— Entrevista a Alina Duarte —
Ante el incansable gorjeo de la hegemonía que busca nublar las mentes, periodistas como Alina Duarte hacen coberturas de prensa de los últimos levantamientos en la región, como el Paro nacional de Octubre de 2019 en Ecuador, la rebelión en Chile, los disturbios contra la brutalidad policial en Estados Unidos, sin separar el periodismo del activismo. Participó de Fue golpe (2021), el documental de María Fernanda Rada sobre el golpe de estado en Bolivia. Matriota platicó con Alina sobre cómo hacer periodismo bajo los gases lacrimógenos, la disputa política y cultural en América Latina, cómo se descomponen y recomponen las izquierdas en nuestra región y los desafíos del feminismo desde el sur.
Transmitir el estallido
Vivimos tiempos en los que el saqueo es cada vez más voraz por parte de los centros de acumulación de capital a través de las corporaciones transnacionales, las brechas norte-sur son mayores, con el elemento adicional que conlleva la pandemia y el biopoder radicalizado en el encierro. Samir Amin, el economista franco egipcio, muestra cómo los países del tercer mundo son esenciales para el desarrollo del capitalismo; cuando un capital se instala en uno de estos países de la periferia, se monta una maquinaria productiva altamente tecnificada y este país termina siendo el que exporta capital al centro y no al revés. En las zonas del subdesarrollo como América Latina conviven perfectamente relaciones de producción aparentemente arcaicas, feudales o esclavistas, con procesos productivos altamente tecnificados; esta combinación, lejos de ser una recidiva de estados anteriores al capitalismo, se trata más bien de un mutualismo absolutamente funcional al desarrollo capitalista. Amin aconsejaba a los países del tercer mundo retirarse del mercado mundial. Sin embargo, Guilles Deleuze, el sociólogo francés, habla del carácter irreversible de este movimiento de desterritorialización y cómo en la periferia se reproduce la misma dinámica de creación de nuevos centros y periferias locales.
Matriota: ¿Alina, qué posibilidades tienen los procesos progresistas en América Latina, en este doble frente interno y externo, para revertir esta dinámica voraz del capitalismo, más allá del discurso político?
Alina Duarte: Lo que describes no es sino el desarrollo del capitalismo en América Latina, donde la construcción del Estado nación fue totalmente distinta a los centros europeos. Justamente, el desarrollo del capitalismo en este lado del mundo tiene que ver con la acumulación originaria y la desacumulación originaria de nuestras naciones, no es que nosotros fuéramos más débiles, sino que hay un pecado original: el proceso de desacumulación de nuestras naciones que se profundizó durante varios siglos. Aquí no tuvimos revoluciones democrático burguesas como en Europa, tuvimos procesos totalmente distintos. Por ejemplo, la Argentina del centro no se desarrolló de la misma forma que la Argentina del litoral. En Brasil hubo esclavismo. En el caso de México, siendo uno de los principales centros de desarrollo de la colonia, hoy estamos viendo las consecuencias de esa acumulación originaria y ese pecado original. Pero en América Latina también tenemos nuevos procesos de resistencia además, la transformación del capitalismo no ha sido siempre igual. Estas etapas van de un capitalismo comercial a un capitalismo financiero, son parte del imperialismo; fase superior del capitalismo.
Desde hace dos décadas, América Latina está arrojando bastante luz sobre cómo desmantelar este sistema económico, político, social y cultural. Por esto siempre utilizo como referencia a los gobiernos progresistas, atendiendo a las respuestas específicas de cada proceso. Trataron de solidificar una posición regional para dar batalla en varios frentes. Me refiero al económico, político, social, cultural e ideológico. Creo que al menos se encontraron otros modos de distribución de la riqueza, otros modos posibles del quehacer político, sin el mandato de la Casa Blanca sobre la región. Entonces se generó una noción de soberanía nacional, antiimperialista. No solamente en Cuba, que es la resistencia por excelencia en América Latina durante más de seis décadas, y en el caso de estas últimas dos décadas, se implementó regionalmente una nueva visión de la solidaridad institucionalizada a través de la CELAC, de PETROCARIBE, del ALBA. Incluso se creó TELESUR con la noción de combatir ideológicamente al sistema y sus narrativas hegemónicas. Es decir, hay una nueva concepción que impacta en estos procesos que se venían gestando en cada uno de los países que desembocan en alianzas regionales como UNASUR. Por la campaña mediática en su contra, a veces no se dimensiona la importancia de Venezuela en las últimas décadas. Venezuela es la punta de lanza en muchísimas cosas que empiezan a repercutir. En el tema de educación, de vivienda, de salud, sus alianzas con Cuba, la Misión Barrio Adentro. Los acuerdos entre Cuba y Venezuela de petróleo por médicos son revolucionarios, desmercantilizan las necesidades de la población, además, impactan en Bolivia y Argentina. Estos gobiernos tienen un abanico muy amplio, se logra vislumbrar un nuevo proyecto en América Latina, muy lejano a lo que ocurre en Europa y en otras latitudes.
