Antena Matriota

Una geopoética para la política

—Entre­vista a Ramón Tor­res Galarza—

Retra­to por Fran­cis­co Galár­ra­ga.

“La economía es el méto­do, el obje­ti­vo es el alma”, esta céle­bre frase de Mar­garet Thatch­er sigue mar­can­do el rit­mo de la pro­duc­ción de sub­je­tivi­dades del neolib­er­al­is­mo des­de fines del siglo pasa­do has­ta hoy. Des­de entonces, vivi­mos el des­fal­co pau­lati­no de todos los recur­sos sim­bóli­cos, tradi­ciones históri­c­as y ref­er­entes en los cuales el indi­vid­uo podía asirse o increpar el sen­ti­do de su propia exis­ten­cia. El proyec­to neolib­er­al entendió muy bien la necesi­dad de con­quis­tar la sub­je­tivi­dad humana, ha sig­nifi­ca­do el paso sis­temáti­co de la antropotéc­ni­ca de la mod­ernidad del siglo XVI y XVII del mejo­ramien­to de las com­pe­ten­cias pro­duc­ti­vas (Weltverbesserung) para el gob­ier­no de la población con el fin de mejo­rar a un “mun­do defec­tu­oso” a través del tra­ba­jo, como señala el filó­so­fo con­tem­porá­neo Peter Slo­ter­dijk, a la antropotéc­ni­ca de la “mejo­ra de uno mis­mo” (Selb­stverbesserung), ingre­di­ente indis­pens­able de esta hiper indi­vid­u­al­ización de la sociedad de la comu­ni­cación. Los Esta­dos han deja­do de ser los cri­adores arti­fi­ciales de la población para la gen­eración de riqueza, dieron paso a una auto orto­pe­dia del indi­vid­uo a través de las redes. El neolib­er­al­is­mo nos abar­ro­ta de dis­pos­i­tivos e iden­ti­dades instan­táneas, desech­ables, para el con­sum­i­dor con­sum­i­do; un indi­vid­uo auto explota­do, atrav­es­a­do por el con­sumo, inclu­so, en el desem­pleo estructural. 

¿Es posi­ble la con­struc­ción de un suje­to políti­co cuan­do el futuro ya no se pre­sen­ta como un lugar de dis­pu­ta? ¿Cómo pen­sar hor­i­zontes colec­tivos en Améri­ca Lati­na? ¿Cuál es el lugar des­de dónde se puede reafir­mar la iden­ti­dad colec­ti­va, la políti­ca y la con­cep­ción del Esta­do? Des­de Cara­cas, con­ver­samos con Ramon Tor­res Galarza, filó­so­fo, escritor, académi­co y ex diplomáti­co ecu­a­to­ri­ano, autor de una exten­sa obra filosó­fi­ca y lit­er­aria, de la que hay que destacar libros como Ser del Sur (Casa de las Améri­c­as, La Habana, 2013), El Sen­ti­do de lo Común (CLACSO, Buenos Aires, 2018), InVer­so (Roca­madour, Quito, 2021). Tor­res Galarza es miem­bro per­ma­nente del Grupo Inter­na­cional de Filosofía y Arte y Miem­bro Hon­o­rario de la Acad­e­mia Iberoamer­i­cana de Filosofía.

Durante la Colo­nia hubo más de 700 sub­l­e­va­ciones indí­ge­nas, las cuales volvieron a retum­bar en el Paro Nacional de Octubre de 2019 y en el Lev­an­tamien­to de Junio de 2022. Estos estal­li­dos son el núcleo de Nosotros y Ellos (Sur Edi­tores, Quito, 2022), el últi­mo libro de Tor­res Galarza, un ensayo de filosofía del dere­cho, sobre cómo se ha ido poster­gan­do, blo­que­an­do, al Esta­do Pluri­na­cional, en tan­to alter­na­ti­va pro­te­ica con­tra el neoliberalismo. 

Decon­struyen­do regímenes

Matri­o­ta: En “Las rev­olu­ciones en democ­ra­cia, las democ­ra­cias en rev­olu­ción”, ensayo inclu­i­do en El sen­ti­do de lo común (2018), señalas que “se tra­ta de una rev­olu­ción de la democ­ra­cia, una dis­pu­ta sobre la con­struc­ción del orden”. Sin embar­go, el cap­i­tal­is­mo es una fábri­ca de sub­je­tivi­dades, la vida es asum­i­da como una mer­cancía sin aparente polo de resisten­cia, las gramáti­cas políti­cas tienen un tiem­po mucho más lento que la expan­sión del cap­i­tal­is­mo, el big data y las for­mas trans­ver­sales de expan­sión y hege­monía del cap­i­tal, ¿Qué tipo de Esta­do podría amparar a las insti­tu­ciones, el acce­so a los dere­chos colec­tivos, que además, incor­pore saberes pop­u­lares y ances­trales para que la frag­ili­dad del vaivén elec­toral no deje piedra sobre piedra?

Ramón Tor­res Galarza : La hipóte­sis de que vivi­mos tiem­pos de democ­ra­cias en rev­olu­ción, de rev­olu­ciones en democ­ra­cia, inten­tó una car­ac­ter­i­zación analíti­ca com­par­a­ti­va, basa­da en expe­ri­en­cias de inves­ti­gación y docen­cia, entre pro­ce­sos de trans­for­ma­ción, de rev­olu­ción de nues­tras democ­ra­cias, enten­di­das como gob­ier­nos pro­gre­sis­tas hace dos o tres décadas aprox­i­mada­mente; en el caso de Ecuador, Venezuela, Bolivia, Brasil, Argenti­na, Uruguay prin­ci­pal­mente, fue una cat­e­goría que hoy debe ser afir­ma­da, pero crit­i­ca­da des­de la con­tem­po­ranei­dad en la his­to­ria. A mi cri­te­rio, el neolib­er­al­is­mo en su fase mutante actu­al, desar­rol­la una nue­va capaci­dad para dev­as­tar a la democ­ra­cia, dev­as­tar el Esta­do, dev­as­tar a las sociedades, dev­as­tar las cul­turas, dev­as­tar los mod­os de vida, las comu­nidades. En ese sen­ti­do, ya no bas­ta con afir­mar la posi­bil­i­dad de una utopía, que sería la democ­ra­cia o la rev­olu­ción, o la relación entre ellas y la búsque­da de su trans­for­ma­ción mutua. Es decir, los pro­ce­sos rev­olu­cionar­ios en Améri­ca Lati­na fun­da­men­tal­mente han bus­ca­do la instau­ración de la democ­ra­cia. Si bien la democ­ra­cia y la rev­olu­ción serán condi­ciones de una utopía per­ma­nente, de una utopía posi­ble de los pueb­los, de la políti­ca, de la economía, de la filosofía, de la antropología, de la his­to­ria; hoy vivi­mos un tiem­po mucho más com­ple­jo, donde lo que está en juego es la cen­tral­i­dad de la vida, de la vida de todas las vidas. Ya no es solo una hipóte­sis, una ontología, una epis­teme que tiene que ver con una razón ide­ológ­i­ca, sino con la razón de la con­tinuidad de la vida. Por tan­to, hoy, es imper­a­ti­vo con­stru­ir una nue­va democ­ra­cia, cuan­do ha sido dev­as­ta­da por el neolib­er­al­is­mo, por esta ter­ri­ble fase mutante del cap­i­tal­is­mo, para dar cur­so al rég­i­men total­i­tario de las cor­po­ra­ciones, donde el cap­i­tal espec­u­la­ti­vo y financiero tiene más dere­chos y poderes que los esta­dos, que los seres humanos, que la nat­u­raleza, negan­do el dere­cho al tra­ba­jo, a la salud, a la edu­cación, en defin­i­ti­va, el dere­cho a la vida. De este modo, se ha logra­do con­sol­i­dar un poderoso sis­tema jurídi­co nacional e inter­na­cional que con­sagra los dere­chos del cap­i­tal, a difer­en­cia de la frag­ili­dad de los sis­temas de pro­tec­ción de dere­chos y de sus insti­tu­ciones estatales o públi­cas. Así el dere­cho neolib­er­al dev­astó los sis­temas jurídi­cos del esta­do lib­er­al y los regímenes jurídi­cos garan­tis­tas que en su momen­to sig­nifi­caron un avance sus­tan­cial en el “dere­cho a ten­er derechos”.

