PostApocalipsis Nau

Burbuja Lechuga

El archip­iéla­go sub­y­a­cente se activó a tiem­po. Lenta­mente cam­i­namos en for­ma­ción, habíamos esper­a­do toda la noche tras los muros. Tomor­row nev­er knows dijo Alpha­boom, mien­tras las ser­pi­entes vig­i­la­ban las esquinas. Nos explicó: hay que implan­tar­la síla­ba por síla­ba, con mucho cuida­do y pre­cisión, la gigan­tá­fo­ra expo­nen­cial debe ser pro­gra­ma­da a tiem­po para su acti­vación en cada bur­bu­ja lechuga.

En un pes­tañeo nos señi­mos los tra­jes de abe­ja y dora­dos volam­os en for­ma­ción con las patas recogi­das: pasamos por las alca­balas, hici­mos zig zags entre las cruces sobre el agua y la explosión Juliana enarde­ci­da nos impreg­nó de fuego. Encam­i­na­dos hacia la Repúbli­ca del Agua Tib­ia, ante nues­tras gafas de insec­to rock­er se abrió el amanecer.

Las bur­bu­jas lechuga se ven des­de arri­ba inertes, ran­cias, como huevos pasa­dos de mosca obe­sa. A con­tra luz, el tor­na­sol de las alas iris mar­có el descen­so. Alfha­boom nos guió en lengua­je siseo por la geografía de la población sin memo­ria. Todos los coman­dos nos sep­a­ramos en for­ma­ciones de quin­cun­cios, tri­nos y sex­tiles; así ini­ci­amos la mis­ión en oposi­ción a los mandatos de aque­l­los tiempos.

Una vez aba­jo pasamos inad­ver­tidos en el brindis, el efec­to autor­ref­er­en­cial del vacío nos juga­ba a vien­to en con­tra, las alas se sen­tían más pesadas.

Hecatón­quiros bon­sai y ciclopes con cataratas se solaz­a­ban en su Maru­ja inte­ri­or sin des­ti­no. Mien­tras ellas alarde­a­ban ench­u­fadas a un cóc­tel de exclu­sivi­dad endogámi­ca con movimien­tos más rec­tos que cir­cu­lares, ellos chapote­a­ban su letra muer­ta y gara­ba­to sub­sidi­a­do, tod@s sentad@s en la Flo­res­ta del bosque fan­tas­ma se auto-embur­bu­ja­ban con sus múlti­ples bra­zos, casi lle­ga­ban al éxta­sis repasan­do exhaus­ti­va­mente la moda int­elec­tu­al del Norte, pero su ter­ra­planis­mo lechuga se veía inter­rumpi­do tarde o tem­pra­no por cualquier irrup­ción del Esta­do Nacional Cobri­zo. La políti­ca les gen­er­a­ba urticaria, pre­fieren la lechuga sin litis, ya sabíamos, pero otra cosa era verlo.

Hici­mos dos vue­los cir­cu­lares de reconocimien­to, sus movimien­tos son muy lentos, sin his­to­ria, sin la eternidad para adver­tir nues­tra pres­en­cia. La gavia elec­tróni­ca izó las velas de datos en siseo para la acti­vación. Volam­os hacia los recip­i­entes del bre­ba­je que injerían y conec­ta­mos nues­tras patas. El pela­je de mis extrem­i­dades se erizó mien­tras la implantación se car­ga­ba. El ver­so insec­to se activó per­fec­ta­mente en la mitad mis­ma de las molécu­las del liq­ui­do transparente.

Rodea­d­os por su erráti­ca infra vibración, reanudamos el vue­lo. Matri­o­ta esta acti­va­da, siseó Alpha­boom. Durante los primeros min­u­tos solo quedaron sus som­bras, nadie advir­tió su ausen­cia a excep­ción de Mamá Cóctel.

Nada sobre nada es una som­bra de lechuga menos.

*Ilus­tración por Fran­cis­co Galárraga