Lo que vimos en 2019 fue un punto de quiebre. El estallido de octubre en Ecuador, luego el estallido en Chile, después el golpe de Estado en Bolivia. El modelo encabezado por Evo Morales visibiliza las contradicciones y los límites de un proyecto que no se propuso acabar con el sistema capitalista. Su lógica reformista, de alianzas con las burguesías nacionales, con las transnacionales, tal vez aseguran un presente, pero le niega el futuro a la población. Al no fortalecer un proyecto de la mano de los movimientos sociales, que sí son anticapitalistas, feministas, con un horizonte mucho más amplio, que van a la raíz. Fue demasiado tarde cuando la gente reaccionó contra el golpe de Estado porque todo se concentraba en la estructura electoral. Aun así, la gente es la única capaz de revertirlo. Conservar el proceso de cambio, como se le llama en Bolivia, fue posible gracias a la movilización popular. Ahora, ganaron las elecciones en 2020 como también las habían ganado en 2019, pero si ganaron por las urnas fue porque hubo una organización popular. El movimiento de masas se tornó antifascista, entendió que había que cerrar filas, aun cuando estuvieran en desacuerdo con Evo Morales. La alianza de las mujeres, el feminismo comunitario, la Central obrera boliviana, cerraron filas, sólo así sacaron a esa derecha fascista, racista, misógina y patriarcal. Sólo con la unión de clase, con conciencia antiimperialista, este poder popular puede trascender a la democracia representativa.
Para mí es importante poner en el debate a Estados Unidos, hacer énfasis en las huelgas que suceden en Estados Unidos, en plena pandemia hubo una huelga en Amazon y en otras grandes empresas. Huelgas invisibilizadas por los medios de comunicación. También hay una resistencia muy fuerte en el corazón del imperio. El asesinato de George Floyd, en Minneapolis, el 25 de mayo de 2020, generó el estallido de un movimiento que no solo tiene demandas antirracistas, sino que, con un sistema de salud totalmente privatizado se sufre más la pandemia, con el sistema de educación prácticamente privatizado, vemos que esa lucha empieza a tomar tintes anti neoliberales y anticapitalistas. Fue muy simbólico para mí que después de cubrir las movilizaciones en Chile, de ver a Las Tesis con el performance de El violador eres tú, ver ese mismo performance ejecutado en la marcha de las mujeres frente a la Casa Blanca. Los estallidos alrededor del continente empiezan a entrelazar sus demandas antirracistas, feministas, anticapitalistas, antiimperialistas; la gente en Estados Unidos está en las calles protestando en contra del intervencionismo de Estados Unidos en nuestros países latinoamericanos. Es muy importante decir que el Partido por el Socialismo y la Liberación (P. S. L), tiene cientos de miles de votos en Estados Unidos, aunque eso no sea noticia. En Estados Unidos hay un gran movimiento socialista, nutrido por las luchas en América Latina. Entonces, luz en América Latina hay muchísima, arrojada en las calles con protestas, con proyectos de corte electoral, de corte anti sistémico, con defensores del territorio, defensores de derechos humanos. Desde el sur de América Latina, nuestro feminismo comunitario empieza a marcar los debates del norte global, en contraposición al feminismo blanco liberal occidental.
Esto me recordó The Revolution Will Not Be Televisated de Gil Scott Heron.