Evi­den­te­mente, la exis­ten­cia de los Esta­dos nacionales, la exis­ten­cia de los proyec­tos nacionales y pop­u­lares, des­de mi pun­to de vista, tienen un reto de may­or sig­nifi­cación: Cómo pon­er la cen­tral­i­dad de la vida, y más aún, de todas las vidas, como el con­flic­to fun­da­men­tal. Evi­den­te­mente, para eso nece­si­ta­mos rev­olu­ciones, nece­si­ta­mos rad­i­calizar la democ­ra­cia. Pero creo que la ontología, el obje­to, el suje­to de estos pro­ce­sos con­tem­porá­neos de trans­for­ma­ción, requieren una mira­da de may­or com­ple­ji­dad a la que tuvi­mos en el pasa­do reciente, al con­ce­bir al Esta­do como el eje des­de el cual se gen­er­a­ban pro­ce­sos de trans­for­ma­ción. Hoy ya no pueden ser sola­mente los Esta­dos los suje­tos pro­tagóni­cos de la trans­for­ma­ción, porque las cor­po­ra­ciones pri­vadas del neolib­er­al­is­mo descon­sti­tuyeron la lóg­i­ca de fun­cionamien­to estatal y públi­co para dar paso a un rég­i­men total­i­tario, a una dic­tadu­ra del cap­i­tal y del mer­ca­do sobre el Esta­do. Para el cap­i­tal­is­mo, en su fase mutante con­tem­poránea, el mod­e­lo del Esta­do lib­er­al dejó de ser fun­cional, dev­astó la lóg­i­ca de la democ­ra­cia lib­er­al para con­stru­ir sociedades de mer­ca­do, no sociedades con mer­ca­do, cuyos suje­tos económi­cos son los que deter­mi­nan las for­mas de relación y de exis­ten­cia de la ciudadanía. 

El dog­ma neolib­er­al, en el pasa­do y en el pre­sente, nos impone su lóg­i­ca de más mer­ca­do y menos esta­do. Las sociedades de la post­pan­demia están oblig­adas a pen­sar y actu­ar en relación con la necesi­dad de la cal­i­dad del Esta­do respec­to de los obje­tivos y capaci­dades fun­da­men­tales para pro­te­ger la vida. La orga­ni­zación y acción del Esta­do en relación con la vida con­sti­tuye un aspec­to fun­da­men­tal para pen­sar su nat­u­raleza y carác­ter, su rol y fun­ción. Por tan­to, debe­mos reflex­ionar pro­fun­da­mente sobre la necesi­dad de una nue­va cual­i­dad de las políti­cas públi­cas que exp­re­sen el interés de pro­tec­ción y dis­tribu­ción pref­er­ente para los car­entes, los más pobres, los comunes.

Esta pro­fun­da mira­da sobre el Esta­do, sin duda tiene que ver tam­bién con la sociedad y la democ­ra­cia. Evi­den­te­mente, en Améri­ca Lati­na en pan­demia, o después de los efec­tos de con­vivir y/o sobre­vivir a ella, vamos a ten­er que pen­sar nue­va­mente acer­ca del rol de los par­tidos políti­cos, de los movimien­tos sociales, de los nuevos suje­tos políti­cos: mujeres, jóvenes, pueb­los indí­ge­nas y negros, comu­nidades sex­o­di­ver­sas, entre otros. No en la lóg­i­ca impe­r­i­al de exac­er­bar difer­en­cias, ni frag­men­tar luchas y reivin­di­ca­ciones que tienen que ser uni­tarias y multifinalitarias.

Expre­sar la nue­va cual­i­dad de la democ­ra­cia supone recono­cer la plu­ral­i­dad con­ver­gente de intere­ses y actores de la políti­ca. Sola­mente así será posi­ble gener­ar nuevas for­mas de par­tic­i­pación, rep­re­sentación y gob­ern­abil­i­dad democráti­ca y de gener­ar esta­bil­i­dad económi­ca, políti­ca y social. De la esta­bil­i­dad y con­tinuidad de la vida. Vivi­mos entre la utopía por el Buen Vivir, la democ­ra­cia y los dere­chos frente a la distopía del miedo, la vio­len­cia y la muerte.

Pen­sar que una total­i­dad se delimi­ta como tal en la medi­da que tiene como excep­ción a otros parece ser el mecan­is­mo de la derecha y tam­bién de los sec­tores étni­cos ¿Cómo trascen­der hacia la inclusión?

