Marabunta

En la obscuri­dad del túnel, solo la luz de la obsid­i­ana me guía, el con­tra­pun­to solemne susurra miles de vocecitas que armo­nizan innu­mer­ables comi­siones de emba­jadas indul­gentes, almuer­zos y fes­tines de la obse­cuen­cia en degradé.

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