Claro que sí, para mí Hugo Chávez fue un gran mentor en ese sentido. La comunicación popular también se enseña, también se aprende, también se disputa, también se forma desde la educación popular. Estudié relaciones internacionales, soy internacionalista de profesión y convicción. La comunicación para mí se volvió esa trinchera. A veces la gente no tiene tiempo de ir a un curso de formación política, de ir a la universidad, pero sí tiene tiempo de ver la televisión, de escuchar radio. También en ese tipo de espacios está la disputa. Por eso son tan fuertes los ataques contra TELESUR, quienes hemos trabajado ahí recibimos agresiones, amenazas de muerte, porque allí se disputa la formación de un proyecto ideológico nacional, regional e incluso mundial. Telesur lo sabe, por eso tiene corresponsalía en Palestina, en Egipto, en China. Nos hace ver cuál es la disputa de fondo dentro de los medios de comunicación. Pues definitivamente sería muy ingenuo creer que la indignación va a ser televisada por cuestión de voluntad o de rating.
En estos tiempos millenial, donde los saberes formales parecen estar cada vez más compartimentalizados, ¿qué posibilidades ves de configurar el sentido de la política, de la técnica, del arte, en zonas de confluencia donde el resultado sea más que la sumatoria de las partes y supere a la definición especializada de un título universitario, de un pensum académico, o los objetivos del milenio de las oenegés?
Pues mira, me viene a la mente ese texto de Iván Illich, La sociedad desescolarizada (1971). Lo pienso mucho, sé que a mi mamá no le gusta mucho la idea de no tener un título universitario, porque la lógica de mi familia es que tener un título te asegura el futuro, el éxito. Llevo diez años que salí de la universidad y no tengo un título universitario, no sé si lo necesito realmente. Creo que la disputa no está solamente dentro de las aulas; hoy la educación está formando a los universitarios para que mantengan los privilegios de la clase dominante. La disputa en las universidades tendría que ser por la educación popular, como lo plantea Paulo Freire; en algún momento tenemos que entrar a la academia para disputar ese estar en las aulas. Lamentablemente no nos vamos a despertar un día y de repente los académicos van a decir ay, sí, estábamos respondiendo a los intereses de la burguesía.
La etiqueta de millenial no es netamente tempo espacial, somos una generación a la que se nos ha arrebatado los derechos económicos, políticos, laborales, sociales. Se nos ha arrebatado el futuro, nos han arrebatado las pensiones. El neoliberalismo nos ha dejado a la buena de Dios. Como millenials nos hemos inventado desde la izquierda esas otras trincheras. Pero las plataformas y las redes sociales para mí han sido un espacio de debate, una puerta a varios sectores a los que normalmente no tengo alcance físicamente. No sé si eso después se transforme en conciencia de clase, en organización popular, pero no desestimo que aprendo y trato de compartir mis saberes y experiencias a partir de este tipo de plataformas. Se está creando también una cultura de la resistencia a través de las redes sociales, por la poca legitimidad que tienen los medios corporativos. Por lo mismo Facebook y Twitter durante los últimos años han sido mucho más agresivos en sus regulaciones, porque los usuarios hemos puesto en tela de juicio a las redes. Cuando explota una de estas coyunturas, como en Chile, Twitter cierra las cuentas de quienes estamos reportando la represión, al igual que durante el golpe de Estado en Bolivia, nos cierran las cuentas a quienes denunciamos el golpe, a gente que denuncia lo que pasa en Palestina también le cierran las cuentas. Sabemos de qué lado están las redes sociales. Por eso sigo haciendo televisión, sigo haciendo radio, cualquier cosa que pueda contribuir a una comunicación popular militante, pero también sigo en las calles, sigo acompañando las protestas, sigo acompañando los círculos de formación. De hecho, hoy en la noche me voy a ir a un plantón. Soy de Xochimilco, del sur de la Ciudad de México, que es un pueblo originario. El plantón pide que se acabe la construcción de un puente vehicular porque somos patrimonio de la humanidad.
Ese plantón al que vas a ir es una ritualidad política concreta, no es solamente la hiper comunicación ¿La militancia en la web puede sustituir a la militancia en la calle? ¿Hasta qué punto la comunidad puede servirse de la comunicación, o la hiper comunicación va a acabar aplastando a la comunidad al despojarla de su ritualidad, tan propia de la política?