Creo que en el tiem­po que nos ha toca­do vivir, esa razón de la total­i­dad tiene que ver con el otro, la razón es ser otro. La razón y la alteri­dad de mi conocimien­to se con­sti­tuye en la relación con el otro. Es decir, creo que vivi­mos un tiem­po de desconocimien­to y afir­ma­ción de la otredad, de la alteri­dad, de lo ajeno, de lo dis­tin­to, de lo diver­so, de lo plur­al. Ese desconocimien­to, o esa afir­ma­ción del otro o de la otra, supone una fun­da­men­tal pre­gun­ta que nos devuelve al ori­gen de la filosofía lati­noamer­i­cana, que en su momen­to fue nega­da por la orto­dox­ia y la pre­po­ten­cia epistémi­ca de la filosofía occi­den­tal, que jamás en Améri­ca Lati­na podría exi­s­tir una filosofía y peor aún la filosofía del ser lati­noamer­i­cano. Pre­cisa­mente nues­tra filosofía del ser lati­noamer­i­cano se con­sti­tuye en la exis­ten­cia de lo común, es decir, una perte­nen­cia donde nos con­sti­tu­imos en fun­ción con el otro, con los otros. Esa filosofía, no sobre la diver­si­dad, sino des­de la diver­si­dad con­sti­tuyente de nues­tra iden­ti­dad de ori­gen y de des­ti­no. Ese teji­do de comu­nidad plur­al, esa relación para entreayu­darse en comu­nidades sol­i­darias, que tienen la capaci­dad de pro­tec­ción, de cuida­do, de amorosas comu­nidades, de sen­ti­dos, de quer­eres, de saberes y de poderes, pre­cisa­mente han sido descon­sti­tu­idas por una razón hegemóni­ca, col­o­nizado­ra, con­quis­ta­do­ra, dev­as­ta­do­ra, de una epis­teme y de una ontología, no sola­mente del ser lati­noamer­i­cano, sino del ser humano.

Ese ser humano es lo que pre­cisa­mente ha sido desin­te­gra­do de esa total­i­dad. En Améri­ca Lati­na surgieron las primeras for­mas de vida, en el momen­to en que grandes pla­cas tec­tóni­cas chocaron, se dio cur­so a la diver­si­dad geológ­i­ca. Los grandes tes­ti­gos de esa diver­si­dad geológ­i­ca son los Tepuyes, las for­ma­ciones de piedra gigan­tescas que exis­ten en los nueve país­es de la cuen­ca amazóni­ca: Guyana, Suri­nam, Brasil, Venezuela, Colom­bia, Perú, Ecuador y Bolivia. De esas primeras for­mas de vida que apare­cen en el plan­e­ta surge la diver­si­dad geológ­i­ca, de esa diver­si­dad geológ­i­ca surge la bio­di­ver­si­dad: eco­sis­temas, especies y genes. De esa bio­di­ver­si­dad surge la diver­si­dad cul­tur­al: lenguas, cos­tum­bres, cos­mo­vi­siones, saberes, pen­samien­to, cos­mología, cos­mogonía, respec­to de lo que con­sti­tuye esa iden­ti­dad con­sti­tuyente de nue­stro ori­gen como Améri­ca Lati­na. Pero viene la con­quista y frac­tura, invade, desnat­u­ral­iza, desar­tic­u­la esa suma, esa mul­ti­pli­cación de iden­ti­dades que somos como Nación, que somos como cul­turas, que somos como pueb­los. Esa idea del otro ha sido impues­ta, surge de una con­quista y entonces se frag­men­ta la noción de Esta­do, de democ­ra­cia, de economía, de comu­nidad, de insti­tu­cional­i­dad, de lo que con­sti­tuye una vida en común. Esa vida en común, que puede ser denom­i­na­da Buen vivir, Sumak kawsay, Sumak kamaña, la vida en plen­i­tud, con­sti­tuye la utopía posi­ble que fue desintegrada.

Hoy vivi­mos la distopía del neolib­er­al­is­mo, que nie­ga la inte­gración de diver­si­dades con­sti­tuyentes. Tal como la con­quista en el pasa­do, hoy el neolib­er­al­is­mo en su fase mutante bus­ca desar­tic­u­larnos, bus­ca romper el sen­ti­do y la unidad de lo que nos es común. Pre­cisa­mente todas las armas destruc­ti­vas, todas las armas ide­ológ­i­cas, todas las armas mediáti­cas, todas las matri­ces del dominio, lo que bus­can es difer­en­cia­rnos, estable­cer la posi­bil­i­dad de que nos reconoz­camos y exis­ta­mos como dis­tin­tos cuan­do somos iguales, cuan­do somos comunes, cuan­do ten­emos iden­ti­dades de ori­gen y, sin lugar a dudas, iden­ti­dades de des­ti­no. La gran pre­gun­ta, entonces, tiene que ver con la alteri­dad, tiene que ver con lo dis­tin­to: Cómo con­jug­amos el sen­ti­do que nos unifi­ca como especie, como cul­turas, como pueb­los, como democ­ra­cias, como pro­ce­sos de trans­for­ma­ción que ya no pueden, ni deben ser uni cla­sis­tas, sino poli cla­sis­tas, que ya no pueden ten­er un solo suje­to pro­tagóni­co en lo políti­co, que deben ten­er hege­monías plu­rales, sigu­ien­do a Gram­sci. Esa capaci­dad de hege­monía cul­tur­al está en dis­pu­ta, sin lugar a dudas, pero no des­de una afir­ma­ción con­tem­pla­ti­va o val­o­rati­va de pre­po­ten­cia region­al lati­noamer­i­cana, sino como una afir­ma­ción cul­tur­al que existe y se trans­for­ma en relación con los otros. La gran disyun­ti­va es cómo con­struyes en la afir­ma­ción de la parte, la posi­bil­i­dad del todo.

Ethos plur­al

Por­ta­da de Nosotros y Ellos de Ramón Torres.

En el 2019, y aún antes del 2019, se sucedieron en el plan­e­ta, y esen­cial­mente en Améri­ca Lati­na, las for­mas de resisten­cia más impor­tantes con­tra el neolib­er­al­is­mo, se dieron un con­jun­to de estal­li­dos, de lev­an­tamien­tos, de insur­gen­cias nacionales y pop­u­lares, de la recon­sti­tu­ción epistémi­ca y mar­avil­losa de aque­l­los viejos nuevos suje­tos de siem­pre: las mujeres, los pueb­los indí­ge­nas, las comu­nidades afros, las comu­nidades GLBTQ+, etcétera.

En el ori­gen de los Movimien­tos indí­ge­nas en Lati­noaméri­ca está la impu­gnación al Esta­do nacional por con­sid­er­ar­lo un con­tin­u­ador del rég­i­men colo­nial. ¿Cómo super­ar la dis­pu­ta entre dos mod­e­los de Esta­do; el extrac­tivista, ver­sus la economía pop­u­lar y sol­i­daria, por otro que sea capaz de dejar atrás la pobreza? 

