Bannoptikum

Anteay­er, cuan­do ibas a prepararte para salir, vol­teaste al ven­tanal del jardín; el arbus­to de espinas arti­fi­ciales se lev­an­tó con una ganzúa en la mano, sus ojos eran un alar­i­do. Cor­riste a tu cuar­to y tra­baste la puer­ta, mar­caste a seguri­dad y cuan­do con­tes­taron, llo­raste. No encon­traron a nadie; pero esa fla­ma se eriza des­de tu estó­ma­go a la gar­gan­ta. Dejaste de salir, durante el día cier­ras las corti­nas, hiciste podar el jardín. Tiraste los fras­cos de pastil­las al excusado. 

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Marabunta

En la obscuri­dad del túnel, solo la luz de la obsid­i­ana me guía, el con­tra­pun­to solemne susurra miles de vocecitas que armo­nizan innu­mer­ables comi­siones de emba­jadas indul­gentes, almuer­zos y fes­tines de la obse­cuen­cia en degradé.

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