No quisiera ser determinista y decir, este es el límite de las redes sociales, este es el límite de la comunicación. Hay que saber hasta dónde aporta el ciberactivismo y hasta donde no, lo que sí creo es que no hay que desestimar su potencial, pero bajo este sistema económico es ingenuo creer que las conversaciones de Twitter se traducen en rebelión, en transformación social, cuando un mínimo porcentaje a escala global tiene acceso a internet. La perspectiva donde el Internet lo es todo es totalmente clasista, pero sí se puede incidir dentro de ese grupo muy específico que tiene acceso a nuevas tecnologías. El no abandonar las calles es fundamental. La construcción del tejido social no puede ser solamente a través de las redes sociales, ni de la comunicación. Tiene que ser a través de la construcción de un poder popular anclado en un proyecto, un horizonte común de transformación de las estructuras económicas, políticas, sociales, ideológicas. Quienes creemos en ese otro mundo posible no podemos desestimar ninguna de las trincheras; pandemia de por medio, no podemos desestimar los medios y las redes sociales.
Estado en demolición
La generación de pensamiento político tiene que ver también con los líderes, puedes encontrar el pensamiento político de Simón Bolívar, de Hugo Chávez, de Jose Martí, de Fidel Castro, del Che Guevara, etcétera. Pero también hay una tecnocracia progresista en América Latina que parece incapaz de producir pensamiento político, que no llega al abismo de la historia, no llega a repensar la política, la filosofía, el rol de los pueblos, el rol del individuo, lo social.
Los límites de los llamados gobiernos progresistas los hemos visto dos décadas después, algunos de ellos terminaron en golpe de estado, otros en procesos de desestabilización, otros resistiendo el asedio de Estados Unidos, con sanciones que son medidas económicas unilaterales impuestas por Estados Unidos, en una lógica totalmente imperialista. Hay sectores dentro de estos mismos gobiernos progresistas que no entienden que transformar las sociedades y construir horizontes no es una cuestión de voluntad, es una suma de múltiples determinaciones que tienen que ver con su relación con Estados Unidos, sus relaciones regionales. La misma construcción del Estado nación en cada uno de estos países fue totalmente distinta. No entienden que hay una correlación de fuerzas en lo interno y lo externo, terminan apostándole a un voluntarismo, al reformismo, la revolución les suena muy violenta o imposible, a una cosa de radicales. En esa misma lógica cayó incluso Hugo Chávez, cuando hubo una correlación de fuerzas gracias a la cual podría haber expropiado mucho más, encarcelar a los fascistas, no lo hizo. Creyó que el precio del petróleo iba a ser siempre de más de cien dólares el barril. No lo hizo porque creyó que tenía el control del gobierno y del Estado, creyó que tenía a la burguesía amarrada de las manos. Lo que está padeciendo Nicolás Maduro es la consecuencia de no haber profundizado un proyecto anticapitalista, no solamente socialista, cuando tuvo la oportunidad. Dejó en las calles a todos los fascistas, no logró diversificar su modelo de producción. Este sector tecnócrata, reformista, liberal, que se la pasa justificando la reforma al capitalismo, en vez de la erradicación y la construcción de otro proyecto, es el que más daño hace. O sea, ese tipo de contradicciones al final las va a pagar la población, que hoy está con la capacidad de aportar y de construir, al final lo están dejando pasar. Y la derecha no deja pasar nada, como si los empresarios no fueran a orquestar un golpe de Estado en la primera oportunidad que tengan.
¿Cómo desmarcar el progresismo socialista y el poder popular de los límites de la democracia representativa electoral?
En este momento hay pocas cosas en las que coincido con Álvaro García Linera, en uno de sus textos de hace muchos años, cuando llegó al poder, habla de cómo es muy natural que los líderes de los movimientos sociales, de los medios de comunicación, los líderes de opinión, los líderes sindicales, dejen las calles, dejen los medios, dejen las escuelas, para formar parte de un gobierno progresista. García Linera hablaba de un capitalismo andino amazónico, una cosa rarísima; en vez de avanzar, reconfigura una lógica totalmente reformista, propia de una tecnocracia sin ningún horizonte más allá del capitalismo, se dedican a generar estructuras que reproducen el sistema. Así evitan el verdadero dilema: ¿Cómo erradicar esta idea de la democracia burguesa electoral dentro de la sociedad? En el caso de estas democracias en América Latina, los gobiernos progresistas no se han logrado desacoplar de la estructura electoral. Entonces el horizonte se vuelve las elecciones, como si fueran el objetivo último de la transformación y no una vía.