Me parece que es una con­tradic­ción de ori­gen, tam­bién de des­ti­no. De ori­gen, porque el movimien­to indí­ge­na en Améri­ca Lati­na y en el mun­do surge como una afir­ma­ción, como una búsque­da de su iden­ti­dad en relación con el Esta­do, con la sociedad y con la cul­tura hegemóni­ca. Esta car­ac­terís­ti­ca hace que el proyec­to políti­co del movimien­to indí­ge­na en el Ecuador, y en otros país­es de Améri­ca Lati­na, se con­sti­tuya fun­da­men­tal­mente en negación del Esta­do nacional, de per­ma­nente dis­pu­ta con ese Esta­do lib­er­al, con ese Esta­do de bien­es­tar, con ese Esta­do dador, con ese Esta­do rep­re­sen­ta­dor, con ese Esta­do que no asume la lóg­i­ca de rep­re­sentación ni de par­tic­i­pación de los pueb­los indí­ge­nas, sino que asume una lóg­i­ca de inter­me­diación, de cooptación, de some­timien­to. Has­ta que, en 1990, con el Primer lev­an­tamien­to indí­ge­na, el lev­an­tamien­to del Inti Ray­mi, se plantea la sociedad inter­cul­tur­al y la con­struc­ción del Esta­do pluri­na­cional. Pero de 1990, has­ta el 2023, vivi­mos en medio de un laber­in­to, que no encuen­tra sal­i­das para la con­struc­ción de la sociedad inter­cul­tur­al y del Esta­do Pluri­na­cional. Esa afir­ma­ción des­de lo indí­ge­na no con­sti­tuye a esa sociedad como intercultural.

Lo inter­cul­tur­al supone un diál­o­go, un encuen­tro de sen­ti­dos, un diál­o­go de saberes, una visión com­par­ti­da de lo que es una sociedad inter­cul­tur­al. El Esta­do pluri­na­cional impli­ca que los pueb­los indí­ge­nas reconoz­can los límites y vir­tudes de un Esta­do nacional y vicev­er­sa. Que el Esta­do nacional sea capaz de recono­cer un Esta­do plur­al, una economía plur­al, una admin­is­tración de jus­ti­cia plur­al, una for­ma de insti­tu­cional­i­dad dis­tin­ta que no puede ser homo­geneiza­da ni homo­geneizante. Creo que actual­mente esta­mos frente a una con­de­na des­de el pasa­do hacia el por­venir; al retomar la impor­tan­cia de lo que con­sti­tuye una obligación com­par­ti­da, la con­struc­ción de la sociedad inter­cul­tur­al no sola­mente es un dere­cho de los pueb­los indí­ge­nas, sino una obligación de la sociedad y del Esta­do en su con­jun­to. Mirar lo indí­ge­na como un prob­le­ma sólo de los indios es repro­ducir una visión racista, con­denar al movimien­to indí­ge­na a que no se organ­ice políti­ca­mente, es ejercer nue­va­mente una tutela bene­fac­to­ra sobre el movimien­to indí­ge­na como un movimien­to políti­ca­mente minusváli­do. Entonces, cuan­do sec­tores de la izquier­da se pre­gun­tan por qué el movimien­to indí­ge­na se poli­ti­za, por qué tienen un bra­zo políti­co, es evi­dente que nece­si­tan su pro­pio proyec­to políti­co, pero tam­bién debe ser un proyec­to políti­co que tiene que des­cubrir al otro, no encubrirse en el otro.

Ese indi­genis­mo negador es el que debe ser super­a­do por una visión de diri­gen­cias que con­juguen la lóg­i­ca de lo plur­al, de orga­ni­za­ciones de base, que con­juguen a alcaldes, pre­fec­tos, gob­er­nadores, que con­struyan en las sociedades y comu­nidades locales la vida inter­cul­tur­al, de la economía plur­al, la coex­is­ten­cia entre economía de la comu­nidad, economía social y economía del cap­i­tal, en la lóg­i­ca pro­duc­ti­va, en la rentabil­i­dad económi­ca, social y ambi­en­tal, en la pro­duc­ción ali­men­ta­ria, en la lóg­i­ca del Buen vivir. Porque nada más ajeno a enten­der lo indí­ge­na como una for­ma atrasa­da, con­de­na­da a la pobreza, a su páramo, a su comu­nidad o a la sel­va, y no en for­mas con­tem­poráneas de com­pren­der lo indí­ge­na como una sal­i­da, como una posi­bil­i­dad ante la mod­ernidad fal­l­i­da del capitalismo. 

Para Bolí­var Echev­er­ría el proyec­to civ­i­liza­to­rio que es nece­sario adju­di­car­le a la mod­ernidad es un proyec­to de refun­dación rad­i­cal. Un proyec­to dirigi­do a rehac­er y recom­pon­er lo mis­mo el sen­ti­do de la relación entre lo humano y lo otro (lo no humano o “nat­u­raleza”) que el sen­ti­do de la relación entre el indi­vid­uo sin­gu­lar y el indi­vid­uo colec­ti­vo. Es un proyec­to que despier­ta con los primeros —incip­i­entes— efec­tos de la rev­olu­ción téc­ni­ca de los medios de pro­duc­ción y con­sumo que, según los his­to­ri­adores de la téc­ni­ca, comen­zó a esbozarse en la Edad Media euro­pea, a comien­zos del segun­do mile­nio. Entonces, ese ethos del que habla magis­tral­mente Echev­er­ría, ese ethos de la razón étni­ca, es un ethos que debe con­ju­garse en la razón políti­ca, en la razón económi­ca, en la razón orga­ni­za­ti­va, en la for­ma de orga­ni­zación del Estado.

Eso se lla­ma sociedad inter­cul­tur­al y Esta­do pluri­na­cional, es un pro­ce­so de con­struc­ción que se debate entre la utopía de una nue­va democ­ra­cia inter­cul­tur­al y una distopía racista, hegemóni­ca, excluyente, donde el indio es el otro y no ese nosotros con­sti­tuyente de una razón incluyente del ser ecu­a­to­ri­ano; que es una razón amorosa, comu­ni­taria, de ayu­darnos, de pro­te­gernos. Creo que es momen­to en Ecuador para que con­jugue­mos las cual­i­dades mar­avil­losas de lo que con­sti­tuye nues­tra iden­ti­dad de ori­gen: somos comu­nidades amorosas, sol­i­darias, pro­tec­toras, comu­nidades de paz, somos comu­nidades dig­nas; donde el des­en­can­to del neolib­er­al­is­mo, la bru­tal repre­sión y la pres­en­cia de la lóg­i­ca del ter­ror, del miedo, de la inse­guri­dad, ter­mi­naron some­tien­do a una sociedad y una cul­tura mar­avil­losas; nece­si­ta­mos una nue­va clase políti­ca que rep­re­sente nue­stros intere­ses y no los intere­ses del neolib­er­al­is­mo, de las cor­po­ra­ciones pri­vadas, no los intere­ses del cap­i­tal espec­u­la­ti­vo y financiero transna­cional, la lóg­i­ca impe­r­i­al que ha dis­uel­to la exis­ten­cia del Esta­do para some­ter al Ecuador como un país proveedor. 

