Al cabo de un minuto de silencio respirado por la ansiedad de todos, se rompió el congelamiento en el que solo oíamos retumbar el péndulo de nuestros latidos.
—¿Eres un espectro?, le preguntó Flagelo de Miel a la Aparición que nos acompañaba.
—Estoy más allá de la palabra, respondió la Aparición con voz metálica, — mi lugar es el continuum.
— ¡Es un fenómeno de Hermética Electromagnética!, dijo Flagelo de Miel, regresándonos a ver atónita.
Esa noche habíamos activado el tablero de Ouija en el salón subterráneo de la casa del Barrio Chino.
Un extraño sonido microtonal nos atravesaba el cráneo, era la voz de la Aparición enrareciendo el aire, los segundos se retorcían contra las cosas, las chispas volátiles de ese choque áspero eran sus palabras. “¡La sustancia del tiempo hace fricción con los objetos como un cubo de azúcar que se pulveriza en una servilleta!”, pensó Papá Soroche, sorprendido.
De pronto, la Aparición estuvo sentada entre nosotros en la mesa, nos dijo:
—¡Escuchen!, en la planimetría espacial hay varios ethos que fluctúan entre ser una onda o una partícula al entrar en reacción con el implante esquizomercantil.
— De alguna manera el tablero organiza su data, dijo Flagelo de Miel, que no acababa de entender, al igual que el resto, lo que sucedía.
— ¡Pero también hay una invocación!, respondió Papá Soroche, llevó una calada de su pipa a sus labios. — ¡No es solo información!, dijo con voz profunda y exhaló el humo.
En la mesa del salón subterráneo, con todos sentados al ruedo, la Aparición señaló con su mano al tablero. Acercamos nuestras miradas y nos dijo:
— ¡Miren al Ethos Realista!:
Un selfie para el instagram interrumpe la nicotina absoluta. El elevado cinturón académico aprieta un café en los suburbios; comienza la reunión con chillout. Les gusta citar a Pascal Quignard desde que los gringos lo tradujeron hace poco al inglés; observan con cuidado que las citas salgan de sus ensayos literarios.
— Cuánta cultura hay en el Banco, dice ella entre un sorbo y otro. — Es un acierto la evolución comercial que atravesamos; de esas arcaicas nociones republicanas de ciudadania sin libertades, hemos evolucionado a este, nuestro nuevo orden social verdaderamente libre: El Banco.
— Desde que El Banco es nuestra nacionalidad, — continua ella, — la Clientela Civil Bancaria Obligatoria nos hace a todos más iguales que nunca.
— Ya era hora, dice él, mientras abre su cuaderno de anotaciones con material reciclado, los adornos lucen motivos del bosque primario.
— Me encanta el metaverso de El Banco, cada vez paso más tiempo aquí, continúa ella. — Ahora tod@s somos cuenta banquinos, viajamos con nuestro biopasaporte privado.
— Hoy en la noche juega en el meta verso la Selección Bancaria, responde él. Desde el dispositivo de ella se activa Siri: Jurar obediencia democrática a la nomina humana es requisito obligatorio para tramitar el biopasaporte privado.
— Gracias Siri, responden ambos.
La gráfica se desvaneció en el tablero. Flagelo de Miel volteó a mirar fijamente a la Aparición.
— El lucro y el capitalismo, si algo son, son humanos.
— Esa nómina humana apesta, dijo Flagelo de Miel, rodeando el perímetro de la sala con pasos frenéticos y medias lunas cada vez más rápidas.
Otra vez se enrareció el aire, la Aparición volvió a hablar:
— También juega el Ethos Romántico, y señaló otra vez al tablero:
El semáforo está en rojo. Se levanta una pirámide de siete niños frente al auto como un chorro de agua lanzado desde una pileta hacia arriba. Enseguida caen por separado sobre el asfalto para pedir monedas.
— No me culpes a mí, la culpa es de tu taita, le dice desde la ventana del auto a uno de los niños, mientras les niega una moneda con la cabeza tras el volante. Siempre es tan amable. En la oficina de migración se desliza por los cajones del archivo, entre el pasillo y el ascensor, firma las planillas de control de ingreso aeroportuario del lote de la farmaceútica. Una carrera de esfuerzo es la diferencia.
— El lote de reactivos de los antígenos está listo, le dice pasada la media noche el encargado.
En la mañana se anuncia públicamente la obligatoriedad de las pruebas para el tránsito aeropuertario. Las cabinas están instaladas, los porcentajes acordados. “Las oportunidades se aprovechan, este es el mundo de los emprendedores”, pensó la noche siguiente, palada tras palada, mientras enterraba las ganancias semanales de su porcentaje; cash dentro de sacos de yute. El mapa del logro esta listo: — “He luchado por esto”, lo roía su mente en un éxtasis darwinista pleno de romanticismo.
De regreso al salón, los Herzios se disparan, el sentido del campo magnético salta sin parar al interior de la unidad de tiempo. El pulsar dejó el espectro de baja frecuencia, nuestras biolecturas pueden ser detectadas en cualquier momento por los Granaderos. La Aparición se desvanece. Subimos de un soplo mientras desconectamos todos los dispositivos para evitar ser rastreados. Sucedieron varias horas fantasmales de obligatoriedad analógica hasta poder disipar nuestro rastro por completo. Sentados en este presente, miramos largamente la penumbra.
— El flujo del Locus de Enunciación es rizomático, me dice Flagelo de Miel al oido, para luego lamer su papelillo de arroz. Al exhalar el humo de su tabaco, me susurra en voz baja:
— “La historia es objeto de una construcción cuyo lugar no está constituido por el tiempo homogéneo y vacío, sino por un tiempo pleno, «tiempo — ahora». Así la antigua Roma fue para Robespierre un pasado cargado de «tiempo — ahora» que él hacía saltar del continuum de la historia. La Revolución francesa se entendió a sí misma como una Roma que retorna. Citaba a la Roma antigua igual que la moda cita un ropaje del pasado. La moda husmea lo actual dondequiera que lo actual se mueva en la jungla de otrora. Es un salto de tigre al pasado. Sólo tiene lugar en una arena en la que manda la clase dominante. El mismo salto bajo el cielo despejado de la historia es el salto dialéctico, que así es como Marx entendió la revolución”.
(Walter Benjamín, Tesis
de filosofía de la historia, tesis 14, pg. 7)