Por eso se lograba invisibilizar esa lucha interna en donde hay sindicatos, movimientos sociales, movimientos feministas que evidentemente no se sienten representados, que no lograron entablar un diálogo y se los consideraba golpistas. La derecha es tan violenta que en cualquier lucha de izquierda por fuera de los gobiernos progresistas veían la manera de que les redituara electoralmente. Los gobiernos progresistas no escucharon a estos movimientos. Uno, porque tal vez su horizonte no era acabar con el sistema capitalista. Segundo, por torpeza política. Y tercero, porque ni siquiera se plantearon este horizonte. Los movimientos anti sistémicos cayeron en las narrativas tanto de la derecha como la de los gobiernos progresistas, los metieron en la misma bolsa con la oposición de derecha electoral, con las oligarquías y los sectores verdaderamente golpistas. Entonces resulta que después de veinte años, si eres feminista, eres golpista, si eres anti extractivista, estás en contra del interés nacional. Los debates cayeron en cuestiones sin horizonte, el gobiernos progresistas y los movimientos de izquierda avanzaban hacia el encono y la división, como si no se necesitaran uno al otro.
¿Qué tipo de Estado queremos? Si es un Estado corporativo capitalista, de nada te sirve en última instancia.
El sistema capitalista también se está transformando. En esta pandemia la mayoría de bajas han sido en la clase trabajadora, producto de estar en la primera línea. Pero también los multimillonarios han multiplicado sus fortunas. Hemos visto el colapso del norte global, el que se nos dijo es el horizonte a seguir, como lo tenían todo privatizado tuvieron millones de muertos porque profundizaron la extracción de las riquezas del capital. En América Latina creo que se está mutando la concepción de hacia dónde va la izquierda, hacia dónde va el proyecto de clase, hacia dónde queremos ir, también la misma construcción de Estado.
Se está llevando a cabo un experimento en Latinoamérica: el uso de lo étnico desde una apuesta de derecha maquiavélica. La utilización de una serie de valores enarbolados por la izquierda, vinculados a la defensa del agua, lo étnico. Muy “cool”, pero con una agenda neoliberal, tratados de libre comercio, etcétera.
En los Estados Unidos Yaku Pérez se llama Kamala Harris. Una persona negra que no logró aglutinar las demandas antirracistas, con cero votos electorales. Bernie Sanders tenía muchos más votos, ella era la última de la lista. Esa política de identidad está súper bien trabajada en Estados Unidos; donde ahora un latino deporta latinos, una mujer trans bombardea a otros países, una mujer negra sigue atacando a la comunidad negra. La vicepresidenta Harris tiene una actitud sumamente policial. Se trata de un fenómeno muy bien creado para el infantilismo de izquierda en la región. A mí me tocó vivirlo en Estados Unidos, de repente los demócratas decían que las vidas negras importan, ¿pero de qué están hablando? Si son ustedes los que perennizan el racismo estructural, anclado en ambos partidos. Hay que entender que el enemigo es la derecha que enarbola a Harris y a Pérez, pero que la vía correcta sí es el socialismo, sí es el feminismo, sí es la lucha contra el extractivismo.
La localidad latinoamericana está atravesada por el mestizaje de las vertientes culturales que compartimos: la indígena y la hispánica, en este sincronismo que navega en el péndulo de lo global, la noción de tradición desde las izquierdas globales occidentales, eurocéntricas, no es un valor positivo, más bien ha sido recuperado por la extrema derecha. Sin embargo, en nuestros pueblos la tradición supone resistencia desde los valores comunitarios, de nuestras cosmovisiones y nacionalidades originarias que marcan un contraste particular a la lógica capitalista, que se ven obligadas a la resistencia bajo una guerra de exterminio cultural. Sin embargo, en ese campo de la tradición también heredamos valores patriarcales de violencia y sumisión, dispositivos a través de los cuales nuestros pueblos han sido dominados tanto en la colonia como en la república. ¿Cómo crees que las izquierdas pueden apropiarse y reivindicar el campo de la tradición, fortalecer un sujeto político sin caer en el maniqueísmo de tradición igual a atraso, reaccionario versus lo nuevo, individualismo liberal o revolucionario, etc.?
