán cansado con la cabeza quizá; con el supervisor si cruzo un “hasta mañana”. – jueves te toca el turno en el Ministerio del Interior- le dijo mientras se retiraba, asintió con la cabeza y salió.
La furgo de la empresa le acercó a San Blas, bajó corriendo hasta alcanzar la línea verde del metro, una hora con transbordo. Apenas llegó a la parada de Turubamba, los militares cerraron las instalaciones, ¡Estado de guerra interna! ¡Estado de excepción!- decían los altavoces. Antes de levantarse del asiento, logró configurar el dispositivo escáner en modo cutáneo y se lo adhirió al tobillo, un minuto después lo requisaron como a todos, con perros y fusiles. Sintió el roce de la bala de goma en el brazo izquierdo y un toletazo en la pantorrilla mientras se perdía de la patrulla militar por el pasaje, tras la calle, como un ratón a contrapunto de los ladridos y las luces, su figura logró disiparse entre las sombras.