PostApocalipsis Nau

Asuntos límite

Fotoilus­tración por Fran­cis­co Galár­ra­ga.

En el prin­ci­pio, cuan­do todo era oscuri­dad, Djivut Maka, — chamán de la tier­ra — pen­só cómo crear el mun­do. Fue por un puña­do de bar­ro de las pro­fun­di­dades del mar y lo lanzó a lo alto. Allá lo dejo sin que se cay­era. Después, se paró enci­ma del bar­ro y se puso a can­tar. El bar­ro comen­zó a exten­der­se y cubrió casi toda el agua, dejan­do al des­cu­bier­to sola­mente lo que aho­ra es el océano. Sin embar­go, el mun­do no logra­ba sosten­erse. Creó entonces a una araña y la mandó a remen­dar las oril­las de la tier­ra. Cuan­do la araña ter­minó de coser los límites del mun­do, éste dejó de bam­bolearse. Djivut Maka creó entonces los pájaros, las flo­res, los árboles, los ani­males, los insec­tos. Después de ver que todo estu­viera bien, pen­só en crear al hom­bre. Tomó un poco de bar­ro y lo mod­eló en for­ma de hom­bre; le dijo: — Den­tro de cua­tro días ten­drás vida”.

Mito fun­da­cional de la cul­tura Pima. 

Elisa Ramírez Cas­tañe­da, “Mitos”. Plu­ralia. Méx­i­co 2014

Subes las escaleras como una made­ja de bur­bu­jas de agua ebul­lente por un tubo de cobre. Las per­sonas se mueren, pien­sas en cas­ca­da, entre lo sóli­do y lo gaseoso, se mueren con toda la nat­u­ral­i­dad que le fal­ta a cualquier pronós­ti­co del cli­ma. Abor­das la ter­raza entre los chi­fli­dos cruza­dos del vien­to. En lo alto del edi­fi­cio acti­vas los ran­gos de fre­cuen­cia para pro­gra­mar la red inalám­bri­ca. De fon­do, el vacío ador­na las luces del con­traste noc­turno, deja ver la impavidez del instante des­de arriba. 

— Sal­drás mañana por los inter­sti­cios de los saberes exclu­i­dos para lle­gar ayer, te dijo Papá Soroche durante la noche —. El tiem­po tran­scurre hacia atrás como efec­to de la nue­va arma exper­i­men­tal para las colo­nias. Fue, será la coro­nación del Regi­dor en la Repúbli­ca del Agua Tibia.

Cam­i­naste por el chaquiñán de la cum­bre de la loma. A los lados el doble precipi­cio te ofrece una lami­da bifo­cal en las comisuras de tus ojos. En ambos lados el sen­ti­do váli­do de lo real se encuen­tra secuestra­do por la cofradía de los espe­cial­is­tas. A tu derecha los números pre­tenden no ten­er ide­ología, hacía el otro lado, el hor­i­zonte utópi­co con­siste en una refor­ma al Excel de la democ­ra­cia, con un Pow­er point elec­toral en horario estelar. 

Mien­tras el som­nífero comen­tar­i­al hace lo suyo en el avis­pero de las prác­ti­cas cotid­i­anas, sorteaste todos los pasil­los de los tec­nom­i­natau­ros de cor­ba­ta y sus luces de neón.

El vien­to sopla des­de el bor­de de lo alto de la ter­raza, acti­vaste la tela vibra­cional; todas esper­amos tu señal.

— Los vivos no paramos de hablar, cacarear se nos da fácil; sin embar­go, pocos muer­tos pueden seguir hablan­do y ser escucha­dos. Su voz hila el can­to de la urdim­bre que hoy acti­va­mos para rever­tir el tiem­po. — Sue­na tu voz en todos los dispositivos. 

Todas nos lan­zamos al vien­to tras la señal de Fla­ge­lo de Miel. El can­to se extendió como una enorme telaraña invis­i­ble llenan­do los precipi­cios, apun­tan­do hacia ade­lante en el tiem­po. La comu­ni­cación con nue­stros muer­tos se activó, acallan­do el bul­li­cio index­a­do de los monop­o­lios del saber, la frase­ología políti­ca autor­ref­er­en­cial y la dic­tadu­ra ambi­dies­tra del conocimiento.

Abrazamos cada reco­do con el vue­lo sonoro antes del amanecer. Al salir el sol, en varias pare­des la señal: Otor­gar solem­nidad al caos es obse­cuen­cia funcional.