Desde la izquierda a veces se romantiza mucho la idea de los usos y costumbres, a las tradiciones mismas, como si dentro de nuestros pueblos originarios tampoco se sufriera violencia ni discriminación, como si fueran exclusivas de la historia occidental. Creo que habría que rescatar otras experiencias de avance que nos han hecho acabar con las opresiones de clase, raza, género. Más bien hay que entender desde dónde se está aportando en nuestras comunidades hacia la conformación de un mundo más igualitario, pero no eximir a estos pueblos de sus expresiones de violencia, de racismo o de discriminación. Es un debate permanente, vengo del sur de la Ciudad de México, de Xochimilco, somos pueblos originarios, con ellos me voy a ir a acampar hoy en la noche. Entonces hay un tejido social muy fuerte, la gente sabe quién es su vecino, sabe con quién hay que organizarse, quién es su representante, quién es su diputado o su legislador. No necesariamente pasa por la concepción de poder de un legislador, sino porque el legislador, el diputado, la diputada forman parte de su comunidad y saben de qué familia viene, su historia de las últimas décadas. Sin embargo, eso no excluye que son sociedades también sumamente machistas. A veces, en el tema de las comunidades LGBTI, es algo muy difícil de hacer entender en una esociedad que está anclada en la colonización del cristianismo. Por mucho que estamos en el siglo XXI, en el año 2021, lo originario aún pasa por algo puro, pasa por este proceso de colonización que nosotros hemos vivido. Entonces, no hay que romantizar a los movimientos indígenas, pueblos originarios, comunidades como sinónimo del horizonte a alcanzar; como si lo indígena, lo originario, no fuera corruptible, no fuera racista, no fuera clasista, como si no estuviera inmerso en este sistema capitalista.
A finales del 2021 el gobierno de Andrés Manuel López Obrador cumplirá la mitad de su sexenio. ¿Cuál es tu balance de la 4T hasta hoy?
Hay que entender que la Cuarta Transformación viene en gran parte de los movimientos populares, indígenas y de los sectores más explotados de este país durante las últimas décadas. El último gobierno medianamente progresista que tuvimos fue a finales de la década de los treintas del siglo pasado, con Lázaro Cárdenas, después de eso sufrimos la profundización del neoliberalismo en nuestro país. México tuvo en el 2018 unas elecciones bastante convulsas, siendo la tercera ocasión que López Obrador aspiraba a la presidencia. México llegó tarde a esta oleada de gobiernos progresistas, no porque no quisiera el pueblo mexicano. Hubo un fraude electoral en el 2006, una masiva compra de conciencias y una campaña electoral totalmente sucia en el 2012. De otra manera, Andrés Manuel hubiese sido presidente desde el 2006. López Obrador llega a la presidencia después de irse descafeinando. Al final genera alianzas con varios sectores de la burguesía, con varios sectores de la oligarquía nacional que le permiten aminorar esa campaña mediática en su contra, sumada, claro está, al desgaste de la derecha electoral que nos metió en la mal llamada guerra contra el narcotráfico, que dejó cientos de miles de muertos y desaparecidos en 12 años en este país. Se hablaba mucho de los grupos de narcotráfico, pero no de la responsabilidad del Estado y del Gobierno, incluidos los partidos de derecha, en la masacre de nuestra población. La llamada guerra contra el narcotráfico no fue sino una guerra civil en este país. La gente se dio cuenta de que no podemos seguir con estos gobiernos, teniendo a miles de mujeres buscando a sus hijas, a sus hijos en las calles de este país. Una guerra cada vez más cercana a la Ciudad de México. De niña me acuerdo que la guerra estaba al norte, en la frontera, en Ciudad Juárez, en Tijuana y de repente empezó a acercarse. Ahora, uno de los municipios más violentos de este país, el más peligroso para las mujeres, es Ecatepec, a media hora del centro histórico de la capital. Entonces el tejido social se pudrió. La masacre de nuestra población fue brutal. El ataque a nuestras comunidades originarias, el despojo, la entrega del territorio, la privatización del sector salud, educativo, etcétera, fue fundamental para la llegada de Andrés Manuel en el 2018. Llegó con una ventaja brutal, de más de 30 millones de votos en esas elecciones, se abrió una brecha democrática. A partir del primero de diciembre del 2018, sectores de la educación, de trabajadores, de la salud, movimientos sociales históricos en este país le dan su respaldo a Andrés Manuel. Andrés Manuel comienza una gestión con bastantes expectativas, hace constitucionales los programas de asistencia social. La educación pasa a ser obligatoria, no solamente a nivel primaria, sino también secundaria e incluso universitaria. Empieza con una serie de reformas, hace una redistribución de los recursos del gobierno de manera sumamente exitosa.