Si algo puso en evi­den­cia el Paro de Junio de 2022 es el niv­el de orga­ni­zación de la CONAIE, frente a la escasa orga­ni­zación en los cen­tros urbanos; los mes­ti­zos esta­mos sep­a­ra­dos por iden­ti­dades de con­sumo. El pro­gre­sis­mo no ha sido capaz de artic­u­lar una orga­ni­zación más allá de lo elec­toral, tam­poco ha con­stru­i­do una hege­monía cul­tur­al con­tra el neolib­er­al­is­mo. ¿Crees que en este tiem­po de per­se­cu­ción, se podría con­stru­ir una fór­mu­la a pesar de las taras de la tec­noc­ra­cia, que además adopte a lo Plurinacional? 

Es posi­ble que el movimien­to indí­ge­na y la sociedad ecu­a­to­ri­ana en su con­jun­to com­pren­dan que lo indí­ge­na no sola­mente son los indios alza­dos que se toman Quito para rep­re­sen­tar la novedad en la his­to­ria y para vis­i­bi­lizar la exis­ten­cia de los pueb­los indí­ge­nas. Sino que com­pren­dan que son for­mas de vida, mod­os de pro­duc­ción, comu­nidades sol­i­darias, for­mas de relación con la nat­u­raleza, de una cos­mo­visión cuya capaci­dad de relación con la Pachama­ma y con el cos­mos sub­sis­ten hoy de man­era asom­brosa y mar­avil­losa, rep­re­sen­tan­do algu­nas de nues­tras búsquedas más trascen­dentes. Así las cosas, com­pren­der lo indí­ge­na des­de una clave con­tem­poránea supone super­ar esa noción antropol­o­gista, folk­lorista, que con­de­na a lo indí­ge­na como una for­ma de pasa­do. O el cul­to o la ala­ban­za de lo indí­ge­na como la for­ma per­fec­ta de relación con la sociedad y la nat­u­raleza. Es una for­ma de pre­sente y de por­venir, pero que tiene que ser con­ju­ga­da en una razón plur­al, tiene que ser un diál­o­go de intere­ses con­ver­gentes, no diver­gentes, no de desar­tic­u­lación, de desin­te­gración, de pro­ce­sos de unidad en la sociedad ecu­a­to­ri­ana. Creo que vivi­mos un momen­to en que hay que des­cubrir al otro, la razón del otro, respetar al otro, escuchar al otro, coex­i­s­tir con el otro, con­stru­ir con el otro. Asumir y vivir la diver­si­dad no como una ame­naza sino como una oportunidad.

Los movimien­tos pro­gre­sis­tas y la izquier­da han tenido una ten­sa relación con los movimien­tos indígenas.En el ámbito del dere­cho con­sti­tu­cional, se asim­iló el con­cep­to de Esta­do Pluri­na­cional como una for­ma de neu­tralizar­lo. ¿Cómo con­stru­ir un Esta­do Plurinacional?

Creo que es un momen­to en el Ecuador donde el movimien­to indí­ge­na, aquel movimien­to indí­ge­na que con­ser­va una iden­ti­dad de ori­gen y de des­ti­no en relación con la con­struc­ción de una sociedad y de un Esta­do pluri­na­cional, requiere com­pren­der que un proyec­to políti­co no puede ser exclu­si­va­mente indi­genista. La Rev­olu­ción ciu­dadana y otros movimien­tos de izquier­da requieren con­sti­tuir un eje, un acuer­do, una alian­za, un frente que rep­re­sente intere­ses más amplios que los que han venido rep­re­sen­tan­do históri­ca­mente. Eso exige un respetu­oso diál­o­go políti­co, ide­ológi­co y esen­cial­mente, la con­struc­ción de una agen­da con­tem­poránea para el Ecuador, que no sea sola­mente la relación ni la lóg­i­ca par­tidaria entre la Rev­olu­ción Ciu­dadana y la CONAIE, o de Pachaku­tik y la CONAIE, sino para definir un proyec­to donde exis­ten suje­tos múlti­ples, plu­rales, que han emergi­do des­de el des­en­can­to sobre la políti­ca, sobre lo políti­co, sobre los movimien­tos, sobre los diri­gentes, sobre las jer­ar­quías. Y evi­den­te­mente y de modo emer­gente debe ser super­a­da la deri­va, la pér­di­da de sen­ti­do de sec­tores e intere­ses que en el movimien­to indí­ge­na ena­je­nan, alquilan o venden al poder, los prin­ci­p­ios y la trayec­to­ria históri­ca del movimien­to indí­ge­na. En ese eter­no retorno del cam­bio del oro por los espe­jos. Entonces, el encan­tamien­to o el des­en­can­to sobre lo indí­ge­na se debate entre nosotros y ellos, entre la afir­ma­ción y la ter­ri­ble negación de lo que son ellos. Entonces, si no con­stru­imos una razón en común entre nosotros y ellos, es decir, una razón plur­al, de con­vo­ca­to­ria más abier­ta, vamos a seguir favore­cien­do a los intere­ses que bus­can frac­cionar las nuevas for­mas de relación que la Rev­olu­ción Ciu­dadana y la CONAIE o que el movimien­to indí­ge­na estarían bus­can­do. Para mí es un imper­a­ti­vo esen­cial para dar sal­i­da al laber­in­to que vive el Ecuador, una relación fun­da­men­tal, estratég­i­ca, históri­ca, entre el movimien­to indí­ge­na, la rev­olu­ción ciu­dadana y otros movimien­tos y fuerzas pro­gre­sis­tas de izquier­da, de tra­ba­jadores, etcétera. Sin duda que esa visión estratég­i­ca pasa por lo tác­ti­co, con­cre­to e inmedi­a­to que con­sti­tuye el esce­nario elec­toral, donde si no somos capaces de artic­u­lar un con­jun­to de sec­tores y actores, nue­va­mente será el neolib­er­al­is­mo, con cualquiera de sus actores vis­i­bles o enmas­cara­dos, el que nos negará la posi­bil­i­dad de una nue­va democracia.

El pro­gre­sis­mo no tiene un hor­i­zonte rev­olu­cionario; nun­ca impugnó al sis­tema cap­i­tal­ista, vino para remozar­lo, para eje­cu­tar las refor­mas que las elites ren­tis­tas y par­a­sitarias fueron inca­paces de con­ce­bir. ¿El pro­gre­sis­mo es la izquier­da de Wall Street?

