Sobre la posición horizontal

Tan­to plo­mo para desa­lo­jar­los, y esta­ba vacía, con los muros pin­tar­ra­jea­d­os, con caras llenas de tumores de toda la plana may­or, ust­ed inclu­i­da; su retra­to tenía bar­ros y esquir­las, esta­ban sacán­dole fotos cuan­do la bom­ba explotó.

—Detrás de una loca siem­pre hay un imbé­cil— dijo Car­oli­na —. Creemos que fue él quien se la llevó antes de que llegáramos

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Un paseo en dron

— Por eso no te dura ningún novio. Te va a tocar largarte — le dijo Car­oli­na —. ¿Tienes ahor­ros? Puedes ser mesera y estu­di­ar de noche, cam­biar de acen­to y dar clases de yoga, para escort te va a tocar quitarte pre­cio, aunque ganarías más. Si tienes buen estó­ma­go podrías encon­trar a alguien de seten­ta para arri­ba, que no le importe lo hecha mier­da que estás. 

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Por una pipa perdida

Al cruzar por el patio no entien­des tan­ta prisa, los corre­dores llenos. “No, no serás pin­to­ra”, te dices mien­tras pasas a su lado, “sino cajera del Ban­co Glob­al. No, no eres biól­o­go, eres cajero del Ban­co Glob­al. No, no serás peri­odista, sino cajero del Ban­co Glob­al. No, no eres académi­co, eres cajero del Ban­co Global”.

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Mercurio retrógrado

Cuan­do sub­ías por la Av. Simón Bolí­var, tu moto empezó a echar aceite y a pati­nar bajo la llu­via. Cal­cu­las y no sabes cuán­do podrás sacar­la de la mecáni­ca. Tu visa de tra­ba­jo se ven­ció y no te alcanzó para ren­o­var­la. “O te largas o te bajo el suel­do”, dijo el super­vi­sor sin mirarte. No hubo aguinal­do en diciem­bre. En el reci­bo de la quin­ce­na hay un des­cuen­to por unos uni­formes que nun­ca te dieron y una nota con negril­la al final: “Cualquier reclamo sig­nifi­cará la sep­a­ración del puesto sin liq­uidación”. De tan­to hablar sobre cómo tra­jeron a sus her­manos o a sus pri­mos, de los giros que envían a su madre, dejaste de ver a tus compatriotas.

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Bannoptikum

Anteay­er, cuan­do ibas a prepararte para salir, vol­teaste al ven­tanal del jardín; el arbus­to de espinas arti­fi­ciales se lev­an­tó con una ganzúa en la mano, sus ojos eran un alar­i­do. Cor­riste a tu cuar­to y tra­baste la puer­ta, mar­caste a seguri­dad y cuan­do con­tes­taron, llo­raste. No encon­traron a nadie; pero esa fla­ma se eriza des­de tu estó­ma­go a la gar­gan­ta. Dejaste de salir, durante el día cier­ras las corti­nas, hiciste podar el jardín. Tiraste los fras­cos de pastil­las al excusado. 

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El clavo en la humareda

Lib­er­tario era Bue­naven­tu­ra Dur­ru­ti, vos estás hin­cha­do de esteroides y cobardía. En esta par­ti­da de aje­drez perdiste tu hacien­da en la ter­cera juga­da. Matri­o­ta te va a quitar todo lo que tus abue­los nos arrebataron; la pla­ta que fugas a Dubái; la casa de tus viejos, con su arte colo­nial y su colec­ción arque­ológ­i­ca. Matri­o­ta te va a sacar tus empre­sas, san­gui­jue­las del Estado.

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Para blindar a la broca

Su Exce­len­cia, mue­ca y son­risa, estás cansa­do de medir lo que dices en las sesiones del pleno. El pres­i­dente de la Corte te parece más des­pre­cia­ble cada día. Cuan­do te bus­ca, resuelves sus dudas no por respeto, sino por miedo. Si insistes con una ini­cia­ti­va, tus cole­gas y el pres­i­dente la der­rib­an. Al mis­mo tiem­po que entró la deman­da vino la lla­ma­da des­de la sede en Mon­tre­al: ellos se hacen car­go de los abo­ga­dos de la comu­nidad. La deman­da es para que se le con­cedan dere­chos al Río Xurandó, en la región de Oro­ge­nia. Mien­tras el liti­gio se pro­lon­ga, se le revo­cará la con­ce­sión a la empre­sa chi­na; el Min­is­te­rio del Ambi­ente se arreglará con los diri­gentes, no hay lob­by que no le llegue al pre­cio a los activis­tas. Las bro­cas ya están en la aduana.

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