Los tres temas más sensibles para mí, en el caso de la Cuarta transformación, son la emigración: no pagamos por el muro, nos volvimos el muro. El otro es la militarización del país, que se ha fortalecido durante el mandato de Andrés Manuel, viniendo de una guerra contra el narco que ya nos tenía militarizados, ahora se ha duplicado esta presencia militar en las calles. El otro tema es el feminismo: insisten en que es el enemigo cuando en realidad se tendría que asumir otro tipo de política discursiva, creo yo, porque por la vía de los hechos, si se están haciendo políticas feministas. Además, con la pandemia, se empieza a incrementar la infraestructura en salud. Hoy Andrés Manuel tiene más del 70 % de popularidad. La población está bastante satisfecha con este gobierno, a pesar de una campaña mediática que no es nada distinta de la que hemos visto en contra del chavismo. Pero estoy muy agradecida con la oposición electoral de este país porque es sumamente estúpida, son sumamente brutos, se aglutinan tan torpemente, me ahorran una cantidad de trabajo, la gente se da cuenta y solo dan risa.
Calle y trinchera
Haces una especie de periodismo partisano en plena contraposición a la cobertura de los grandes medios corporativos y su falsificación de lo real. ¿Cómo producir información en una situación donde la hegemonía de los grupos económicos busca imponer la inmediatez irreflexiva que conduce a la emocionalidad estéril?
Me es muy difícil conceptualizar el quehacer de la comunicación popular militante. Poco a poco me han ido saliendo estos conceptos, estos adjetivos que voy poniendo todos los días sobre lo que hago. “¿Eres periodista o activista?”, recuerdo que esa pregunta me molestaba mucho. Vengo del movimiento estudiantil, fui vocera de YoSoy132 en 2012, me formé en las calles, vengo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, tuve la oportunidad de representar a mis soviets. Era bien difícil ser joven, ser mujer, no haber estudiado comunicación, sino relaciones internacionales, y que me pusieran ante esa definición de si el periodismo tiene que ser neutral o no es periodismo, el activismo tiene que estar solo en las calles. O no eres activista, eres funcionaria, o cualquier otra cosa. Me costaba mucho trabajo nombrarme periodista. Cuando uno es periodista en favor de la derecha entonces si eres periodista. Pero cuando eres periodista en favor de las causas sociales, de los históricamente excluidos de este sistema, entonces haces propaganda, eres activista. Tú no mereces ningún premio. No mereces ningún tipo de reconocimiento. Al final les demostré durante todos estos años que también puedo ganar el Premio Nacional de periodismo, que también me puedo ganar reconocimientos en Estados Unidos, en Venezuela y donde sea, haciendo un periodismo comprometido con las causas sociales. No es un secreto para nadie que me denomino socialista, feminista, antiimperialista, antifascista y escribo desde ahí. Y la gente lo reconoce. Mi satisfacción es saber que no están leyendo ese periodismo que pretende ser neutral, estoy tratando de contribuir a través de esta trinchera a la emancipación de los pueblos. Hablo como mujer proveniente de Xochimilco, de un pueblo originario al sur de la Ciudad de México, pero que ha tenido la oportunidad y el privilegio de acompañar a los mapuches, de acompañar a los aymaras, de documentar el golpe de Estado en Bolivia, acompañar a la comunidad negra y latina en Estados Unidos, desde ahí trato de aportar. Este periodismo sólo se hace en comunidad. Este periodismo no lo tiene la derecha, este periodismo no se puede hacer desde la individualidad. Pero lo que sí puedo decir es tener esa satisfacción de saber, como decimos aquí: Mi barrio me respalda.
¿Crees que existe un “feminismo hegemónico” que nos llega como parte de un recetario global a nuestros países, que se queda en espacios urbanos o en enunciados de Estado? ¿Se puede trabajar en las comunidades indígenas y campesinas latinoamericanas el género desde una vivencia cultural particular y no a manera de receta externa universal?