La ver­dad es que el tér­mi­no pro­gre­sis­mo me resul­ta un despropósi­to con­cep­tu­al y políti­co, porque supone la noción de pro­gre­so, una noción rela­ciona­da con la mod­ernidad cap­i­tal­ista en deca­den­cia, con esa mod­ernidad homogénea y homo­geneizante, aje­na a nues­tra razón de ori­gen, a nues­tra razón de des­ti­no; aje­na a la nue­va razón con­tem­poránea que tiene que con­sti­tuirnos como especies, como for­mas de vida sol­i­darias, como comu­nidades diver­sas, con la defen­sa de la vida, de todas las vidas. Con­stru­ir la razón plur­al supone la superación de la mod­ernidad cap­i­tal­ista, el desar­rol­lis­mo sig­nifi­ca­ba pro­gre­so, el primer mundis­mo sig­nifi­ca­ba mejo­rar la cal­i­dad de vida. Todas esas fal­sas nociones han sido der­ro­tadas, de la mis­ma man­era, tam­bién tiene que ser super­a­da la noción del anti extrac­tivis­mo. Porque hay for­mas de aprovechar el extrac­tivis­mo para gener­ar fac­tores de dis­tribu­ción y de redis­tribu­ción de la riqueza. De lo con­trario, la guer­ra del cap­i­tal y de las cor­po­ra­ciones, como hoy la guer­ra entre Ucra­nia y Rusia, pone en el cen­tro de la dis­cusión geopolíti­ca y geoes­tratég­i­ca el tema de los recur­sos nat­u­rales, de la energía, la sober­anía ali­men­ta­ria. Nues­tras comu­nidades indí­ge­nas y campesinas, nue­stros país­es, deben con­stru­ir una lóg­i­ca region­al lati­noamer­i­cana, una economía region­al, que ten­ga que ver con la pro­duc­ción ali­men­ta­ria, con la pro­duc­ción y la con­ser­vación de energía, con la pro­duc­ción de salud para la vida. Es decir, nue­stros páramos, nues­tra sel­va amazóni­ca, con­tienen los prin­ci­pales prin­ci­p­ios activos con los que se elab­o­ran los fár­ma­cos en el mun­do y la posi­ble seguri­dad ali­men­ta­ria plan­e­taria. Lam­en­ta­ble­mente, la indus­tria ali­men­ta­ria, la indus­tria far­ma­céu­ti­ca, están con­tro­ladas por las grandes cor­po­ra­ciones. Améri­ca Lati­na es, ha sido, deberá ser un con­ti­nente para la paz, para la democ­ra­cia, para el buen vivir y para la exis­ten­cia entre nosotros y ellos.

Ramón Tor­res tra­ba­ja la Filosofía Políti­ca, el Dere­cho y la poesía 

Poiesis con­tra el rui­do

¿Qué sería aque­l­lo que puede quedar exen­to de la apropiación del capitalismo?

Creo que vivi­mos un momen­to en que debe­mos val­o­rar y criticar la noción de biopolíti­ca desar­rol­la­da magis­tral­mente por Michel Fou­cault. Tam­bién val­o­rar des­de un pen­samien­to pro­pio, des­de el pen­samien­to críti­co, la visión sobre la psi­co políti­ca desar­rol­la­da por Byung-Chul Han. Hay que leer al filó­so­fo core­ano y al filó­so­fo francés en la relación nece­saria entre biopolíti­ca y entre psi­co políti­ca, no en una lec­tura excluyente, ni en una lec­tura que endiose a uno o al otro como un rock star con­tem­porá­neo. ¿A qué voy? En el 2019, y aún antes del 2019, se sucedieron en el plan­e­ta, y esen­cial­mente en Améri­ca Lati­na, las for­mas de resisten­cia más impor­tantes con­tra el neolib­er­al­is­mo, se dieron un con­jun­to de estal­li­dos, de lev­an­tamien­tos, de insur­gen­cias nacionales y pop­u­lares, de la recon­sti­tu­ción epistémi­ca y mar­avil­losa de aque­l­los viejos nuevos suje­tos de siem­pre: las mujeres, los pueb­los indí­ge­nas, las comu­nidades afros, las comu­nidades GLBTQ+, etcétera. Esa explosión de diver­si­dad evi­den­ció que el neolib­er­al­is­mo sigue some­tien­do a los cuer­pos, sigue desar­rol­lan­do un fenom­e­nal apara­to que dom­i­na a los cuer­pos a par­tir de la necrop­olíti­ca, y de la thana­to políti­ca, de la políti­ca del miedo y del ter­ror que somete, cas­ti­ga, tor­tu­ra, mal­tra­ta, vio­len­ta cuer­pos, y no sólo cuer­pos, sino suje­tos. Esa car­ac­terís­ti­ca del apara­to repre­sor del Esta­do es una car­ac­terís­ti­ca glob­al, por tan­to, la noción de la biopolíti­ca desar­rol­la­da por Fou­cault sigue sien­do una car­ac­terís­ti­ca prin­ci­palísi­ma para com­pren­der que el poder del neolib­er­al­is­mo y el poder de los Esta­dos que lo rep­re­sen­tan siguen usan­do las políti­cas repre­si­vas, las políti­cas de la muerte, las políti­cas del con­trol, del miedo y del ter­ror en una psi­cología que nos con­de­na a los cuer­pos, nos con­de­nan a escon­der­nos, a temer la posi­bil­i­dad de exi­s­tir en sociedades. En el Ecuador vivi­mos la dev­astación del Esta­do, de la democ­ra­cia, de la sociedad y de la cul­tura a par­tir de la vigen­cia de las cor­po­ra­ciones neolib­erales, y de tal vez una de las más ter­ri­bles, la cor­po­ración del nar­cotrá­fi­co, que coin­ci­den en some­ter a los cuer­pos y las psi­cologías a esa biopolíti­ca; el con­trol de la his­to­ria, el dere­cho de la muerte y de la gestión de la vida. Lo que hace la biopolíti­ca, según Fou­cault, es, pre­cisa­mente, el poder de la vida someti­do al dere­cho de la muerte ejer­ci­do por el poder. Entonces, esa car­ac­terís­ti­ca de some­ter cuer­pos y vidas para el crec­imien­to, la pro­duc­tivi­dad, la efi­cien­cia, esa for­ma de dis­ci­pli­nar el cuer­po indi­vid­ual, esa suerte de tec­nología de la políti­ca sobre el cuer­po, de los aparatos repre­sivos sobre el cuer­po, con­sti­tuye una razón de la biopolíti­ca. Pero esa for­ma de dis­ci­plina físi­ca, esa for­ma de some­timien­to cor­po­ral y mate­r­i­al que está vigente, sin duda hoy se com­ple­men­tan con la cien­cia y la tec­nología, trans­for­madas en una fuerza pro­duc­ti­va directa. 

Sigu­ien­do a Han, podemos decir que la psiquis como fuerza pro­duc­ti­va es la que deter­mi­na esta distopía dig­i­tal, esta intox­i­cación por la infor­ma­ción, este enjam­bre donde las víc­ti­mas y cóm­plices del rég­i­men dig­i­tal nos some­te­mos al impe­rio de los sen­ti­dos de las redes, a esa pér­di­da de conocimien­to indi­vid­ual de lo que somos; somos libres y esclavos a la vez, esta­mos someti­dos a una dic­tadu­ra de lo dig­i­tal, a nociones inconexas y con­cep­tos arbi­trar­ios que desar­tic­u­la­dos por el mun­do de lo dig­i­tal, rompen la lóg­i­ca analóg­i­ca, es decir, la capaci­dad de análi­sis, la capaci­dad com­par­a­ti­va, la capaci­dad de analizar un dato respec­to del otro, una infor­ma­ción respec­to de la otra.

Hoy esta­mos someti­dos a un total­i­taris­mo dig­i­tal que nos impi­de pen­sar, analizar, com­parar, dis­crim­i­nar, jer­ar­quizar, que rompió la lóg­i­ca analóg­i­ca, porque allí esta­ba la condi­ción fun­da­men­tal de analizar y de com­parar. La psique de los seres humanos está con­duci­da por la lóg­i­ca del com­er­cio y del mer­ca­do a par­tir de las redes y la tec­nología. Entonces, esa capaci­dad de con­trol ya no solo somete a los cuer­pos, sino a las mentes, a nues­tras con­duc­tas y a los com­por­tamien­tos, someti­dos por el algo­rit­mo y por el poder inmen­so de las redes sociales que con­trolan nue­stros con­sumos y nos con­sumen. Fun­da­men­tal­mente, la lóg­i­ca del some­timien­to nos dice que para ser seres humanos debe­mos con­sumir, algo mucho más per­ver­so que el some­timien­to de los cuer­pos. Entonces, vivi­mos un nue­vo tiem­po en el cual somos víc­ti­mas y vic­ti­mar­ios de nosotros mis­mos, cae­mos en la exhibi­ción per­ma­nente, poseemos una can­ti­dad impre­sio­n­ante de infor­ma­ción y no de conocimien­to. Del con­sumo luego exis­to al me exhi­bo y luego existo.

Si nos planteamos las for­mas de relación a través de un like, supues­ta­mente en sociedades híper comu­ni­cadas e híper infor­madas, pade­ce­mos como sociedades del can­san­cio, siem­pre ten­emos ago­tamien­to cróni­co, ten­emos depre­sión, ten­emos déficit de aten­ción, hiper­ac­tivi­dad o ago­tamien­to per­ma­nente, y nos inco­mu­ni­camos cada vez más. ¿Entonces cómo vivi­mos la relación con el otro? ¿Cómo vivi­mos la relación con el dis­tin­to? ¿Cómo nos comu­ni­camos entre dis­tin­tos? Lo que vivi­mos es una fic­ción de comu­ni­cación entre descono­ci­dos reales y cono­ci­dos vir­tuales, esa fala­cia uti­liza­da por el cap­i­tal­is­mo a través del com­er­cio dig­i­tal; supues­ta­mente vivi­mos en comu­nidades, pero somos comu­nidades vir­tuales, dig­i­tales, orga­ni­zadas por el com­er­cio y el mer­ca­do, aje­nas a una iden­ti­dad cul­tur­al con­sti­tuyente. Por eso insis­to, este nue­vo tiem­po en que vivi­mos nos exige pen­sar, hac­er y con­stru­ir comu­nidades de sen­ti­dos, de saberes, de poderes y de quer­eres, que re con­sti­tuyan la capaci­dad e iden­ti­dad del ser lati­noamer­i­cano, del ser humano, como una iden­ti­dad propia y aje­na, abier­ta y en relación con todas las iden­ti­dades del mun­do, pero que afir­men nues­tra vol­un­tad de exi­s­tir en el mun­do, a par­tir de mod­os de vida, de cul­turas, a través de economías regionales lati­noamer­i­canas, a través de iden­ti­dades plu­rales, de esa suma de diver­si­dades constituyentes. 

En InVer­so (2021), abor­das recur­rente­mente el tiem­po, el cuer­po pro­pio, cós­mi­co, galác­ti­co. Dices: “Dimen­sión extraña la del pun­to pues en su inte­ri­or con­tiene todas las for­mas posibles.”

En el pasa­do, la relación cós­mi­ca esta­ba deter­mi­na­da en todas las cul­turas, es más, todas las civ­i­liza­ciones fueron civ­i­liza­ciones orga­ni­zadas, estruc­turadas, deter­mi­nadas por una razón cós­mi­ca, por un diál­o­go de los seres humanos y sus for­mas de orga­ni­zación social, pro­duc­ti­va, cul­tur­al, tec­nológ­i­ca, en relación con el cos­mos. Es decir, estábamos ple­na­mente inte­gra­dos, insis­to en el con­cep­to como cul­turas y civ­i­liza­ciones, con la razón uni­ver­sal, con la razón cós­mi­ca, con el uni­ver­so enten­di­do como ele­men­to esen­cial del cual somos parte. Entonces, en esa total­i­dad, en esa for­ma de exis­ten­cia, es que nos con­sti­tu­imos como seres humanos, como cul­turas, como civ­i­liza­ciones. Los mayas, los aztecas, los incas, deter­mi­naron todas sus for­mas de orga­ni­zación social, todas sus for­mas pro­duc­ti­vas, todas sus for­mas tec­nológ­i­cas, toda la orga­ni­zación de sus tem­p­los, toda la orga­ni­zación de sus cul­tivos, en relación con el alin­eamien­to de los plan­e­tas, la fecun­di­dad y la fer­til­i­dad esta­ba rela­ciona­da con el cos­mos. Pero vino la razón occi­den­tal y negó esa relación con el cos­mos, nos impidió ver para arri­ba, nos sometió a ver sólo para aba­jo, esa car­ac­terís­ti­ca de romper la lóg­i­ca del Hanan Pacha, del Kay Pacha, del Uku Pacha.