El feminismo es de izquierda o no es feminismo. Hay muchas oleadas del feminismo que nos antecedieron, donde primero se reivindicó la participación de la mujer dentro de la vida política, el derecho al voto. En esto coincido con Julieta Paredes, cuando se llega al debate de los feminismos en América Latina, a causa de la colonización se borra lo que nosotros y nuestros antepasados entendían como igualdad, lo que entendían como equidad entre los géneros. Hoy uno de los debates del feminismo es desde una concepción aymara, quechua, náhuatl, etcétera, podemos generar nuestras propias herramientas para acabar con las opresiones del sistema heteropatriarcal. El patriarcado es una realidad más allá de si se lo nombraba de tal o cual manera. Lo que estamos viendo hoy es un sistema construido de manera hegemónica para una cosmovisión masculina, donde los privilegios van para el hombre y las mujeres tienen su lugar determinado dentro de este modo de producción, dentro de una construcción social, dentro de una construcción cultural que es muy difícil erradicar después de tantos siglos, pero las opresiones hacia las mujeres no son las mismas que durante la Inquisición, ahora están más disfrazadas.
El feminismo liberal a veces pone el debate en cosas que, en lo personal, no estoy de acuerdo, como el tema de si se incorporan o no los debates trans. A mí me parece que cuando no hay una concepción de clase dentro del debate, una concepción interseccional, estamos dando vueltas sobre la nada. Cuando estas mujeres blancas liberales me vienen a hablar de sororidad me parece totalmente absurdo. No coincido en lo más mínimo con ellas, solo por ser mujeres no son mis compañeras. Mi compañera no es una mujer burguesa. Mi compañera no es una mujer fascista. Mi compañera no es una mujer que explota a otras mujeres. Por eso necesitamos una visión interseccional, que atraviese la cuestión de clase, la cuestión de raza y la cuestión de género. No es lo mismo ser una mujer mexicana, blanca, con acceso a la universidad, que ser una mujer mapuche excluida, violentada por el Estado todos los días en Chile. Creo que ya no tendríamos por qué estar pensando quién es más violentada o no, si nos reivindicamos feministas es para acabar con esas opresiones, hacer uso de nuestros privilegios para erradicar esas opresiones de género, de clase y de raza.
Luego de la impugnación al sistema judicial por propagar impunidad en temas de violencia de género, desde los movimientos feministas en México, y con la aprobación del aborto en Argentina, ¿qué nuevas estrategias podría armar el movimiento feminista en la región?
Híjole, creo que el movimiento feminista es una de las tantas vanguardias que hoy nos está demostrando que hay otro mundo posible. Estamos viviendo en tiempo real los alcances de las luchas, ya no es algo que tengamos que estar imaginando, ya está ocurriendo, alrededor del mundo le están salvando la vida a otras mujeres y otras minorías en tiempo real. Creo que en México todavía hay muchísimo que aprender. El movimiento feminista ha avanzado, no como un movimiento único en la en la región, sino justamente por la suma de acciones a escala global que se han gestado. Que en las calles en México las mujeres traigan un pañuelo verde, que hablen de la marea verde, que suene el performance de Las Tesis en la Ciudad de México, en pleno Zócalo. El movimiento feminista hoy no puede ser ocultado, ni puede ser acallado, lamentablemente todavía hay muchas trabas para lograr avances. Por ejemplo, el tema del aborto en México. Morena, el partido de gobierno, tiene la mayoría en las dos cámaras, pero no se ha logrado legislar para aprobar el aborto a nivel federal, no porque no puedan, sino porque Andrés Manuel es sumamente conservador en ese tema. Pero yo no percibo Andrés Manuel como el enemigo, viene de otra generación, es como esperar que mi abuelita sea igual de feminista que yo. Pero también sé que hay muchísimas feministas dentro del gobierno, incluso están aglutinadas bajo esta organización llamada Feministas 4T: son senadoras, legisladoras, militantes o simpatizantes, están dando la disputa; cuestionando a candidatos acusados de violación, de machismo, de abuso.
En Chile me sorprendí con Feministas contra el neoliberalismo, con sus enormes mantas antifascistas. Argentina, con la legalización del aborto impregnó definitivamente el horizonte. Son tan interesantes los debates del feminismo comunitario, no están pensando en si retoman o no al feminismo liberal, incluso están criticando al mismo feminismo socialista. O sea, hay una creación desde lo comunitario, desde la perspectiva latinoamericana, desde Abya Yala, desde la izquierda de América Latina. Hoy no podemos obviar esa lucha, se está aportando muchísimo, asentando un quiebre dentro de los procesos de transformación a nivel regional, y me atrevería a decir, que impacta también a nivel global, no solo en Estados Unidos. Estos debates, esas experiencias vienen del sur de América Latina, se están llevando hacia el Occidente, que solía colonizar. Creo que es algo que no podemos minimizar.