Es decir, el orden del mun­do de arri­ba, del mun­do de los costa­dos y del mun­do de aba­jo, fue roto. Entonces, InVer­so es una poesía de la impre­scindible necesi­dad de mirar y de sen­tir arri­ba, de recon­sti­tuir nues­tra relación con esa total­i­dad plan­e­taria, cós­mi­ca, inter­este­lar, de otras for­mas de vida, de otras energías, de otras fre­cuen­cias. Nos remite al hecho de que exis­ten suce­sos cós­mi­cos, exis­ten suce­sos plan­e­tar­ios, suce­sos inter­este­lares, suce­sos energéti­cos que están deter­mi­nan­do nue­va­mente los acon­tec­imien­tos en la tier­ra, sin embar­go, seguimos sien­do tan inca­paces, tan infin­i­tes­i­mal­mente mín­i­mos, intrascen­dentes.  No nos damos cuen­ta; primero, de la exis­ten­cia de esa inmen­si­dad cós­mi­ca en nosotros; segun­do, no nos damos cuen­ta de esa relación de la inmen­si­dad uni­ver­sal y cós­mi­ca y plan­e­taria en nues­tras for­mas de orga­ni­zación social, políti­ca, económi­ca. Entonces, nue­va­mente, la arro­gan­cia y la pre­po­ten­cia de una filosofía sobre el ser que pre­tende dom­i­nar no solo el plan­e­ta, no solo la nat­u­raleza, sino que hoy pre­tende con­quis­tar el espa­cio para dom­i­nar en el plan­e­ta Tier­ra a par­tir de los recur­sos que exis­ten en otros plan­e­tas. Entonces, la arro­gan­cia del cap­i­tal­is­mo, el sin­sen­ti­do del cap­i­tal­is­mo, el sin sen­ti­do de la cien­cia y la tec­nología deter­mi­nadas por el cap­i­tal, la cod­i­cia y la rentabil­i­dad, hoy pre­tenden con­quis­tar otros mun­dos una vez que ter­mi­naron jodi­en­do a nue­stro pro­pio mundo.

La poesía y la filosofía a veces se ade­lan­tan a la cien­cia. A propósi­to de InVer­so, en un artícu­lo sobre mi poesía pub­li­ca­do por el Insti­tu­to Astrofísi­co de Bur­gos en España, se pre­gunt­a­ban si es que soy astrofísi­co. Evi­den­te­mente que no, yo inten­to sola­mente ser un poeta, inten­to ser un pen­sador que siente, de astrofísi­co no ten­go nada, sin embar­go, la poesía siem­pre es una per­cep­ción, una sen­si­bil­i­dad pre­via a las hipóte­sis cien­tí­fi­cas y de pen­samien­to, porque son sen­timien­tos. Sigu­ien­do a Orlan­do Fals Bor­da, este excep­cional sociól­o­go colom­biano, que al sis­tem­ati­zar conocimien­tos de campesinos, afir­mó que somos seres sen­tipen­santes. Entonces InVer­so es un pluriver­so sobre el uni­ver­so, es una inda­gación sobre la relación de los seres humanos con el cos­mos. Es la deses­per­a­da con­vo­ca­to­ria poéti­ca para que busque­mos nue­va­mente esa relación entre los seres humanos y el cosmos.

“En el silen­cio encuen­tras aque­l­lo que bus­cas en la pal­abra”, escribes en Avis­tamien­tos (2021). ¿Cómo con­stru­ir una poéti­ca en un tiem­po donde abun­da el rui­do, citan­do a Leza­ma Lima en Analec­tas del Reloj (1953) : ”la úni­ca pasión del pen­samien­to es des­cubrir algo que ni siquiera se pue­da pensar”?

Afir­mo que mi poéti­ca es ape­nas un susurro, a veces una pal­abra, pocas veces un sen­ti­do, no sobre el deber ser, sino sobre el ser. Una poesía que se debate entre la angus­tia de expre­sar en la pal­abra el sen­timien­to como inten­to escrito, com­par­tido, expre­sa­do o pub­li­ca­do y el mar­avil­loso silen­cio que en sus sig­nif­i­cantes y sig­nifi­ca­dos, nos cues­ta tan­to enten­der, o asumir para sobre­vivir entre el rui­do, el sonido y el sen­ti­do. Por eso el inten­to de pon­er en diál­o­go los sen­ti­dos entre la pal­abra y la músi­ca, las imá­genes, el teatro, la dan­za, la pin­tu­ra, el arte y las cul­turas, como una rendi­ja mín­i­ma ele­men­tal, des­de la cual inten­tó avis­tar, con mis videopo­e­mas por ejem­p­lo, para no sucumbir a ese ter­ri­ble y mar­avil­loso impe­rio de los sen­ti­dos al que esta­mos someti­dos por las redes sociales. Una geopoéti­ca para la vida.

“…poesía; fotografía de la res­piración…” escribió Leza­ma Lima en Analec­tas del Reloj (1953). ¿Todavía es posi­ble la poei­sis, en el vér­ti­go del hom­bre esclav­iza­do por su ide­al de libertad?

Decía un excep­cional poeta y ser humano, Hum­ber­to Vin­ueza, que…“en el silen­cio flo­rece la palabra”…desde allí hoy mil­i­to en la Filopoiesis, en el amor por hac­er o crear, en medio de una con­de­na para ser libres y lib­er­ar, en un tiem­po donde al pare­cer son inútiles la filosofía y la poesía, la ter­nu­ra y el abra­zo, en medio de este total­i­taris­mo invis­i­ble, de esta dic­tadu­ra per­fec­ta que no sola­mente coac­ciona o elim­i­na a los indi­vid­u­os medi­ante la vio­len­cia, la fuerza y el miedo, sino que tam­bién lo hace medi­ante la fic­ción de exi­s­tir en el reino del cap­i­tal, que somete y dis­ci­plina para que nue­stros cuer­pos y mentes ten­gan como úni­ca final­i­dad vital con­sumir para exi­s­tir. Entonces insurge la razón poéti­ca que inten­ta descifrar la creación como un hecho sim­bóli­co y mate­r­i­al donde está supuesto un otro, la otra, un nosotros, es decir la pal­abra como un acto de cocreación entre el yo y el otro.

Por­ta­da de El Sen­ti­do de lo Común (2018), recopi­lación de ensayos e inter­ven­ciones de Ramón Tor­res Galarza. 

La ver­dad es que el tér­mi­no pro­gre­sis­mo me resul­ta un despropósi­to con­cep­tu­al y políti­co, porque supone la noción de pro­gre­so, una noción rela­ciona­da con la mod­ernidad cap­i­tal­ista en deca­den­cia, con esa mod­ernidad homogénea y homo­geneizante, aje­na a nues­tra razón de ori­gen, a nues­tra razón de des­ti­no; aje­na a la nue­va razón con­tem­poránea que tiene que con­sti­tuirnos como especies, como for­mas de vida sol­i­darias, como comu­nidades diver­sas, con la defen­sa de la vida, de todas las vidas.